Las
personas opinan sobre un libro, una película o una obra de teatro y
dicen que es divertido, aburrido, cómico, conmovedor o que está
bien o mal hecho o actuado. Una canción puede gustar, puede producir
tristeza o alegría; o quedar impresionados por un paisaje natural o
una pintura de Dalí o Quinquela Martín; o con la belleza de un
actor de cine o teatro. En todos los casos, las personas emiten
juicios estéticos sobre las cosas y el mundo. Es
decir, frente a otro ser humano, un objeto natural o creado por el
hombre, las personas describen las sensaciones -de agrado o
desagrado- que experimentan. También la manera de peinarse, los
tatuajes en el cuerpo, las elecciones musicales o la preferencia por
una actriz o actor, muestran las preferencias estéticas de las
personas.
En
1750 el filósofo alemán Alexander
Baumgarten,
utilizo por primera vez el término estética. Definía a la belleza
como la armonía y la correspondencia entre los aspectos y el
conjunto de una obra dada. Para éste filósofo, el fin de la belleza
era “gustar y promover el deseo”.
El
objetivo de la estética como rama de la filosofía no es definir la
belleza ni buscar sus fines. Las cuestiones estéticas incluyen
preguntas como
¿qué hace bella las cosas? ¿por qué algunas cosas son
consideradas bellas o no bellas según los momentos históricos? ¿qué
es el arte? ¿que relaciones existen entre arte y política? ¿cómo
se relaciona el buen gusto con los propios dominantes en cada
sociedad?, entre otros interrogantes.
La
belleza en la antigüedad.
Para
Platón
existen dos mundos: uno, el
mundo sensible,
perecedero y cambiante que habitan los seres humanos y que se percibe
a través de los sentidos; el otro, el
mundo insensible o de las ideas,
el mundo inteligible
que es eterno, divino, inmutable e imperecedero.
En
el diálogo Hipias
mayor,
Sócrates,
el principal de la mayoría de las obras de Platón, se pregunta:
¿qué es lo bello?, y concluye que es difícil definir las cosas
bellas. Sin embargo, en diálogos posteriores como el Banquete,
Filebo o Fedro,
Platón expone la teoría de que las cosas son bellas en la medida en
que participan de la idea de belleza, inmutable y eterna. Entonces,
las cosas bellas del mundo sensible -una
mujer bella, un paisaje hermoso- son aquellas que imitan o participan
de la idea de belleza, de la belleza en sí del mundo inteligible.
Por
ello, para Platón, el hombre debe de enamorarse, primero de los
cuerpos bellos, pasar después a la belleza de la mente o el
intelecto; luego a la de las leyes y de las ciencias, y finalmente, a
la belleza en sí misma. En Fedro, Platón señala que “si
hay algo por lo que vale la pena vivir, es para contemplar la
belleza”.
Aristóteles,
discípulo de Platón, en la
Poética
revaloriza la función del arte en la vida de los seres humanos. La
pintura, la escultura, la poesía, la epopeya, la tragedia o comedia,
entre otras, son formas de imitación de los sucesos de la vida y de
la fuerza creadora de la naturaleza. Los seres humanos ven reflejados
en la tragedia sus sentimientos, se identifican con sus personajes y
de esa manera purifican sus emociones, al descargar sus pasiones.
Mediante la ficción, al contemplar en una obra de teatro
sentimientos semejantes a los que experimentan en la vida real, las
personas se liberan de sus sentimientos de piedad y de miedo y
sienten placer: a este proceso Aristóteles lo denomina catarsis.
El alma recupera así el equilibrio perdido.
Para
Aristóteles a diferencia de Platón, el mundo de las ideas no
existe, o sea que las cosas bellas están en el mundo que habitamos.
La
belleza durante la Edad Media.
En
el medioevo se conservaron ciertos conceptos de la estética antigua
sobre la belleza, como Platón explicaba la presencia de dos mundos.
