La
palabra filosofía significa etimológicamente amor a la
filosofía. Deriva de las palabras griegas philos,
que significa “amor”
y sophía,
que quiere decir “sabiduría”.
En
la Grecia del siglo IV a.C., el filósofo, el amante de la sabiduría,
nació como el opuesto al Sophós,
el sabio.
Este último era el que poseía la sabiduría mientras que el
filósofo era aquel que la buscaba constantemente porque carecía de
ella; lo suyo era por la sabiduría. El filósofo interpreta,
pregunta, plantea interrogantes más que respuestas, es un buscador
de respuestas; la duda siempre lo acompaña. Se preocupa, se inquieta
por el saber. ¿por qué busca constantemente la sabiduría que el
sabio ya tiene? Porque el filósofo pretende saber pero para tener el
sabor, es decir, para armonizar la razón y los sentidos, para saber
vivir y saborear las cosas. ¿Qué ese saber que es al mismo tiempo
sabor de las cosas? La búsqueda de la verdad. La verdad es para los
filósofos de la Grecia del siglo IV a.C., aquello que da sentido, lo
que es innegable, necesario, lo que los dioses ni los hombres logran
desmentir, lo que explica la totalidad o el todo. El filósofo es
aquél que pretende entender y explicar el origen de las cosas, de
los seres humanos y el mundo.
La
filosofía, como actividad que pretende explicar la totalidad y que
busca la verdad, surgió en el siglo IV a.C., en Atenas, la Polis
(ciudad-Estado) que dominaba a las otras ciudades griegas (Hélade).
El filósofo apareció con las ideas de Sócrates
y a él siguieron Platón
y Aristóteles,
cada uno maestro del siguiente. Platón y Aristóteles dejaron
huellas en el pensamiento filosófico hasta nuestros días.
Aristóteles
estableció el nacimiento oficial de la filosofía a partir de sus
investigaciones en esa materia, señaló que fueron los sabios de la
ciudad de Mileto como Tales,
Anaximandro y Anaxímenes,
quienes primero emprendieron una
búsqueda del origen (arkhé)
o fundamento de las cosas en el siglo VI a.C. Luego, siguieron otros
en varios lugares de la Hélade: Jenófanes,
Heráclito, Parménides, Zenón de Elea, Pitágoras, Empédocles,
Anaxágoras, Leucipo, Demócrito.
Finalmente llegaron Sócrates
y Platón, quién elaboró
el concepto de eidos
o idea, y Aristóteles
con la noción de ousía
o sustancia.
La
filosofía interpela la realidad, formula preguntas sobre todo lo que
existe y conocemos, sobre la totalidad. Esta capacidad de hacerse
preguntas, de cuestionar lo dado es lo que se denomina
“problematización”, es decir, plantear en problemas, cuestiones
o preguntas sobre los aspectos del mundo. Por eso, en filosofía se
habla comúnmente de “problemas”: el problema de la verdad, de
los seres humanos (el problema antropológico), del conocimiento, del
arte, del bien y del mal, de la política, etc.
La
filosofía no acepta las verdades establecidas, la “naturalidad”
del mundo, el orden de las cosas, sino que los cuestiona, mira por
debajo de ellos, lee entre líneas, formula una y otra vez preguntas
sobre aquello que la mayoría de las personas han establecido. Vuelve
a descubrir el mundo con los ojos de un niño, pone a prueba todos
sus supuestos y presupuestos e inventa nombres que resignifican las
cosas que ya conocemos: crea conceptos.
La
filosofía se ha desarrollado desde el siglo IV a.C. hasta la
actualidad y las personas que se dedicaron a ella, los filósofos,
fueron redefiniéndola en cada época histórica, ofreciendo nuevas
respuestas a viejos o nuevos problemas. Cada respuesta se presenta
generalmente como un nuevo interrogante.
En
síntesis, la filosofía permite analizar, reflexionar y comprender
mejor la realidad en la que vivimos y a nosotros mismos.
