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viernes, 31 de octubre de 2014

La ética en el mundo actual. ¿La posmodernidad: es una época de búsqueda de consensos?


En una época tan convulsionada por acontecimientos mundiales que conmovieron a la humanidad, la ética es la especialidad de la filosofía que más ha reflexionado, cuestionado y fundamentado el accionar humano. Los planteos acerca de la libertad y la justicia en un contexto mundial regulado por el mercado y los temas relacionados con los avances científicos y tecnológicos, abren el debate acerca de dar una fundamentación universal de las normas conforme a las diferencias existente en cada comunidad; como así también busca plantear problemas de bioética o sobre el impacto ecológico que produce el accionar humano.
La ética solo puede ser comprendida dentro de un desarrollo histórico, y actualmente vivimos una época posmoderna, es decir el paso de la modernidad a la Posmodernidad. Y ¿como podemos entender este cambio?.
Con el nombre de posmodernidad, se hace mención a una nueva época de la humanidad. Las características principales del mundo moderno están sujetas a una crisis profunda, de tal manera que podríamos conceptualizar a la posmodernidad como la crisis de la modernidad.
La pregunta fundamental de ésta época esta relacionada con el interrogante acerca de si creemos que el progreso de la ciencia, de la economía, el arte, le permitirán a la humanidad vivir un mundo mejor. No es facil dar una respuesta fehaciente a esta pregunta, pero nos puede servir para comprender la diferencia entre la modernidad y la posmodernidad.
El hombre moderno es definido como aquél que confía en que el curso de la historia debe de estar orientado por el progreso, y el progreso debería garantizar un futuro mejor que el presente. Por el contrario, la posmodernidad surge del descreimiento, de la desconfianza y hasta del escepticismo. El ser posmoderno no cree que el progreso constituya un bien para la humanidad. Gianni Váttimo, en su libro El fin de la modernidad dice: el progreso se ha vuelto rutina”.
La posmodernidad desvaloriza todos los ideales y expectativas. La falta de confianza en el futuro, junto con la desaparición de los grandes proyectos comunes (ideologías de la emancipación, utopías), dejan un vacío que a menudo es llenado por el pesimismo o el desinterés, que inducen al hombre actual hacia un proceso de aislamiento.
Otro de los filósofos que se ha ocupado de pensar la posmodernidad es Jean Francois Lyotard, que sostiene que la posmodernidad es el resultado de la modernidad, diciendo que: “la posmodernidad es cosa moderna”, y describe a la condición posmoderna como la instancia en la que el hombre se ve cada vez más lejos de incidir en sus acciones en el curso de la historia. Experimenta de que los acontecimientos se han vuelto independientes respecto de sus actos, y que lo que cada hombre puede hacer es demasiado poco.
En cambio, Jürmen Habermas defiende la vigencia del proyecto moderno que debe de ser completado. Destaca que la modernidad se asienta sobre el proyecto de libertad fundado en la razón. Defender el proyecto moderno es defender la necesidad de fundamentar racionalmente nuestras acciones, mantener la autonomía del arte, la ciencia y la moral. Sigue sosteniendo que la racionalidad es la condición de posibilidad de un mundo donde todos y cada uno de los hombres pueden llegar a ser libres.
La transformación consiste en pasar de la filosofía del sujeto a una filosofía de la acción intersubjetiva. Habermas se orienta en pasar del paradigma físico-matemático, que ha dominado la humanidad, al paradigma de las ciencias sociales, y desarrollar una teoría de la comunicación entre sujetos diferente al del sujeto cartesiano.
La posmodernidad es una época producida y dominada por los medios de comunicación (en especial la TV). Para muchos pensadores los medios de comunicación permitieron el acceso a la opinión pública de minorías de todo tipo. Se trata de un proceso de pluralización que hace imposible un punto de vista único acerca de la realidad. Muchos intelectuales pensaron que la simultaneidad de la televisión y la circulación de la información producirían una sociedad más transparente donde los obstáculos de la comunicación fuesen eliminados. Al multiplicarse los centros desde donde surge la información se multiplicaron también los sujetos y las narraciones, lo que dio lugar a una fragmentación de la imagen del mundo.

