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jueves, 4 de julio de 2019

EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD.

¿QUIÉN SOY YO?
Esta es una de las preguntas más importante que nos hacemos en algún momento de nuestra vida y es saber quiénes somos, ello me ha conducido a recorrer diferentes caminos en la búsqueda de mi propia identidad. Una de ellas es la búsqueda interminable de mi genealogía, saber quiénes fueron mis antepasados. Otra interesante experiencia fue hacer una introyección hacia mi interior para poder reconocerme en mis ideas, mis conductas, mis hábitos, costumbres y mi entorno social. Además en la lectura de diferentes textos y cursando el Profesorado de filosofía, encontré una autora que me aclaró bastante el panorama, ella es Marta Badaro, (Escritora y Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación) en su libro: ¿qué es la filosofía antropológica? Y finalmente un texto sobre el problema de la identidad personal, de Samuel Cabanchik, filósofo, profesor de la UBA, me despejó todas las dudas para entender esta problemática, y del cual me pareció interesante hacer un breve extracto de él.  
La antropología filosófica como disciplina se manifiesta en las siguientes preguntas: ¿qué es el hombre? ¿Cuál es la esencia del ser humano? ¿Cuáles son las propiedades que permiten distinguir a este ser de las realidades no humanas? Y teniendo en cuenta estas propiedades, ¿Qué lugar le corresponde al ser humano en el cosmos?
La investigación filosófica sobre la naturaleza del ser humano se presenta como una pregunta por la identidad personal. Cuando intentamos responder a esta pregunta, vienen a la mente características diversas, con las que podemos identificarnos; por ejemplo, "soy alguien que mide tantos metros, que pesa tantos kilos, que tiene el cabello de tal color, que usa anteojos; también soy alguien alegre, charlatán, con ciertas creencias y recuerdos; también soy el hijo de M, el marido de F, ejerzo determinado oficio, soy socio de un club, afiliado de un partido político, ciudadano de un Estado"; por último, también puedo decir "soy un ser humano".
La identidad personal no se constituye sobre la base de una única característica, sino que está conformada por varias cualidades y, por el otro, que estas cualidades son heterogéneas. Algunas de ellas pertenecen al aspecto físico de la persona (talla, peso, color de cabello, capacidad visual), otras se refieren a su aspecto psicológico (carácter, idiosincrasia, historia personal), otras aluden a sus relaciones sociales (familiares, laborales, políticas) y, por último, comparte con sus congéneres la propiedad de ser humano. Cuantos más aspectos de una persona conoce, mejor conocerá a esa persona. Por ejemplo, imaginemos que se muda un nuevo vecino a nuestro barrio. El primer día que lo vemos abriendo la puerta de su casa podemos ya suponer algo acerca de él. Sin embargo, la idea que nos podemos formar de él es todavía muy abstracta: sólo conocemos de él algunas de sus características físicas, por ejemplo, sabemos que es varón, bajo, de cierta edad y demás. Esta primera percepción de nuestro vecino nos puede también brindar algunos indicios sobre la trama de relaciones sociales que constituyen su identidad. Por ejemplo, si lo vimos acompañado de una mujer y de niños, podríamos pensar que es casado y con hijos; si vestía ropa de trabajo, podríamos pensar que es un trabajador manual y demás.
Puede utilizarse la expresión "identidad formal" para referirse al conjunto de propiedades por las que se reconoce a alguien como una persona en general, es decir, no como esta o aquella persona, no como Juan o María, sino como una persona cualquiera. En cambio, puede utilizarse la expresión "identidad material" para referirse al conjunto de aspectos físicos, psíquicos y sociales por los que se conoce a una persona en particular, esto es, no como un miembro más del género humano, sino como este individuo singular irrepetible e irremplazable, distinto de todos los demás.
Los cuatros aspectos de como percibo mi identidad material:
1)      El conjunto de mis capacidades y de mis discapacidades está determinada por lo que se denomina "el cuerpo propio". Gracias a mi cuerpo, percibo los objetos como cercanos o lejanos a mí, como estando a mi derecha o a mi izquierda, arriba o debajo de mí, como atractivos o repugnantes, benéficos o peligrosos y demás. El cuerpo propio condiciona mi perspectiva tanto en el espacio como en el tiempo. Con los años, mi cuerpo se modifica, tal como lo evidencia, por ejemplo, la observación de las fotos que me sacaron hace algunos años,