Para los filósofos cristianos que escribieron durante siglos del
medioevo, había una belleza sensible, terrenal, y una belleza
verdadera que era la que pertenecía al cielo.
Los
filósofos que sentaron las bases del pensamiento cristiano como San
Agustín de Hipona,
mantuvieron una actitud de desconfianza frente al arte. Para ellos,
no había que interesarse por las cosas terrenales -ya que tal cosa
podía perjudicar el alma- sino consagrar la vida a admirar la
belleza celestial.
Para
los pensadores medievales, Dios era la causa de toda hermosura. La
belleza estaba en Dios y en las manifestaciones de su creación del
mundo. Buscaban símbolos de la divinidad en la naturaleza.
Por
eso el arte medieval es religioso: todas sus imágenes se refieren a
la Biblia y al cristianismo primitivo. En esa época, la función del
arte era propagandística: es decir, la de comunicar al pueblo –
especialmente a aquellos que no leían el latín – el mensaje
cristiano a través de la representación de los santos y de diversos
pasajes de las Sagradas Escrituras en los frescos y vitrales que
decoraban las iglesias.
San
Agustín, y posteriormente Santo
Tomás de Aquino,
insistían
de que la belleza es armonía y la fuente desea armonía es Dios. La
verdad divina difícilmente se expresaba en el mundo terrenal, por
ello el arte medieval es especialmente simbólico y alegórico. El
universo se muestra como un conjunto de símbolos que remiten a Dios.
La representación del cielo como el lugar de Dios es uno de los
motivos principales de la arquitectura religiosa románica y gótica.
Las
iglesias románicas de los siglo XI y XII, se caracterizan por ser un
edificios imponentes y poderosos que representan el poder ilimitado
de Dios. Suelen tener arcos semicirculares apoyados sobre pilares
macizos, estaban ubicados en pequeñas ciudades de provincia y eran
el único edificio de piedra de los alrededores. Tienen escasa
ornamentación pero sus macizas paredes y torres les dan el aspecto
de fortalezas. En conjunto impresionan por su solidez.
En
contraposición, las grandes catedrales góticas
más
propias de finales del siglo XII y XIII, son
más luminosas y no tienen paredes tan frías y cerradas. Sus muros
son de vidrios coloreados que brillan como piedras preciosas. Muchas
veces los pilares que sostienen están realizados con oro. En
propósito era que los fieles que las frecuentaban pudieran apreciar
en su hermosura un reflejo de la belleza del Paraíso. Dentro de las
catedrales, el ser humano se siente empequeñecido pero protegido de
los males de afuera. Por ello, el exterior de las catedrales góticas
está decorado con monstruos como dragones y fieras fabulosas, que
representan lo terrorífico del Infierno.
A
pesar de que la belleza terrenal no era importante, los pensadores
cristianos de la Edad Media le dieron gran valor a la belleza del
cuerpo como correlato de la belleza de Dios. Nuevamente belleza y
bondad iban de la mano como en la antigüedad. Para los creyentes
medievales, el pecado se expresaba en enfermedades o en signos que
aparecían en el cuerpo, por ejemplo, la lepra. Uno de los signos de
la santidad era la no corrupción del cadáver. San Agustín imagino
un cielo poblado de hombres y mujeres cuyos cuerpos eran simétricos, armoniosos y proporcionados, sin imperfecciones. En el cielo, los
seres humanos recuperaban la belleza propia de la plenitud juvenil.
El
renacimiento y el arte gótico.
La
estética de la modernidad: su autonomía.
Immanuel
Kant consagra a la estética
como disciplina autónoma, sobre todo en relación a la ética moral
con la cual suele confundírsela cuando se dice, por ejemplo, que lo
bello es bueno. También relaciona a la estética con el conocimiento
racional y empírico en su obra Crítica de la facultad
de juzgar,
conocida como Crítica del juicio.