El
ser humano tiene una necesidad básica primitiva o atávica, es
decir, común a todos los de su especie, de aprehenderlo todo, de
atrapar el mundo, las cosas, la naturaleza y hasta a sus congéneres
a través de las palabras.
El
ser humano nombra el mundo, creando un universo de sentido y
significado. Los pueblo primitivos son los más preocupados por
clasificarlo todo y conocer la razón de todo, es decir, de
entenderlo todo.
El
lenguaje filosófico es abstracto y los conceptos que la integran
fueron elaborados a través de la historia y a partir de las mismas
preguntas: ¿qué es el ser humano? ¿qué es la verdad? ¿qué es el
mundo y cómo funciona? ¿qué es el bien y el mal? ¿cuál es el
destino de las personas?
¿Qué
utilidad tiene la filosofía?.
Tales
de Mileto,
uno de los primeros filósofos de la antigua Grecia, del cual se
narran algunas anécdotas. La primera es que pasaba mucho tiempo
contemplando los astros, el sol y las estrellas. Un día Tales estaba
mirando el cielo y por descuido se cayó a un pozo. Una joven de
Tracia que pasaba por ahí, se burló de su preocupación por conocer
las cosas del cielo, cuando ni siquiera se daba cuenta de lo que
tenía en sus pies.
La
segunda anécdota cuenta que unos conocidos, advirtiendo la pobreza
de Tales de Mileto, le reprocharon la inutilidad y la falta de
rentabilidad de la filosofía. Él, sin embargo, gracias a sus
conocimientos de astronomía, logró prever una buena cosecha de
aceitunas cuando aún era invierno. Con el poco dinero que tenía,
consiguió
los molinos de aceite de Mileto y de Quíos. En cuanto llegó la
temporada, los subalquiló al precio que quiso y reunió una suma
considerable de dinero para demostrar que es fácil para los
filósofos hacerse ricos cuando quieren, pero que ése no es el fin
de la filosofía.
La
filosofía de los presocráticos.
Los
filósofos anteriores a los sofistas y a Sócrates son denominados
presocráticos. Estos filósofos tienen en común la búsqueda de un
origen (arkhé)
o fundamento primordial de la realidad que generalmente encuentran en
elementos de la naturaleza.
Los
primeros que filosofaron fueron los sabios de Mileto o milesios.
Ellos pensaron que los únicos principios de todas las cosas son la
naturaleza material. Por esta razón, se los denominó materialistas
o ilosoístas. Entre los
primeros milesios figuran Tales,
Anaxímedes y anaximandro.
Los
milesios.
Tales,
el primero en filosofar, sostiene que el fundamento primero u origen
de la realidad es el agua.
Para Anaximandro
ese origen es el ápeiron
o infinito y para
Anaxímedes es el aire.
Heráclito
de Éfeso.
Sostiene
que el origen de todas las cosas es el fuego.
Pero además, señala que todas las
cosas están en movimiento.
De él, se suele recordar la idea de que no podemos bañarnos dos
veces en el mismo río, para significar que la realidad fluye y que
nada permanece igual, sino que hay un cambio permanente. En realidad,
el fragmento de su obra que ha subsistido dice: “Para
los que entran en los mismos ríos, corren aguas diferentes, y las
almas son exaltadas de la humedad”.
La
filosofía del movimiento es también una filosofía de la identidad.
Todo es fenómeno de una misma realidad. Esta realidad no aparece
cuando un fenómeno es aislado en un instante sino que, para
comprender lo que es, hay que restablecerlo en la gran corriente del
devenir que crea los fenómenos y los contiene, y fuera de la cual no
hay nada.
Heráclito
también se refirió al logos
(discurso, relato, palabras, razón)
como aquello que es eterno y común y que puede definirse como la ley
del mundo en perpetua evolución que se conoce a través del
lenguaje. Y pese a que es común, la multitud vive como si cada uno
tuviera su propia inteligencia.
Los
eléatas: Parménides y Zenón.