2)      El carácter temporal de la subjetividad exige pasar a examinar el segundo aspecto que se encuentra en la identidad material: la autoconciencia psicológica o conciencia empírica de mí mismo. Cuando trato de identificar quién soy yo, puedo recurrir al conjunto de mis experiencias pasadas y de mis expectativas futuras. Respecto de las primeras, puedo realizar el siguiente experimento mental: fijar mi atención sobre algunos acontecimientos de mi propio pasado que creo especialmente significativos e incluso ordenarlos sucesivamente. El resultado de este experimento sería algo así como una película autobiográfica imaginaria, gracias a la cual tomo conciencia de quién soy, sobre la base de lo que me pasó y de lo que hice. Cada vez que alguien recapitula reflexivamente el curso de su vida, no se limita a proyectar la misma película ante un espectador imparcial. Entre el momento en que ensaya una recapitulación y el momento en que ensaya la siguiente, ha transcurrido un período en el que ha tenido ciertas experiencias y ha realizado ciertas acciones. Estas experiencias y acciones no se limitan a prolongar un poco más la película, sino que también modifican la perspectiva del espectador puesto que, de una "proyección" a otra, han ocurrido acontecimientos que han modificado su identidad material. Mi identidad material denominado "autoconciencia psicológica" y la proyección de una película imaginaria sobre mi propio pasado consiste, entonces, en que cada presente, en el que imagino cierta sucesión de acontecimientos autobiográficos, se encuentra atravesado por distintos "ayeres" asumidos y distintos "mañanas" esperados. La modificación de los distintos aspectos de mi identidad material, provocada por nuevas experiencias, acciones, sentimientos, creencias y relaciones sociales, entre otras cosas, modifica la conciencia que tengo de mí mismo. Sin embargo, a través y a pesar de todas estas modificaciones, conservo mi identidad personal, puesto que puedo reconocerme como el mismo que hace algún tiempo tenía otra idea de sí mismo. En distintos momentos de mi vida, reflexiono sobre mi identidad personal e imagino diversos relatos de mi historia personal que dan un sentido a mi vida. Estos relatos se van modificando con los años, pero siempre los reconozco como relatos sobre una vida única: la mía. La diversidad de narraciones, por tanto, no disuelve la identidad personal en una pluralidad de identidades, porque la autoconciencia psicológica reconstruye distintos relatos sobre una única identidad personal.
3)      En estos relatos en los que intento reconstruir imaginariamente mi propia historia, yo soy el protagonista o personaje principal. Sin embargo, cabe advertir que no soy el único personaje, solitario y aislado. Relatarme el pasado que me constituye como lo que soy implica necesariamente pensarme en el conjunto de relaciones sociales que he establecido a lo largo de mi vida. Eso exige considerar el tercer aspecto de la identidad material: la intersección de relaciones sociales. No soy sólo un cuerpo propio y una autoconciencia psicológica, sino que también soy una intersección o nudo de relaciones sociales. Yo (sólo yo) soy hijo de M, esposo de S, empleado de U, alumno de A, vecino de X, amigo de C y demás. Seguramente, si no hubiese establecido estas relaciones con ellos, un aspecto de mi identidad material sería distinta. Las relaciones sociales que establecí a lo largo de mi vida me constituyen como el individuo singular, irrepetible e irremplazable que soy, en alguien distinto de otros individuos (con quienes me relaciono directa o indirectamente). Un elemento interesante de este tercer aspecto de la identidad material consiste en que su conformación depende del reconocimiento. Por ejemplo, el caso de un rey. Esta persona tiene ciertas funciones y responsabilidades que se corresponden con su cargo, mediante las que se relaciona con sus súbditos y con los gobernantes de otros Estados.5i, por el motivo que fuera, unos y otros dejasen de reconocerlo como rey, él dejaría de serlo. 5u realeza está subordinada al hecho de que los demás lo consideren un rey. Del mismo modo, lo que somos depende siempre de las relaciones sociales que establecemos y este establecimiento depende del reconocimiento recíproco. Los criterios que utilizamos para reconocernos los establecemos, conservamos y modificamos nosotros mismos. Estos criterios se encuentran organizados en las instituciones sociales. La familia, la escuela, la universidad, las organizaciones barriales, sindicales o políticas y el Estado, entre otras, son instituciones que fijan criterios para determinar si alguien es padre o hijo, docente o estudiante, miembro o externo, ciudadano o extranjero y demás. Estas instituciones permiten fijar cierto conjunto de reconocimientos y están sujetas a las modificaciones históricas que sus autores creen convenientes. En el ejemplo citado, la realeza del rey depende del reconocimiento de los súbditos. De la misma manera, todos los elementos que conforman el aspecto social de la identidad de cualquier persona dependen del reconocimiento de otras personas.
Por último, además de ser un cuerpo propio, una autoconciencia psicológica y una intersección de relaciones sociales, soy un ser humano como cualquier otro. Además de los aspectos materiales, que me constituyen como un individuo singular distinto de otros, encuentro en mí algo común a todos los miembros del género humano: la identidad formal. Esta identidad formal es el soporte de los deberes y derechos éticos, válidos para todo ser humano, con independencia de sus rasgos físicos, su origen, sus creencias, su carácter, su lugar de nacimiento, su pertenencia a una familia o a un Estado y demás. Estos derechos y deberes, llamados "derechos humanos", han sido objeto de diversas declaraciones e incorporados a las constituciones de los Estados modernos. Estos derechos de tercera generación fueron incorporados en nuestro país con la reforma constitucional de 1994.