El
aporte que hace Kant a la teoría estética es que rompe con la
concepción anterior, es que la belleza no es propiedad del objeto,
sino que surge de la mente que la percibe. En la Antigüedad y en el
Medioevo, las cosas eran bellas en sí mismas porque pertenecían o
eran reflejo del mundo de las Ideas o porque había rastros de Dios
en ellas. Para Kant, la belleza y el juicio estético son subjetivos
y, en cierta forma, fruto de una experiencia individual. La belleza
es el resultado de la sensación del sujeto y no una propiedad del
objeto.
Cuando
juzga estéticamente, el individuo manifiesta sus sentimientos ante
la naturaleza u otros objetos del mundo sensible. Este juicio se
realiza por medio de la imaginación. Para discernir entre la belleza
o la fealdad, se relacionan imaginativamente la representación del
objeto y la sensación de placer o displacer que el sujeto
experimenta ante el objeto.
Otorgó
al juicio de gusto o juicio estético algunas características
fundamentales: “El juicio de gusto no debe
estar determinado por ningún interés”.
Es decir, que para Kant, el juicio debe de estar libre de deseos e
intereses sobre el objeto en cuestión.
El
interés está relacionado con el deseo de poseerlo. Por ejemplo, si
una persona que ve un automóvil dice que es bello y manifiesta su
deseo de comprarlo o manejarlo, no está, según la concepción
kantiana, realizando un juicio estético, porque hay un interés en
su juicio.
Según
Kant “el juicio de gusto es universal”. Él establece una
distinción entre lo bello y lo agradable. Cuando alguien dice de un
objeto cualquiera que es agradable, se restringe solamente a su
persona y a su sentimiento privado. Está diciendo “es agradable
para mí”. En cambio, cuando alguien señala que algo es bello, se
refiere al sentimiento que esa cosa bella le produce, pero al mismo
tiempo le atribuye al resto de los seres humanos ese mismo
sentimiento frente a la representación del objeto. No se juzga
solamente para sí mismo sino que se habla de la belleza como si
fuera propiedad de la cosa y se espera que todas las personas
compartan que esa cosa es bella.
La
universalidad del juicio del gusto no significa que los demás deban
aceptar de manera obligada los gustos propios frente a lo bello, ya
que resultaría imposible convencer al mundo de nuestra predilección.
Significa que hay pretensión de lo que resulta bello para mí lo sea
también para los demás. Cuando una persona juzga a una rosa como
bella, espera y exige que el gusto de los otros coincida con el suyo,
que todos juzguen esa rosa como bella.
Kant
señala asimismo que si bien el juicio de gusto depende del sujeto,
existen ciertas cualidades que debemos considerar. La belleza de una
flor no deriva de su utilidad sino de su forma y de que no esté
sujeta a conceptos. Es decir, nadie puede darle un fin en sí misma.
Los
sentimientos estéticos se despiertan ante lo bello y los sublime. Lo
bello, para Kant se da en objetos limitados, en cambio lo sublime es
ilimitado, es decir, refiere a aquello que es absolutamente grande
por sobre toda comparación. Las altas encinas, las plantaciones de
flores, los árboles forman figuras, una mirada serena, una sonrisa,
la luz del sol son ejemplo de lo bello. La vista de una montaña
cuyas cimas nevadas sobrepasan las nubes, la contemplación de una
tormenta enfurecida, los huracanes con la desolación que dejan
detrás de sí, los volcanes de su violencia devastadora, la soledad
profunda, los misterios de las noches son sublimes. Lo bello siempre
encanta y produce placer, lo sublime conmueve y puede producir placer
o displacer, fascinación, horror o melancolía.
Lo
feo. ¿qué es la fealdad?
En
la literatura medieval, por ejemplo, los héroes valientes y nobles
son descriptos y dibujados con rostros muy hermosos y cuerpos bien
formados, mientras que los villanos son feos y deformes. También en
los cuentos tradicionales -Cenicienta, Piel
de asno o Barba Azul. La belleza se asocia a la bondad, y la fealdad
es sinónimo de maldad. Lo mismo ocurre en ciertas novelas como “La
cabaña del Tío Tom” o en las novelas románticas, donde las
heroínas son extraordinariamente bellas y esa belleza es sinónimo
de bondad y virtud.