Los medios de comunicación en la actualidad han producido una cultura del espectáculo cuya finalidad es como dice Alain Finkielkraut: “llenar bien los ojos para vaciar las cabezas”. Solo basta con pensar en los programas periodísticos convertidos en Show, y en Argentina los hay y muchos.
Otro pensador que nos hace reflexionar sobre los medios de comunicación es Jean Baudrillard que sostiene que con el televisor el mundo se nos mete en nuestras casas. Ya no existe límite entre lo público y lo privado, como consecuencia de la invasión de los medios. Su poder simulador produce una realidad poderosa y más real que la conformada entre sujetos y objetos.

Vivimos un mundo más complejo a causa del poder de los medios sobre la formación de una conciencia pública. Un mundo plagado de informaciones y donde la realidad es creada diariamente. Es un desafío vivir este mundo interrogado por la tecnología y la comunicación.
Habermas es quien más se ha dedicado a la tarea de una reconstrucción crítica de la racionalidad como base de una sociedad democrática y como cumplimiento del ideal emancipatorio de la modernidad. Ha desarrollado su propia teoría de la acción comunicativa, la cual constituye una ética del discurso. Como vimos él parte de una racionalidad intersubjetiva que se expresa a través del hablar o de la comunicación. De este modo sustituye la problemática moderna que se centra en la conciencia subjetiva, por una reflexión crítica acerca del lenguaje.
Cuando hablamos hay estructuras universales que sólo pueden ser puestas de manifiesto a través de la crítica. Cuando hablamos un idioma no necesitamos conocer su gramática, tampoco necesitamos conocer los elementos universales que se encuentran en el mismo acto de hablar.
Para Habermas también existe una pragmática contenida en el habla cotidiana como la existencia de estructuras gramaticales y sintácticas.
Hay rasgos universales presenten en el lenguaje. Por ejemplo, cada vez que alguien me dice algo, lo escucho suponiendo que lo que dice es verdad, más allá de que lo que dice sea cierto o no. La comunicación solo se hace posible partiendo de la confianza en la intención. Hay un principio de intencionalidad en toda acción comunicativa.
Muchas veces nos vemos en la necesidad de tomar una decisión conjunta, y ello depende de la legitimidad de nuestra comunicación, es decir de nuestra capacidad de expresar nuestra posición y la de comprender la de los otros.
Una decisión justa es una decisión fundada en el consenso alcanzado mediante la argumentación racional de las posiciones de todos los involucrados.
La validez del juicio ético para Habermas se obtiene a través del consenso construido mediante la comunicación producida con argumentos racionales. Descarta de pleno la posibilidad de aceptar como legítimos aquellos consensos limitados a la opinión de la mayoría. La cantidad no da certezas. La mayoría puede equivocarse. Propone lo que el denomina consenso dialógico-argumentativo que tiene las siguientes características especiales:
  • En la discusión cada uno de los participantes deberá exponer sus argumentos, responder a las críticas, argumentar en función de los intereses propios o del grupo.
  • Cada participante, por el solo hecho de entrar en la discusión, reconoce a los otros hablantes componentes como sujetos de derecho.
  • Los participantes en la discusión deberán renunciar al uso de la fuerza, la amenaza, la manipulación ideológica, el engaño, etc. para defender racionalmente sus argumentos.
  • Un consenso será legítimo y fundamentará una norma moral legítima, cuando se respetan todas las normas de procedimiento.
Habermas reformula el imperativo categórico de Kant. La razón es dialógica, no puede haber excluidos en la discusión, y todos los argumentos deberán ser atendidos. La ética del discurso no aspira a delinear el contenido de las normas morales o los ideales de la buena vida, sino a ejercer una función crítica y legitimar o no los acuerdos políticos, económicos sociales alcanzados dentro de una comunidad histórica o entre las naciones. En este sentido se puede decir que es una ética formal o de procedimientos.
La ética del discurso da pautas para que los sujetos y los pueblos en su variedad cultural puedan determinar lo que es bueno para todos los ciudadanos mediante un debate abierto.


El pensar se desarrolla en el diálogo. Aprender a pensar es aprender a argumentar y a confrontar con los argumentos de los otros.

Lo más destacado de esta idea de Habermas es poder fundamentar las normas básicas de convivencia desde esta racionalidad comunicativa, entendida como los fundamentos éticos de una teoría de la comunicación.