Parménides
de Elea (sur de Nápoles),
escribió un poema en hexámetros (versos de seis sílabas) del que
quedan 155 versos. En él, el carro del poeta es conducido por las
hijas del Sol hasta la encrucijada en la que se dividen las rutas de
la Noche y del Día y en as que se abren las puertas que acceso a la
Diosa, cuya voz es la de la verdad. Parménides sostiene
que “lo que
es, es y no puede no ser”.
Para
Parménides, el conocimiento de la naturaleza implica dos caminos, el
de la verdad y el de la opinión. Hay que elegir el camino de la
verdad, aunque puede considerarse el camino de la opinión con la
condición de hacerlo sin ilusión.
Zenón
también
era de Elea. Se refería a la flecha que no puede volar para
significar la imposibilidad de pensar racionalmente la relación
entre uno y lo múltiple.
Pitágoras.
Nació
en la isla de Samos y para escapar de la invasión de los persas en
Asia Menor, emigró a Crotona, sur de Italia, donde fundó una
escuela que fue también una comunidad religiosa de reglas estrictas.
Su nombre derivado de agoréuo,
que tiene el sentido de “hablar en público”,
parece más bien un sobrenombre y quiere decir “discurso
en la pitia o pitonisa”
que emitía el oráculo en nombre de Apolo
de Delfos.
La
mayor preocupación de Pitágoras es el orden religioso y teológico
en relación con la creencia de la inmortalidad del alma. Era un
apasionado de la aritmética y la geometría. Esa pasión está
íntimamente relacionada con su preocupación teleológica: creó una
“mística” de los números que no le impidió avanzar en la
ciencia de los números y de las proporciones. Hizo de los números
el fundamento de todas las cosas. Cada cosa es una armonía de los
números y el número es una armonía de opuestos. A los pitagóricos
debemos la idea de un “cosmos” como universo armoniosamente
ordenado. Teorizó también sobre la música (fue el creador de la
concordancia musical) y la cosmogonía,
es decir, el origen
del mundo.
Tuvo asimismo ambiciones políticas, pretendía extender la búsqueda
de la armonía moral que sostenía en su secta de iniciados a la
ciudad griega en su conjunto.
A
Pitágoras se
lo señala como el creador de la palabra filosofía.
Empédocles
de Agrigento.
Su
pensamiento se ubica en el concepto de totalidad en el centro de sus
preocupaciones. Se trata de una totalidad lógica y física que
permite establecer una relación dialéctica entro lo uno y lo
múltiple.
Anaxágoras
de Clazomene
Fue
el primero que asumió una posición clara respecto del infinito que
relacionó con el “todo”.
Opinaba
que la multiplicidad de los seres invita a considerar una
fragmentación sin término; la división del ser va al infinito en
el sentido de la pequeñez. A la inversa, en la composición de los
seres, el infinito es considerado en el sentido de la grandeza. Así
aparecen en Anaxágoras las dos nuevas nociones de infinitamente
grande e infinitamente pequeño. Como consecuencia de ello, si se
considera un ser determinado en relación con
lo infinitamente pequeño, deberá considerárselo grande. En cambio,
será pequeño en relación con lo que infinitamente grande. Por lo
tanto, si lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño son dos
conceptos fundamentales que constituyen el mundo, se deduce una
relatividad fundamental de la experiencia.
Anaxágoras
elaboró además el principio formal del intelecto o noús
que permite determinar a los seres en este océano e indeterminación
de lo grande o lo pequeño que es el todo, como medida de todas las
cosas.
La
escuela de Abdera: Leucipo y Demócrito.
En
Abdera, ciudad de la isla de Thasos, desarrollaron sus ideas Leucipo
y Demócrito. Ambos consideraban al ser como una multitud de cuerpos
sólidos y al no ser como el vacío, receptáculo tan real como los
átomos que en él se mueven.
Leucipo
sostenía que si se
afirma el ser por oposición al no ser, hay que dar al no ser una
existencia tan sólida como la del ser. El ser está constituido por
un conjunto de cuerpos materiales y el no ser es simplemente el
vacío.
Demócrito
es conocido como el filósofo que ríe perpetuamente. Los problemas
que el planteó fueron la física atomista, la imagen del hombre como
un microcosmos, la tesis moral de la tranquilidad del alma y del
bienestar, el principio de la justicia medida y la preocupación
política.