La
fealdad no es antónimo de estética. También se suelen contemplar
cosas feas o imágenes de tristeza o dolor con fines estéticos. Por
ejemplo: Marianela, el personaje de la obra de Benito Pérez Galdós,
que era muy buena
y
muy fea con cuerpo chico y un corazón grande. Es la primera heroína
romántica que no es bella, desde la estética.
Otros
poetas reivindicaron la fealdad en el arte para representar la
pobreza, la tristeza y la crueldad del mundo. Baudelaire
relata una situación
que
se vuelve cotidiana en la modernidad: en un café moderno y lujoso,
una pareja de enamorados degusta manjares y charla alegremente. De
repente, una familia de pobres -un padre con un hijo en brazos y otro
de la mano, todos vestidos con harapos- comienzan a mirarlos
fascinados tras los cristales. El joven se comparece de los pobres y
se siente culpable de disfrutar de los placeres terrenales frente a
ellos que no pueden alcanzarlos; en cambio, su amada dice: “¡no
soporto a la gente con los ojos abiertos como platos! ¿No puedes
decirle al encargado del café que los eche de ahí?.
El
autor hace hincapié en la descripción de las luces del bar y en las
de los escombros desde donde surgen los pobres. Los pobres no pueden
disfrutar de las luces y la belleza de la ciudad. La belleza parece
hecha para los burgueses, pero ha sido construida merced al trabajo y
la explotación de los pobres. El autor utiliza la fealdad para
retratar al mundo y criticar la sociedad de su época.
En
sus pinturas Goya
muestra espantosas imágenes de guerra y horror, modernas y antiguas,
para denunciar la atrocidad de cualquier contienda bélica y la
violencia de las sociedades modernas.
Después
de la matanza de millones de seres humanos y de la destrucción de
muchas ciudades durante los cuatro años de la Primera Guerra
Mundial, surgieron liderados por un grupo de intelectuales europeos,
dos movimientos: el dadaismo primero y el subrrealismo después.
Ambos renegaron del arte y de la estética tradicional. Para estos
artistas, después de la atroz experiencia de la guerra, ya no se
podía seguir hablando de la belleza de las rosas.
Theodor
Adorno,
integrante de la llamada Escuela
de Frankfurt, en
el siglo XX, se interesó por lo feo en el arte. Sus miembros
considerando que sólo mostrando lo proscripto, la miseria, los
sufrimientos y los horrores después de Auschwitz.
Para
Adorno, el arte al ser denuncia, puede ser promesa de felicidad,
instancia de liberación de los seres humanos.
El
pintor Francis
Bacon
solía deformar los rostros de las personas famosas o de sus amigos
para mostrar como la violencia del siglo XX, las dos guerras
mundiales y la bomba de Hirohisma, afectaban a las personas.
En
nuestro país, durante la última dictadura militar del 76, mientras
muchas personas eran secuestradas, torturadas y desaparecidas, se
construían estadios y plazas, se preparaban espectáculos para
distraer la atención de la gente, para que la belleza de los
paisajes y los edificios ocultara el horror del Terrorismo de Estado.
¿Fin
de la Belleza?.
A
principios del siglo XX el pintor y artista francés Marcel
Duchamp
expuso en una sala de arte un mingitorio como los que hay en los
baños públicos de hombres, que se titulaba La
fuente
y lo firmó son el seudónimo R. Mutt.
También
expuso una rueda de bicicleta montada sobre un taburete con el
título: La rueda de bicicleta.
Duchamp
definió los ready-made
como”objetos usuales ascendidos a la dignidad del objeto
artístico por simple decisión del artista”.
En
1919, Duchamp se burló de una de las obras de arte más famosas del
Renacimiento: La Mona Lisa o Gioconda
de Leonardo da Vinci, pintado sobre una reproducción de la Gioconda
un bigote mostacho y una barba de chivo. Debajo del título escribió
L.H.O.O.O. (en francés significa: Ella tiene calor en el trasero).