miércoles, 17 de abril de 2019

¿Qué es la Justicia?


Problemática:

Desde Tales de Mileto hasta nuestros días, la filosofía se ha caracterizado por interrogar los grandes problemas que acogen a la humanidad, entre ellos la pregunta por la justicia que es sin duda una de las más difíciles de responder, y tal vez, sea una de las preguntas más importantes que el pensamiento humano se ha hecho en diferentes épocas.

Introducción:

El concepto de justicia, es de una inmensa abstracción, sin embargo constantemente en la vida cotidiana hacemos referencia a ella. El hombre al ser arrojado al mundo se siente inseguro y va en busca de justicia, pero a veces resulta imposible y dice frases como: “vivimos en un mundo injusto”, “lo justo es justo”, “la sanción o pena aplicada fue injusta”, “en nuestra sociedad no hay justicia social”, “los Diputados y Senadores debe de sancionar leyes justas”, etc. Es decir que a la palabra justicia le podemos dar variados usos y diferentes significados desde lo hermenéutico; por lo tanto, este trabajo se orientará a investigar las diferentes argumentaciones y múltiples significados que los filósofos le fueron dando, en el intento de responder al interrogante en las diferentes etapas de la filosofía.

La Antigüedad clásica.

En el diálogo “La República”, Platón plantea la cuestión de la justicia y hace referencia a que justo es “decir la verdad y pagar las deudas”; “dar a cada uno lo que le corresponde”, o “justicia es el interés del más fuerte”. También para Platón la idea de justicia estaba ligada a la noción de armonía: cada individuo realiza el trabajo que le compete de acuerdo a la posición que ocupa, sin inmiscuirse en los asuntos de los demás. Para Aristóteles, la justicia es una virtud, entendiendo por virtud el término medio entre dos extremos, es decir entre dos vicios: el vicio de exceso y el vicio del defecto. También define a la justicia como una virtud total y consiste en la observancia de la ley orientada hacia el bien común de la sociedad al regular la distribución de cargas y premios.

La edad media.

Su máximo representante, santo Tomás de Aquino hace un sincretismo de cristianismo y aristotelismo, que ha tenido una gran influencia en la historia. Toma el concepto de justicia de Aristóteles, pero señala que la caridad es superior que la justicia porque, mientras la justicia solo se limita a reparar los daños y premiar los méritos, la caridad sobrepasa la mera justicia teniendo como modelo la gratuidad con que Dios ama a los seres humanos.  Distingue dos tipos de leyes: la ley positiva, que surge de un pacto o convenio y tiene fuerza obligatoria, y la ley natural, que es la que otorga Dios a los hombres para que puedan alcanzar el fin de lo que le es propio. De Santo Tomás surgen los derechos naturales de las personas, como derechos innatos, eternos e inmutables, establecidos por Dios como evidentes a la razón humana. Posteriormente, esos derechos naturales se convertirán en “derechos humanos”.

La modernidad ilustrada.

Durante el siglo XIX, en Europa surge un movimiento cultural, filosófico, político, literario y científico, que representó el pensamiento de la burguesía que llevó a  transformar  las caducas estructuras del Antiguo Régimen medieval. Este movimiento se denominó: La Ilustración Siglo de las Luces o iluminismo, desarrollado en Francia, Inglaterra y Alemania.
Durante este período se insiste que la noción de justicia está en que los individuos poseen derechos naturales y considera justos o legítimos a los sistemas políticos que garanticen los derechos básicos a toda la población.
Los filósofos como Hobbes, Locke y Rousseau afirman que hay que entender a la sociedad política como el producto de un contrato social, en el que las personas ceden una parte de sus derechos naturales en favor del Estado.
Kant fue el máximo exponente de este pensamiento filosófico y formula un enunciado al que denominó imperativo categórico, que constituye el resultado esencial de la filosofía moral y su solución al problema de la justicia. El imperativo categórico promulga el deber por el deber mismo, y no por sus consecuencias, afirma que la conducta humana es buena o justa cuando está determinada por normas que los hombres que actúan pueden o deben desear que sean obligatorias para todos. En este sentido la justicia es obrar bien, independientemente de las consecuencias que esto tenga o pueda tener para el que actúa. El derecho natural y la justicia legal se basan en la razón humana y no en la ley eterna.
Con el ascenso de la burguesía, van siendo dejados de lado los estamentos cerrados del medioevo y se comienzan a disfrutar de un amplio conjunto de libertades o derechos de primera generación de corte liberal (como los establecidos en el artículo 14 de nuestra Constitución Nacional), garantías procesales y derecho a la propiedad privada.
A partir del siglo XIX, el utilitarismo de John S. Mill, representa la visión o concepción de justicia de la sociedad moderna que fomenta la mayor felicidad para la mayor cantidad de población.