La
realidad se descompone en lo que Demócrito denomina lo
algo (den) y lo
no algo (méden), es decir,
lo vacío. Estas dos entidades existentes, los átomos y el vacío,
son objeto de un conocimiento cierto (la verdad). En cambio, las
cualidades, el gusto y los colores, lo claro y lo oscuro, lo frío y
lo caliente, son el resultado de una convención; son puramente
subjetivas y tienen que ver con la opinión.
La
única cualidad del átomo es definida por el hecho de que excluye
absolutamente el vacío. Es impenetrable, indivisible e impasible.
Todos los cuerpos vivientes y materiales son el resultado de una
combinación de átomos en el vacío.
Las
preocupaciones de Demócrito por
crear una teoría atomista y mecanicista de los fenómenos y del
cambio son fundadoras de corrientes posteriores.
Los
sofistas.
Como
consecuencia de las transformaciones ocurridas en Atenas en el siglo
V a.C., sus ciudadanos necesitaron usar la palabra como un arma
fundamental en la vida pública de la polis. Así surgieron los
sofistas, maestros del discurso y constructores de la verdad
al mejor postor. Desde los lugares del mundo los griegos acudieron a
Atenas, aunque sin establecerse en ella. Pasaban de una ciudad a
otra, recogiendo aplausos y dinero.
Los
sofistas enseñaban a los jóvenes atenienses a ser sabios (sophoi),
es decir, a tener el conocimiento necesario para participar en los
asuntos de la polis. Se representaban como maestros de sabiduría o
de virtud, es decir, del arte de vivir, y como maestros de retórica,
del arte de persuadir mediante el discurso.
Entre
los sofistas figuran Giorgias de Leontinos, Hipias de Elide,
Pródico de Ceos, Protágoras de Abdera, Antifontes y Sócrates.
Para
los sofistas, la unidad es el criterio básico de la moral individual
y pragmática. La moral no puede fundarse en ilusiones como una
naturaleza humana definible, un orden del mundo exterior al hombre
que lo incluye o más allá divino. Solo existen individuos y esos
individuos sólo pueden tener opiniones.
Pero
el individuo es un hombre de la polis, lo útil requiere un
determinado consenso acerca de lo que es válido o lo que no es
válido, existe o no existe. La creación del consenso se consigue
mediante el dominio de la palabra y del arte de la retórica.
Lo
que es útil a cada uno puede ser perjudicial para la polis. Si bien
se exalta el individuo, ello no quiere decir que se haga lo mismo con
el individualismo porque el éxito en la polis debe apoyarse
necesariamente en un consenso provisorio.
Ya
no se cree en los dioses de la polis. Todo queda ahora en manos de
los hombres. Protágoras acuña la famosa fórmula de que “el
hombre es la medida de las cosas; de las que existen en tanto que
existen; de las que no existen en tanto que no existen”.
La realidad o irrealidad de las cosas y su modo de ser pueden
determinarse solamente a travesee la representación que el ser
humano hace de ellas.
No
existe nada más allá de lo sensible; sólo las apariencias
cambiantes percibidas o fabricadas por los sentidos. Por lo tanto, no
puede existir ningún conocimiento verdadero. Como la verdad depende
del sujeto, no existe una verdad que valga igualmente para todos los
individuos. La verdad es relativa a cada uno de ellos, y a los
diversos momentos y estados de los individuos. Cada uno tiene
su verdad, provisional y cambiante.
Sócrates
pasaba la mayor parte de su tiempo discutiendo en las calles, los
gimnasios y los banquetes, suscitando la simpatía de muchos (ejercía
una poderosa fascinación en sus oyentes) y una clara hostilidad en
otros.
En
sus enseñanzas empleos la ironía, la refutación y la
mayéutica. El método de
interrogación irónica y de refutación, hizo que lo compararan con
una mosca por las preguntas y cuestionamientos insidiosos e
infatigables que presentaba a sus interlocutores y discípulos. A
través del método mayéutico
(dar a luz el conocimiento)
-que decía haber heredado de su madre, que era partera- pretendía
dar a luz las mentes. Cada uno debía descubrir la verdad mediante la
argumentación.
