La
ética es una disciplina que reflexiona sobre el obrar humano. Es un
saber práctico que tiene como objeto de estudio las acciones de los
hombre fundamentadas en la sensatez.
El
hombre puede actuar de determinadas maneras por tratarse de un Ser
libre. La ética humana se preocupa por la realización del bien.
Adquiere una dimensión social porque este obrar está referido a las
demás personas. Se relaciona con la vida ciudadana o política.
Kant
y Hegel revivirán esta
cuestión en el mundo moderno, y el debate continua hasta nuestros
días con posiciones encontradas entre universalistas y
comunitaristas.
La
ética se pregunta sobre: ¿qué debo hacer?.
El esfuerzo consiste en argumentar racionalmente en cuestiones
morales, que a través del diálogo permite la formulación de
principios universales. Por ejemplo, en la actualidad los derechos
humanos, constituyen principios
de valoraciones comunes a todos los hombres.
La
ética, no es ajena a ninguna persona en tanto poseedores de
capacidad de hacernos responsables de nuestras acciones. La ética es
una formulación de carácter moral que nos permite obrar bien y ser
buenas personas. Los escépticos, relativizan el alcance de esta
tarea y los fundamentalistas que creen resolver la moral acorde a sus
convicciones. La ética nos enseña a hacernos cargo del sentido de
nuestras acciones, sus motivaciones y consecuencias.
Podemos
abordar el término ética, simplemente si entendemos que el mundo es
nuestra casa. La palabra ética, proviene del griego y
significa habitar, morar, lugar donde se habita. Podemos definir a
la ética como el aprender a habitar, a ser habitantes de
esta casa, de la ciudad, de este mundo. Además significa:
hábito, costumbre.
La
ética es el ejercicio de nuestras libertades que nos hace capaces de
gobernarnos a nosotros mismos. La ética nos enseña a ser libres, a
tener el gobierno de nuestras propias acciones que van conformando
nuestro Ser. Aprender a habitar significa aprender a practicar los
hábitos que nos permiten realizar el bien y ser buenos. Es la
formación de un carácter moral que, desde su opción por el bien,
pueda hacer frente a los cambios y conflictos que se van presentando
a lo largo de la vida.
Habitar
el mundo aprendiendo a elegir es aprender a ser sabios. La
sabiduría y la prudencia son las que nos permiten determinar qué
es lo que debe ser hecho, y cuándo y cómo hacerlo.
El
hombre es un Ser moral en tanto es libre. En tanto nos hacemos cargo
de la libertad comenzamos a reflexionar sobre el bien. Existe la
ética en tanto existan hombres que quieran ser felices.
Tampoco
era para los griegos una moral individual del deber. Esto surgirá
con el cristianismo y se afianzará en la modernidad. La
ética griega es inseparable de la polis, es decir, de su
comunidad política.
La
polis es el espacio conquistado
por el hombre, donde es posible la vida humana. Fuera de la ciudad
amenaza lo bárbaro, lo irracional. Por eso era para los griegos muy
importante el cuidado de la ciudad, la armonía de sus leyes y de las
instituciones que la componen: la familia y el Estado.
Lo
bárbaro habita también en el interior de cada uno, de ahí, la
necesidad de formarse a uno mismo, trazando la buena frontera del
buen límite, sabiendo elegir entre lo que contribuye a la armonía y
lo que introduce la discordia o la división. En esto consiste la
vida virtuosa, en saber elegir el bien, que produce la armonía en
cada uno y en la comunidad, frente al mal que produce la separación
y la discordia.
Eudomonista
es la denominada ética de Aristóteles,
que considera la felicidad como el bien supremo, el fin último de
los actos humanos. Todos los hombres desean ser felices, aunque para
cada uno de ellos la felicidad represente cosas distintas.
La
ética aristotélica se pregunta: ¿en qué consiste la
felicidad?.
En
su obra “Ética a Nicómaco”,
dice: “todo arte, toda investigación y toda elección
parecen tender a algún bien. El bien es aquello a lo que
todas las cosas tienden”.
El
bien es la meta deseada por nuestras acciones, pero al haber
múltiples acciones, hay múltiples cosas a las que consideramos
bienes. Por ejemplo: el fin de la medicina es la salud, y la salud es
considerada un bien a diferencia de la enfermedad.
Lo
mismo podríamos decir de las riquezas y de todas las otras cosas a
las que llamamos bienes. Aristóteles nos
dice que estas cosas son un bien en la medida en que nos permiten ser
felices, por eso no llamaría bien a la riqueza si produjera la
muerte por causa de ella.
Entonces,
según Aristóteles, desear el bien es desear ser felices. Pero, la
ética es una especialidad práctica de la filosofía, por lo tanto,
el problema no está sólo en el desear, sino en el hacer. La
pregunta es cómo ser felices. La respuesta es aprender lo que nos
dice Aristóteles acerca de la virtud.