La justicia actual contemporánea.

La burguesía impone su poder en la revolución Francesa desde lo político y la revolución industrial que da surgimiento al capitalismo como modelo económico, establece un nuevo orden mundial, al cortarle la cabeza al último Rey de la monarquía católica, Luis XVI, y con este acontecimiento finaliza el viejo orden medieval.
El ascenso al poder de la burguesía trae la conformación de una nueva clase social, la proletaria, que había quedado marginada de los derechos establecidos en la Declaración Universal del Hombre de 1789. A partir de estos acontecimientos aparecen nuevas ideologías de tinte proletarias o trabajadoras que reclaman la incorporación de nuevos derechos con justicia social.  El socialismo, el comunismo y el anarquismo eran las nuevas ideologías obreras.
En este contexto surge el pensamiento filosófico, político y económico de Carlos Marx, para quien el derecho que subyace del orden capitalista era injusto, critica el sistema de explotación laboral de la burguesía sobre el trabajador, a quien aliena en su trabajo y se apropia de las ganancias a través de la plusvalía, incrementando beneficios económicos a los burgueses. Las luchas obreras trae el triunfo de los derechos de segunda generación, como lo son los derechos económicos, sociales y culturales que vienen a impartir justicia social, haciendo de las actuales teorías de la justicia que formuladas en el campo social significan equidad en la distribución de cargas y beneficios sociales a los trabajadores.
El siglo XX fue escenario de dos conflictos bélicos mundiales –la Primera y Segunda Guerra Mundial-, en la que murieron millones de personas y se cometieron atroces violaciones a la dignidad humana. El holocausto judío y los horrores de la guerra produjeron como reacción que las naciones del mundo iniciaran un camino hacia la concreción de acuerdos para que la dignidad humana no vuelva a ser avasallada.
El 24 de octubre de 1945, representantes de cincuenta países, se reúnen en Estados Unidos y redactaron la Carta de las Naciones Unidas, que tuvo como finalidad preservas a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, a reafirmar los derechos fundamentales del hombre y promover el progreso social.
El 10 de diciembre de 1948, la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que la comunidad internacional llega a un consenso sobre cuáles son los derechos inherentes a la dignidad humana, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión de las personas. El respeto por los derechos era fundamental para la convivencia internacional, cuya tarea de regular y proteger los Derechos Humanos  ya no eran exclusivas de los Estados, sino que corresponden al derecho internacional y a sus organizaciones.
Luego de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se establecieron otros pactos y convenciones que la complementan y sus características principales son: universales, naturales, inalienables, inviolables, obligatorios, indivisibles. Estos tratados internacionales sobre Derechos Humanos, fueron incorporados en nuestra Constitución Nacional y son la Ley Suprema de la Nación.
A partir de 1980 se reconocen los Derechos de tercera generación y recaen sobre sujetos colectivos como por ejemplo, una nación, un pueblo, una comunidad, una etnia o toda la humanidad y comprende los siguientes derechos: el derecho a la paz, el derecho al desarrollo, el derecho a un medio ambiente sano y equilibrado, el derecho al respeto del patrimonio común de la humanidad.
John Rawls establece un nuevo de sistema de justicia de carácter universal. Válida para toda la sociedad, independientemente de las características históricos culturales. Define a la justicia en términos de su distribución equitativa entre los individuos de la sociedad. Una norma es justa cuando favorece a todos y a cada uno con independencia de sus características particulares. La justicia es definida como justicia distributiva y se opone a la justicia utilitarista, que surgida en el contexto de la sociedad norteamericana proponía como meta de la Ética la mayor felicidad y el menor dolor para la mayor cantidad de personas.
El concepto de justicia, pertenece tanto al ámbito de lo ético como al
de lo jurídico, ha sido y sigue siendo empleado desde diferentes perspectivas que
corresponden a distintas concepciones de las relaciones sociales. Como virtud y valor ético-social, su realización se encuentra siempre en tensión y frecuentemente en conflicto con la exigencia de la libertad individual. Asimismo, la forma de entenderla y tratar de realizarla, tanto en el nivel jurídico como en el ético –que son planos distintos pero interrelacionados, por cuanto lo jurídico encuentra su razón de ser en su intencionalidad ética– puede responder a una cosmovisión tradicionalista o a una progresista. La primera trata de mantener las cosas como están, suponiendo que todos se benefician en una sociedad estable, a pesar de los defectos de cualquier sistema social real. La progresista, en cambio, intenta remediar los defectos mediante la crítica conducente al replanteamiento de las estructuras sociales y a la redistribución de los bienes materiales y culturales en busca de una sociedad más justa. Se dan también dos ideas contrapuestas de la justicia: la que se basa en el mérito (que corresponde a la visión tradicionalista: a cada cual lo que se merece) y la que se basa en la necesidad (correspondiente a la visión progresista: a cada cual lo que necesita).
La correspondencia con el concepto de equidad se da propiamente en la segunda,
porque ésta parte del presupuesto de la igualdad de todas las personas en cuanto
sujetos de derechos; mientras que la primera no sólo establece de entrada un orden de privilegios a partir de los méritos, sin considerar las condiciones sociales de quienes no han podido lograrlos, sino que, además, corresponde a un concepto reducido a la recompensa o a la venganza. John Rawls, en su Teoría de la justicia, le da la prioridad al concepto de equidad, al definir la realización de la justicia como el resultado de un contrato social hipotético que, en virtud de un supuesto “velo de ignorancia” previo –es decir, ignorando en un principio los hechos, las historias y las situaciones particulares–, reconoce imparcialmente los derechos iguales de todos; pero a partir de tal reconocimiento tiende a procurar su realización efectiva para quienes en una sociedad determinada se encuentran en desventaja -los pobres, los marginados, los excluidos-.
Otros de los filósofos contemporáneos que relaciona la ética con la justicia es Paul Ricouer nos dice que la intención de la ética es el de una “estructura del vivir-juntos (convivir) de una comunidad histórica -pueblo, nación, región, etc.-”, que garantice la igualdad como equidad, lo que implica el reconocimiento efectivo de los derechos de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad. Sobre la base de la pluralidad, que es un dato fundamental de la condición humana, la realización de la justicia como equidad exige la concertación mediante la participación activa de todos los integrantes de la sociedad en las decisiones que afectan la determinación de los contenidos y la realización de la vida buena para todos y cada uno.