Si
bien Sócrates fue un sofista, se opuso a ellos. Desdeñaba su
vanidad, sus monólogos y sus pagos; pretendía seriedad en la
argumentación, se interesaba por el interlocutor y buscaba la verdad
(no en el juego de las palabras).
Lo
acusaron de corromper a los jóvenes y de no creer en los dioses de
la polis, fue sometido a proceso y condenado a muerte.
No
escribió ningún libro. Todo lo que sabemos de su vida y sus ideas
se lo debemos a Jenofonte, Platón y Aristóteles.
Platón lo presenta
en sus diálogos (Apología de Sócrates, Critón, Fedón,
Banquete, Teeteto) como un
maestro del pensamiento, el padre de la filosofía, capaz de
despertar los espíritus a la reflexión gracias a la ironía y la
mayéutica, el arte del diálogo y el cuestionamiento.
Lo
esencial de la filosofía de Sócrates consiste en su fe en la razón
con lo cual el ser humano puede alcanzar el conocimiento en sí y la
felicidad.
Platón.
Su
nombre era Aristocles pero lo llamaban Platón debido a sus
hombros anchos. Provenía de una familia de la nobleza griega; su
madre era descendiente del gobernante de Atenas, Solón quién
dejó sin efecto las rigurosas leyes draconianas e introdujo una
serie de reformas en la organización de la polis que precedieron a
la reforma democrática de Clístenes.
En
el 407 a.C. Platón conoció a Sócrates, quien sería su gran
maestro y junto al que permanecería hasta su muerte en 399 a.C. Pese
a las críticas que Platón formuló a los sofistas e incluso a
Sócrates, éste tuvo una influencia innegable en el pensamiento de
Platón.
Luego
de la muerte de su maestro, Platón realizó una serie de viajes, en
primer lugar a Egipto, y luego a la Italia Meridional y sucesivos
periplos a Sicilia.
Fundó
su propia escuela, la “Academia”, que recibió ese nombre porque
estaba ubicada en un gimnasio, en las afueras de Atenas, dedicado a
un héroe llamado Academo. Entre otros, Aristóteles estudió
en ella.
Los
diálogos de Platón.
Platón
escribió diálogos en los que expuso sus ideas a través de los
personajes. En ellos aparece Sócrates, otros sofistas y
personalidades de la época.
Se
clasifican en tres grupos:
Los
diálogos tempranos, denominados también socráticos o
aporéticos (de aporía, problema sin solución posible), se
caracterizan por terminar en una dificultad y giran alrededor de una
refutación. No establecen una doctrina. Entre otros figuran Apología
de Sócrates, Critón, Protágoras, Laques, Cármides, Menón,
Eutidemo y Cratilo.
En
los diálogos de la madurez, aparecen la doctrina de las ideas
y la doctrina del conocimiento o reminiscencia. El procedimiento
argumentativo más importante es el empleo de hipótesis. Son
fundamentalmente Fedón, República, Banquete o Simposio y Fedro.
Los
diálogos tardíos, en los que el diálogo es menos intenso;
son más metodológico y la figura de Sócrates está desdibujada.
Ellos son: Teeto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo y
Leyes.
También
se sabe por referencias de Aristóteles y Teofrasto (discípulo de
Platón y Aristóteles), que Platón dejó un legado de enseñanzas
no escritas que habría impartido en la Academia.
La
doctrina de las ideas.
El
eje central de la obra de Platón es la doctrina de las ideas. Por
idea o “eidos” Platón entiende el aspecto, forma
o el carácter común que tiene un conjunto de cosas cuando es
aprehendido por la inteligencia. “Éidos” en griego significa
“forma” o “configuración de algo”. Era la característica o
forma común que puede ser aprehendida por el pensamiento.
Las
ideas o formas son comunes a un conjunto de entidades universales.