Si
la felicidad es el fin último al que aspira el hombre y que lo
hace más pleno, entonces,
debe de consistir en la disposición permanente de la voluntad hacia
el bien. Esto es la virtud para Aristóteles.
La
virtud es
un hábito que nos permite hacer las cosas bien. Por ejemplo, aquél
que sabe tocar bien el piano, es un buen pianista porque tiene la
virtud de tocarlo bien.
Las
virtudes se forman mediante un forzado ejercicio. La virtud exige una
elección voluntaria, pone en juego el intelecto y la voluntad del
hombre. Al ser la virtud una elección voluntaria es objeto de
reflexión y de elección deliberada; por eso, el conocimiento es un
momento importante en la formación de la virtud, sin ser la virtud
sólo un producto del conocimiento.
Hacer
el bien implica, según Aristóteles, hacerlo.
Entonces,
podemos definir a la virtud como la disposición permanente del
carácter (ethos)
para obrar bien.
Consecuencias:
- Nadie puede considerarse virtuoso porque realizó un acto bueno.
- Nadie nace virtuoso, sino que más bien llega a serlo.
Conclusión:
se llega a ser virtuoso a través de acciones reiteradas conformes a
la virtud. La virtud es un hábito que se adquiere con el ejercicio:
realizando actos de justicia es como el ser humano se va haciendo
justo.
Aristóteles
define a la virtud como el justo medio entre dos extremos viciosos,
uno por la carencia y el otro por el exceso. Por ejemplo: el
coraje es el justo medio entre
la cobardía y la audacia desmedida. La generosidad
es el justo medio entre la avaricia y el despilfarro. Para determinar
el justo medio exige discernimiento, y para ello es necesaria la
prudencia. “La
virtud es por lo tanto un hábito selectivo, consistente en una
posición intermedia entre nosotros, determinada por la razón, y tal
como lo determinaría el hombre prudente”.
El
aprendizaje de las virtudes morales se logra a través de la
educación.
En
la actualidad solemos identificar la felicidad con formas de vida
placenteras. En este sentido felicidad
y placer
parecen ser sinónimos.
Aristóteles
reconoce una tendencia natural del ser humano al placer, porque el
placer está
en una íntima relación con la naturaleza humana ya que los hombres
prefieren las cosas que son placenteras y huyen de las penosas. Y
esta relación relación ha sido objeto de muchas discusiones. Están
quienes identifican el placer con el bien y otras que lo consideran
un mal absoluto porque sostienen que el hombre tiende a depender de
los placeres.
Aunque
Aristóteles aclara que no se puede identificar el placer con el
bien, porque hay placeres que son reprochables y hay acciones que
deben de ser realizadas porque son buenas aunque no proporcionen
placer. Es decir que no se rechaza el placer, sino que se lo
incorpora a la reflexión ética.
Si
hablamos de actos buenos o actos malos, podemos decir que el placer
que acompaña a un acto bueno o virtuoso será un placer
honesto,
y el que acompaña un acto malo será un placer
perverso.
Los
placeres buenos serán los que resulten tales al hombre virtuoso, ya
que éste se complace en el bien y encuentra desagrado en el mal.
Aristóteles
señala que es mucha la corrupción
que hay en los hombres; por es necesario no perder el gusto por el
bien. El hombre corrupto,
ha perdido esta sabiduría, y pone el placer en actos que son
reconocidamente vergonzosos.
No
ignora Aristóteles que la felicidad requiere de otros bienes como
tener salud, reconocimiento social o dinero, pero él no se
identifica con ellos, porque el hombre virtuoso no depende de las
cosas ni de los placeres que éstas pueden brindarle.
Si
la felicidad se identificara con el placer, cualquier adversidad la
haría fracasar, pero como
la felicidad radica en la vida virtuosa, esto es en la fidelidad al
bien, la adversidad será ocasión para ejercer la grandeza del alma.
Aquél que elige una vida orientada a producir el bien podrá ser
feliz aunque en momentos pase por situaciones adversas.
La
práctica del bien no queda circunscripta a la realización
individual sino que implica el bien para todos, de la comunidad. “Es
cosa buena hacer el bien, pero es más bello y divino
hacer el bien común”...
Dijo Aristóteles.
La
ética alcanza su plena realización en la política. La vida
política tiene como fin la realización del bien común, a través
de la práctica de la justicia. Esta tarea le corresponde al Estado,
ya que debe de procurar la felicidad de todos los hombres. La
justicia es la base de la vida del Estado. Sólo en la comunidad
política puede el hombre satisfacer sus necesidades intelectuales y
biológicas.