Conclusión final.

Durante el recorrido histórico realizado en la búsqueda de una respuesta a la pregunta sobre ¿qué es la justicia?, resulta arduo dar una respuesta contundente. La filosofía que interroga, problematiza, aspira alcanzar la verdad, a través  de una explicación racional, se ha esmerado, esforzado en encontrarla en ese recorrido que realiza desde los presocráticos hasta hoy. La palabra abre un abanico de respuestas infinitas como consecuencia de la interpretación que cada persona realice conforme a como una Nación aplica sus leyes o de la acción que una persona realice pudiendo ser considerada justa o injusta. La justicia es una aspiración al que todo individuo o sociedad pretende alcanzar. La religión nos redime de toda situación de injusticia cuando vamos al cielo, siempre y cuando nos portemos bien acá en la tierra, Nietzsche lo denomina moral de los esclavos. En la vida terrenal, el hombre como un ser gregario, cede parte de su libertad para vivir en sociedad; y el Estado se encarga de regular los derechos y obligaciones que tenemos los ciudadanos a través de leyes que regulan nuestras conductas, y ellas podrán ser justas o injustas. Por lo tanto, en este mundo terrenal sólo quedan dos alternativas, acatar las leyes tal cual fueron sancionadas o ponerse en acción a través de los mecanismos democráticos establecidos para cambiar la realidad y como dice Marx: “los filósofos no han hecho más que interpretar al mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

martes, 8 de enero de 2019

El lenguaje según Wittgenstein


Wittgenstein nació en 1889, en Viena, Austria y falleció en Cambridge, Reino Unido en 1951, fue un personaje  fascinante,  perteneció  a  una  familia  judía, austriaca adinerada  de renombre o prestigio. Estudió ingeniería aeronáutica. En su vida en Londres comenzó a estudiar filosofía de la matemática y de la lógica. Sus críticos lo ubican en el campo del positivismo lógico de Russell, del  cual recibirá una  gran  influencia, se  desmarcará  de  su f ilosofía  científica,  y aportará   desde  su ¨principio  de verificabilidad¨ una   filosofía  analítica  que  pretende  demostrar  que   solamente tienen significado aquellos enunciados que son empíricamente verificables. Es decir, en la misma línea que Karl Popper y  su  metodología  de  la  ciencia,  que  expondrá  el ¨ principio  de  falsación, como una de las bases fundamentales de los postulados científicos.
Hasta  finales  del  siglo  XIX, todos  los  temas y problemas filosóficos giran alrededor de la relación entre lenguaje y pensamiento. Los filósofos entendían que a través del lenguaje, el pensamiento de las personas se ofrecía para sí mismo y para los demás a través de palabras y oraciones.