Son realidades verdaderas y únicas. Y, al mismo tiempo, son modelo
o punto de referencia de las cosas sensibles, es decir, de aquellas
que podemos percibir con los sentidos. Platón sostiene que
las cosas sensibles son imágenes o copias de las ideas. Establece
dos tipos de relación entre las cosas sensibles y las cosas
inteligibles o ideas: una de participación o presencia y otra de
imitación.
Con
la doctrina de las ideas, Platón divide la realidad en dos mundos:
el mundo de las ideas o o mundo inteligible y el
mundo de las imágenes, apariencias o copias de las ideas o mundo
sensible. En el mundo sensible viven los seres
humanos. El mundo de las ideas está más allá de nosotros, es
decir, es “trascendente”. Entre todas las ideas, la idea soberana
es la de bien.
Entonces,
para Platón el mundo o la realidad queda dividido en dos: el mundo
inteligible o de las ideas, trascendente, y el mundo sensible o de
las apariencias, terrenal, donde vivimos los humanos. Esta división
de la realidad y el conocimiento será decisiva en toda la historia
de Occidente y de la filosofía.
La
doctrina del conocimiento o reminiscencia.
Reminiscencia
o Anámnesis consiste en que el hombre cuando conoce recuerda aquello
que el alma, antes de quedar presa en el cuerpo, contempló en el
reino de las ideas. Platón emplea un mito para explicar esta
concepción del conocimiento. El hombre es un ser caído que, al
abandonar el reino de las ideas y atravesar el Río Leteo (del
olvido). Al caer en el mundo sensible e “in-formar” un cuerpo, el
alma, cada vez que ve una cosa, la reconoce y siente el dolor en sus
muñones por el trauma de la pérdida. De ahí que conocer sea
re-conocer por recuerdo o reminiscencia. Con el relato, Platón
afirma que el conocimiento no es algo que proviene de afuera, sino
que hay que buscarlo en nosotros mismos.
El
filósofo rey.
Platón
creía que los filósofos eran los más capacitados para gobernar la
polis ya que eran ricos en virtud y sabiduría y habían contemplado
la verdad. Sostenía que ellos estaban destinados a mandar, es decir,
a ser gobernantes de una polis bien gobernada. Este sistema fue
denominado sofocracia (gobierno de sabios) e influyó en
muchas de las ideas políticas de Occidente hasta nuestros días para
legitimar gobiernos elitistas, es decir, de pocos, que se consideran
a sí mismo los mejores y más aptos para gobernar.
Aristóteles.
Nació
en Macedonia, polis que había sido colonizada por los griegos. Viajó
a Atenas y estudió con Platón. Diógenes Laercio cuenta que Platón
llamaba a Aristóteles “la inteligencia”. Discrepó en
gran medida con las ideas filosóficas de su maestro. Organizó y
amplió el pensamiento filosófico heredado.
Filipo
de Macedonia lo convocó como maestro de su hijo Alejandro Magno,
a quién educó y que luego sucediera a su padre. Aristóteles
regresó a Atenas que recibió el nombre de “Perípatos” (paseo),
porque tenía la costumbre de enseñar paseando por los jardines.
También recibió el nombre de”Liceo”, debido a que sus edificios
eran vecinos a un pequeño templo dedicado a Apolo Licio.
Con
la muerte de Alejandro Magno, se produjo en Atenas una reacción
antimacedónica por lo que Aristóteles fue acusado de impiedad, es
decir, de desconocer el poder superior de los dioses, y debió
abandonar la polis.
Sus
obras.
El
“corpus aristotélico” se reúnen en los siguientes grupos:
Obras
Lógicas que reciben el nombre de Organon
(instrumento o herramienta) y comprende varios libros: Sobre
las categorías, Sobre la interpretación, Primeros analíticos,
Segundos analíticos y Tópicos y refutaciones analíticas; y los
Tratados la Poética y la Retórica.
Obras
de filosofía natural como la Física, El tratado del
cielo, Sobre la generación y la corrupción y el tratado sobre
meteorología; los tratados de psicología, de los
cuales el más importante es Sobre el alma; y el
conjunto de escritos menores denominados Parva Naturalia.
