El
desarrollo científico-tecnológico, que ha tenido la humanidad en
los ultímos dos siglos, con el inicio de la revolución industrial y
el desarrollo del capitalismo, hace al hombre éticamente responsable de
esta problemática.
Hans
Jonas, en su libro El
principio de responsabilidad,
sostiene que la ética hasta ahora se aplicaba a la evaluación de la
acción con un alcance inmediato. Tenía que ver con el aquí y el
ahora, con situaciones concretas de los hombres tanto en la esfera
pública como privada. La acción u omisión tenía que ver con
aquellas personas que rodeaban al autor de un hecho y que se vieron
afectadas por su acción. Pero que no había responsabilidad por
efectos posteriores no previstos.
En
la actualidad, se ha agrandado la esfera de su acción, lo mucho que
hace hoy el hombre traerá consecuencias para la vida futura de los
seres humanos. El
impacto provocado por la ciencia y la tecnología,
en el plano de la
vida humana y en la naturaleza es de mucha envergadura.
La propuesta consiste en pensar un modelo ético que parta del
impacto que produce la tecnología en la naturaleza, de tal manera
que se pueda regular el costo futuro por sus acciones.
La
tecnología está en un progreso constante y se supera día a día, y
su finalidad es lograr un mayor dominio sobre las cosas. Es un
inmenso poder el que se está desplegando.
Jonas
dice que si la producción invadió el ámbito de la acción, la
moral tendrá que penetrar el ámbito de la producción y concretarse
en políticas públicas. Hoy en día no existen políticas públicas
que legislen con miras al futuro, que tengan como sujeto de derecho a
las generaciones futuras.
Este
modelo ético parte del imperativo categórico kantiano reformulado
de la siguiente manera: “Obra de tal manera que
tú quieras que lo que hagas permita seguir manteniendo la vida en el
planeta”.
La obligatoriedad estará puesta en que la acción que se realizará
debe de garantizar la continuidad de la existencia humana. Es
importante poner el acento en los efectos que se desprenden de las
decisiones que se toman. “No hay derecho a
arriesgar la vida de las generaciones futuras a causa del progreso u
obrar humano de la actualidad”.
La
ética también se interesa por el futuro previsible y el futuro
remoto, del que también somos responsables. Las políticas públicas
deberían estar orientadas también por los intereses de los no
nacidos y de los que aún no tienen poder.
La
responsabilidad por el obrar humano está dada por la ética y hoy
nos exige:
- Responder por un acto del cual se es causa, o por su omisión.
- Responder ante los otros, es decir, por el poder que tenemos sobre los demás.
- Responder por el futuro, por los efectos de nuestras acciones a largo plazo, en las generaciones venideras.
Este
imperativo a diferencia del kantiano, abre un horizonte temporal,
exige pensar en “un futuro real previsible como
dimensión de nuestra responsabilidad”.