LENGUAJE
PENSAMIENTO

Esta relación entre lenguaje y pensamiento se manifiesta o aflora cuando hablamos de la realidad, de las representaciones, de la verdad, de ética, del poder o cuando analiza la cultura humana. Hay una estrecha relación entre pensar y hablar, porque es la raíz de nuestras acciones, gustos, creencias, deseos y, en definitiva, de nuestra relación con el mundo y la realidad.
MUNDO
REALIDAD

Los filósofos pensaban que las cosas motivaban las palabras, es decir que el origen y el sentido de las palabras, estaba inscripto en las cosas del mundo, el lenguaje reflejaba el pensamiento; pensar era una forma de imponer categorías intelectuales a los datos de la experiencia y las palabras representaban la relación entre el pensamiento y el mundo.  
Pero a partir de la filosofía contemporánea las cosas empiezan a verse de otra manera y se comienzan a darse algunos señalamientos de tres órdenes diferentes:

      1)    En el orden lingüístico.
Se comienza a dejar de lado la idea de que el lenguaje cumple una función representativa. La relación entre las palabras y las cosas es arbitraria.
     2)    En el orden filosófico.
Con la filosofía analítica se comienza a decir que todos los problemas filosóficos son problemas planteados por el uso del lenguaje y, que resueltos estos problemas lingüísticos, desaparecerían gran parte de los problemas filosóficos.
     3)    En el orden lógico.
Se planteó el problema de la posibilidad y la necesidad de formalizar el lenguaje. La lógica era una técnica que posibilita pensamientos correctos.

Con Frege, Russell y Wittgenstein la lógica comienza a verse como una estructura misma del lenguaje.
El lenguaje sigue siendo un problema central en los debates filosóficos de la época actual. Wittgenstein se consideró como la síntesis y la máxima expresión de los debates sobre el lenguaje. Sus trabajos marcan un punto de inflexión, un antes y un después en la filosofía del lenguaje.
La filosofía de Wittgenstein suele considerarse dividida en dos fases, la segunda de ellas caracterizada por una crítica radical de las tesis defendidas en la primera; existen, con todo, rasgos comunes a ambas, como el interés por analizar el lenguaje como método de reflexión filosófica.
El primer Wittgenstein.
Plantea el problema lógico-formal del lenguaje y sus ideas se refleja en su primer obra el Tractatus Lógio-philosophicus.
Su preocupación principal era establecer una relación lógica entre el lenguaje y el mundo. El mundo adquiere sentido a través del lenguaje o el nexo entre nosotros y el mundo es el lenguaje.
Los componentes del lenguaje que hacen posible esta relación son: 







LOS NOMBRES
Son expresiones que designan una cosa. El significado de un nombre consiste en el objeto que nombra y el significado de una oración consiste en la situación que describe.
Los objetos son como una especie de átomos lógicos y constituyen la materia con la que están construidos todos los hechos. Por ejemplo: la palabra árbol designa a la cosa árbol.
Pero los nombres solos no producen sentido. Por ejemplo decir: árbol, árbol, árbol, no nos dice nada.




LAS PROPOSICIONES
La relación lógica existente entre el lenguaje y el mundo se establece a través de proposiciones.
Una proposición es un enunciado acerca del mundo. Todas las proposiciones tienen un significado y pueden ser verdaderas o falsas.
Hay dos tipos de proposiciones:
1)       Las proposiciones elementales o atómicas: son aquellas que no se descomponen en otras proposiciones.
2)     Las proposiciones complejas o moleculares:








IMAGEN PICTÓRICA
DEL SIGNIFICADO
Las proposiciones elementales tienen sentido porque son imágenes de estados de cosas. Una proposición comparte con la situación que describe una misma estructura o forma pictórica o lógica.
Las imágenes pictóricas del mundo son imágenes isomórficas, es decir, representaciones en la que están coordinadas o coinciden cosas, propiedades y relaciones de un sistema (mundo), con cosas, relaciones de otro sistema (lenguaje). La coordinación es lo que hace que un hecho sea imagen de otro. Si una imagen es isomórfica es verdadera, de lo contrario es falsa. El significado de la proposición será entonces el resultado de la coordinación de la proposición.






