Buscar este blog

domingo, 5 de octubre de 2014

Un Ser para la muerte.

El hombre es un ser finito en un mundo infinito”.

Heidegger reflexiona sobre el "ser para la muerte", de la finitud del "ser ahí". Nuestro ser es una posibilidad entre las muchas posibilidades que se presentan durante nuestra vida, pero entre todas estas posibilidades, está la muerte, la posibilidad de dejar de existir, que siempre es no siendo aún algo. Siempre está presente en nuestra conciencia la posibilidad de morir.

Y cuando nos ponemos a pensar en la muerte, es en principio pensar la vida humana desde su límite, que se manifiesta como la única posibilidad de ser. La finitud es la condición de posibilidad que define la condición del ser humano, en su límite busca trascender, y lo hace a través de su cultura, el arte, la religión, como formas creadoras de un ser que reconoce su posibilidad de morir y busca constantemente su trascendencia.

Nos dice Gevaert:

El hombre quiere vivir y por eso se pone a trabajar para retrazar lo inevitable. El tiempo no es sólo amenaza sino también distancia y retrazo de la muerte. En contra de la inseguridad fundamental de la existencia, permanentemente expuesta a la muerte, el hombre ha creado los elementos y las estructuras de una inmensa civilización.

Tomamos conciencia de que no somos dueños del tiempo y que no todas las posibilidades que tenemos durante la vida son realizables. El inicio de la vida está signada por la muerte que es la raíz de nuestra existencia. La muerte como fin no significa principalmente final, como el camino o el final de algo. Fin como aquello que se realiza y se cumple. La vida humana como proyecto no tendría sentido sin la muerte. Esto no significa desconocer que tomar conciencia de la muerte o cuando mueren seres queridos nos produce angustia, pero que significa pensarla como un acontecimiento propio de la existencia humana. A veces, no la ignoramos pero preferimos olvidarla.

Luypen en su libro Fenomenología Existencial dice:

El hombre anónimo conoce la muerte como un aviso en la columna de sepelios del periódico. Para el hombre cotidiano, la muerte es un acontecimiento trivial que afecta al hombre desde afuera: “se muere”, por supuesto, pero precisamente ahora se salva él mismo. Se muere quiere decir: el que muere no soy yo sino cualquiera, es decir nadie. De este modo siempre es algo que le ocurre a los otros, siempre es el otro el que se muere. El “se” marca el modo impersonal de referirse a la muerte, y esta actitud le permite al hombre cubrir su temor.

Pensar la muerte es hacernos valorar la vida, la existencia del hombre no debe de ser en vano, ni anónima. La muerte nos debe de hacer responsables en el valor que le demos a nuestra vida. Muchas veces ante un accidente o una enfermedad, muchas personas transforman su vida radicalmente, como si esa experienia límite, de cercanía a la muerte, revela el valor de la vida y darle un sentido a nuestra existencia.


ESTO ES HACER FILOSOFÍA. SABER QUE ESTAMOS HECHOS PARA MORIR Y PODER DISFRUTAR LA VIDA PLENAMENTE EN EL DÍA A DÍA.


Un poco de humor.


Caco.


Archivo del blog