Escritos
Metafísicos que comprenden un conjunto de catorce libros y
que recibieron el nombre de Metafísica.
Obras
sobre Ética y Política, de las cuales, las dos más
importantes son la Ética Nicomaquea y la Política.
Tratados
de Ciencias Naturales que compilan informaciones e
investigaciones sobre tipos de animales y vegetales, cuestiones de
naturaleza fisiológica, etc. Entre otros, figuran Historia de
los animales, Sobre las partes de los animales, Sobre el movimiento
de los animales y Sobre la generación de los animales.
Algunos
fragmentos y títulos de obras perdidas de Aristóteles, en su mayor
parte, diálogos destinados a divulgar su obra.
Aristóteles
definió a la filosofía como la ciencia de las primeras causas o de
los primeros principios de todo lo que hay, de la realidad. Señala
que los Milesios, son los primeros en filosofar, cuando buscan
el origen o arkhé de las cosas en los elementos naturales.
Luego llega a su maestro Platón. Critica la separación que
hace Platón entre una cosa y la idea que le corresponde, entre el
mundo sensible y el mundo de las ideas, o entre una cosa y su
sustancia o entidad. Para Aristóteles, una cosa no puede ser
separada de su sustancia o entidad porque si está separada, no puede
ser conocida ni explicada.
La
filosofía se ocupa, además de las causas primeras de la realidad,
de la sustancia. Entiende a la sustancia o ousía como “lo
que es tanto que es”. Ousía significa la calidad de
ser, el hecho de ser y no el hecho de ser esto o aquello determinado.
Se puede traducir entonces como sustancia, entidad o esencia.
La
sustancia puede entenderse de dos maneras:
como
materia, es decir, como el sustrato primero de cada cosa,
aquello de donde proviene y que permanece en ella; aquello de lo que
la cosa está hecha; y
como
forma, es decir, como determinación esencial de la cosa, lo
que hace que sea lo que es.
Materia
y forma hacen que la sustancia sea determinada, numéricamente uno,
siempre sujeto de predicación y que no tenga contrario. Por ejemplo,
en la fabricación de una silla de madera, se pasa de algo que es
madera (materia) al objeto silla (forma).
Aristóteles
denomina accidentes a las demás formas de la sustancia como
la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la
posición, la posesión, la acción y la pasión.
Materia
y forma muestran una perspectiva estática de la ousía, dejan
de lado el movimiento. Introduce una dimensión dinámica de la
entidad con los conceptos de potencia y acto. La
potencia es la materia considerada dinámicamente, es decir,
len sus posibilidades y el acto, la forma considerada
dinámicamente, es decir, la forma consumada. Por ejemplo, en el caso
de la silla de madera, el árbol es silla como potencia, es decir,
como posibilidad de silla, pero, en tanto árbol, será solo árbol
en acto.
Para
conocer y explicar la entidad o sustancia. Aristóteles exige un
fundamento intrínseco o “inmanente” a la intensidad misma. En
este sentido, se opone a la “trascendencia” de las ideas o formas
platónicas. Esta distinción entre inmanentismo y el
trascendentalismo respecto del ente o la entidad tendrá
consecuencias fundamentales en la filosofía, y dará lugar al
idealismo y al realismo: las cosas son a partir de las
ideas que las aprehenden o tienen una existencia propia
independientemente del acto de conocimiento.
La
ética.
Aristóteles
dice que los actos del ser humano deben tender a un fin último o
bien supremo que es la felicidad (eudaimonía). Las
características más importante de la felicidad son que la elegimos
por ella misma y nunca por otra cosa, y que consideramos a la
felicidad como algo que se basta a sí mismo. Y que incluye en sí
todo lo deseable en la vida. Según Aristóteles, la felicidad es una
actividad del alma de recuerdo con la virtud (areté) y se
alcanza en la vida contemplativa.
Aristóteles
escribió dos obras éticas: la Ética eudemia y la Gran ética o
Gran Moral.