LOS NEXOS LÓGICOS.
Son también llamados conectivas extensionales, son palabras lógicas que tienen la propiedad de que, a partir de proposiciones elementales cuyo valor de verdad está determinado, crean una proposición compleja cuyo valor de verdad queda, a su vez, determinado por el valor de verdad de las proposiciones atómicas que la componen. Algunos de estos nexos lógicos son: y, o, si… entonces…, no, ni… ni.
Dos o más proposiciones elementales o atómicas unidas por nexos lógicos configuran una proposición compleja o molecular. Por ejemplo: “el árbol están caído y la vereda está rota”  la unión de dos proposiciones atómicas unidas por un nexo lógico componen una proposición molecular.
La verdad o la falsedad de las proposiciones complejas o moleculares dependen de las proposiciones elementales o atómicas que la componen y el tipo de nexo que se establece entre ellas.

Estos componentes del lenguaje nos permiten hacer referencia del mundo. Pero ¿de qué está compuesto el mundo?
 El mundo está compuesto por:




      1)    Los hechos.

Wittgenstein dice: “El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”.
Cuando los hechos existen las proposiciones elementales o atómicas son verdaderas y lo referido a ellas son estados de cosas del mundo.



      2)    Los estados de cosas.
Las proposiciones refieren a estados de cosas que están compuestos por hechos, que a su vez compuesto por objetos. Por ejemplo: “el árbol está caído”, es una proposición verdadera si hay un hecho en el mundo real que es justamente que el árbol esté caído.

En resumen, para Wittgenstein el lenguaje es la totalidad de las proposiciones, sean estas verdaderas o falsas o el lenguaje es la totalidad de las figuras de todas las situaciones, existentes o inexistentes. Cada figura representa su sentido y una proposición es una figura de situación, por compartir una misma forma lógica o pictórica.

El segundo Wittgenstein.

El segundo momento del pensamiento filosófico de Wittgenstein está expuesto en su libro “Investigaciones Filosóficas”. En esta obra se advierte un cambio en sus ideas con respecto al Tractatus Lógigo-Philosóphicus.  En este segundo período la idea principal está representada en la siguiente tesis: La relación del mundo-lenguaje no es de carácter necesario, es decir, no es de carácter lógico-formal. Como esta relación no es necesaria puede adoptar diversas formas.
Esta forma de entender el problema modifica sustancialmente el concepto de significado. El significado de una expresión no reside en lo que representa lógicamente, sino en los usos del lenguaje en el contexto de las diversas actividades humanas. De lo que se trata ahora es de saber cómo funciona el lenguaje en vez de intentar responder a la pregunta de por qué una proposición tiene sentido. En esta nueva mirada sobre el lenguaje, adquiere especial significación y presencia el lenguaje cotidiano.  Por otra parte, realizar un breve recorrido por los principales puntos de esta elaboración, nos sitúa en la puerta de uno de los temas más complejos de la filosofía del lenguaje contemporánea: la teoría pragmática del significado. En otras palabras, es difícil comprender la discusión actual acerca del lenguaje, si no se tiene en cuenta los problemas planteados por Wittgenstein.
Como la relación entre lenguaje y el mundo no es necesaria, entonces son posibles diversas formas de lenguaje que pueden expresar de muchas formas esa relación. Cada una de esas maneras es un juego lingüístico. Los lenguajes son múltiples y esta multiplicidad varía; es decir, algunos juegos lingúisticos aparecen mientras otros van cayendo en desuso y son olvidados.
El lenguaje deja de ser la representación lógica y pasa a ser una actividad. Dar órdenes, describir la apariencia de un objeto, narrar un suceso, formular una hipótesis, presentar los resultados de una experiencia en tablas y diagramas, recitar, hacer chistes, preguntar, agradecer, maldecir, rogar, etc., son algunos de los múltiples juegos del lenguaje.
¿Cuál es el alcance de esta modificación del punto de vista anterior?
En primer lugar, se modifica la idea que se tiene del significado: en los juegos lingüísticos, el significado de una palabra, de una oración es el uso que se hace de ellas en cada juego del lenguaje, y el uso es la costumbre de las técnicas de ese juego.
En segundo lugar, Wittgenstein deja de lado la idea de un lenguaje es tanto mejor cuánto más se aproxima al ideal de un lenguaje exacto. En la idea del lenguaje exacto propio del primer Wittgenstein había tres exigencias:
    1)    Las palabras debían ser definidas (las definiciones eran ostensivas: para definir “árbol” había que señalar, indicar, el objeto árbol),
     2)    Las palabras debían seguir reglas lógicas;
     3)    Las reglas tenían que ser establecidas para siempre (las reglas eran lógico-formales).
Wittgenstein piensa ahora que estas exigencias son ilegítimas dentro del lenguaje cotidiano. La primera exigencia queda impugnada con la teoría de los juegos del lenguaje: las palabras se definen por su uso en un contexto determinado. La exigencia de la exactitud es un despropósito: dentro de los juegos del lenguaje no hay límites de exactos para establecer un significado. Por lo tanto, y en relación a la tercera exigencia, Wittgenstein asegura que no hay reglas que definan de una vez y para siempre el significado de una expresión: los significados son abiertos, dinámicos y variables, según el contexto y el uso que se hace de ellos.
En tercer lugar, las expresiones proferidas ya no buscan ser sólo la descripción del objeto o hecho del mundo nombrado, sino que la expresión significa ahora sólo aquello que debe ser entendido. Entender correctamente una expresión dentro del juego lingüístico utilizado en esa oportunidad, es entender el significado de la expresión. Por ejemplo: un adolescente de una escuela secundaria concurre el domingo a la cancha de fútbol y una persona que está a su ledo le dice: ¿me aguantás un faso?. El joven saca un cigarrillo y se lo da. En este caso se utilizó un juego del lenguaje propio del ambiente de una cancha de fútbol y la comunicación fue eficaz. El lunes va a su escuela y le dice a su profesora de lengua: ¿”me aguantás el libro”? La profesora ante el pedido de su alumno se enoja y considera que el pedido fue una falta de respeto. En este caso hubo un uso inadecuado del lenguaje porque la preferencia, el juego del lenguaje utilizado, varió de contexto y resultó inapropiado y, por lo tanto, la comunicación fue ineficaz.
Entonces: ¿qué es lo que determina que una expresión ha sido utilizada correctamente? Lo que determina  el comportamiento que muestra una comprensión correcta lo decide la reacción de la comunidad lingüística que establece un determinado comportamiento como comprensión correcta. Queda claro que las determinaciones de corrección o incorrección de las comunidades lingüísticas no son fijas, ni universales, sino que se van modificando con el tiempo y según los lugares, las influencias que recibe esa comunidad.
En cuarto lugar, Wittgenstein señala que: “no puede haber una regla del lenguaje para uno solo y para una sola vez”. Esto es lo que se conoce como la imposibilidad de los lenguajes privados.
Las sensaciones de una persona pueden ser privadas pero las palabras de las sensaciones son públicas y están sometidas al control del criterio público acerca de ellas. Por ejemplo cuando digo “tengo un dolor”. Una expresión tiene significado sólo cuando públicamente hay casos en que puede ser usada correctamente o incorrectamente. Solo hay utilización correcta o incorrecto cuando hay compromiso para la utilización de los juegos del lenguaje. Los controles del uso del lenguaje los hace la comunidad lingüística, en un lugar y tiempo dado. Los juegos del lenguaje y sus usos son públicos y las reglas de esos juegos son las que juegan todos.
Los alcances filosóficos del cambio en el pensamiento de Wittgenstein son:
1.    La tarea filosófica tiene una finalidad terapéutica. La preocupación de este primer momento filosófico de Wittgenstein deja de ser la realización de un lenguaje completo y perfecto. Wittgenstein ve a la filosofía como una enfermedad cuyo mal mayor consiste en plantear falsos problemas, y busca utilizar el análisis del lenguaje como terapia. En muchos casos lo que el filósofo necesita no son respuestas a sus preguntas, sino comprender que las preguntas que carecen de sentido. Cuando el filósofo queda enredado en esas pseudo-preguntas, se enferma y las cuestiones filosóficas pasan a ser sus enfermedades. Entonces, la única terapia posible es un filosofar que saque al filósofo  de esos nudos inconducentes y sin sentido.
2.   La multiplicidad de juegos del lenguaje desemboca en un relativismo lingüístico. Otra consecuencia filosófica importante de esa segunda etapa del pensamiento de Wittgenstein, es el relativismo lingüístico que se pone de manifiesto en la defensa de la multiplicidad de juegos del lenguaje. De la perspectiva del lenguaje como  representación lógica del mundo se pasa a la visión del lenguaje ordinario como instrumento.
Wittgenstein afirma que todo lenguaje está en orden tal como está. Por lo tanto, es imposible que un lenguaje lógico o científico pretenda constituirse en el lenguaje que comprende a todos los otros y mucho menos mostrarse como el lenguaje capaz de ofrecer criterios de rectificación y de interpretación de un mundo que lingüísticamente se le muestre lejano o inabordable (el mundo de la vida cotidiana, el mundo del lenguaje ordinario).