Con
estas actitudes, Duchamp se burlaba también del arte y de
un ideal de belleza que parecía destinado a las élites y no al
pueblo en general. Había que bajar la obra de arte y el arte en sí
mismo a su pedestal. Era necesario que el arte fuera para todos, para
las clases altas y para el pueblo.
Luego
de Duchamp y después de que la belleza fuera ridiculizada,
desacreditada o considerada propia del ideal burgués por varios
movimientos artísticos, fue casi imposible fijar un criterio de lo
que podía resultar feo o bello en el arte.
Umberto
eco
dice que la belleza se tomó venganza invadiéndolo todo: la moda, la
publicidad, el diseño y cada rincón de la vida cotidiana. Eco
quiere significar que actualmente, algunos de los ideales de belleza
provienen de programas televisivos, publicidades, concursos y
desfiles de moda, que pretenden establecer qué altura, peso, color
de pelo y gustos hay que tener para ser bello y exitoso. Es
lamentable que muchas personas corran tras estos valores y están
dispuestas a sufrir para alcanzarlos.
Otras
concepciones de lo estético.
La
obsesión por la juventud ha sido y es una constante en la historia
de la humanidad. Los griegos creían que quienes morían jóvenes
eran los elegidos de los dioses. En la actualidad llamada
posmodernidad, muchas personas realizan innumerables sacrificios
-cirugías, cremas, tratamientos corporales- para conservar la piel
joven. El problema es que la juventud es considerada un valor en sí
misma y viene acompañada por el desprecio de la vejez, condicionando
las formas de vidas de las personas de mayor edad.
El
escritor Adolfo Bioy
Casares adelantaba estas
situaciones al plantear una sociedad en donde los jóvenes asesinaban
a los viejos.
Definiciones
de arte.
Andy Warhol, a partir de la silla eléctrica vacía denuncia muchas
muertes causadas por el Estado, vidas horrorosas y fríamente
interrumpidas.
Dentro
del mundo artístico hay un fuerte debate si por ejemplo la cumbia
villera es arte. Para algunos sí para otros no. Hay quienes
consideran que solo la música clásica es arte.
Se
caracteriza al arte como producto de una actividad humana consciente,
opuesto a los productos de la naturaleza, aunque muchas veces, una
obra artística no proviene de una intención artística. Así, los
antiguos egipcios construyeron magnificas obras de arte pero su
intención era albergar el cuerpo del faraón y ayudarlo a pasar a la
inmortalidad.
La
estética se ocupa de las cosas hechas por el hombre sólo en cuanto
pueden ser contempladas estéticamente. Si bien todos los objetos
pueden ser susceptibles de tal contemplación, también es cierto que
hay muchas formas de mirar los objetos hechos por el hombre.
¿Para
qué sirve la música, además de oírla y disfrutarla? Los objetos
artísticos pueden ser, entonces, en primera instancia, aquellos
objetos hechos por el hombre que actúan estéticamente sobre los
sentidos y la experiencia humana.
Las
obras de arte expresan los sentimientos humanos. Es decir, el creador
expresa en ellas sus sentimientos, ya sean de alegría, tristeza,
melancolía, sufrimiento, felicidad, angustia. Sin embargo, lo
importante para esta corriente no es lo que sintió el artista sino
lo que expresan sus obras.
La
política y el arte.
Hay
una larga discusión respecto del papel que deben de cumplir las
obras artísticas y si debe de comprometerse con la política. Para
algunos autores todo arte es político, ya que de una u otra manera,
reproduce, critica o avala lo que sostiene el poder de turno.
La
responsabilidad social del arte.
El
arte es una fuerza social y no tiene un fin en sí mismo. Para Marx,
especialmente el capitalismo convierte al obrero en un robot; el ser
humano se confunde con la máquina al tener que repetir horas y horas
el mismo movimiento, encerrado y privado de la luz del sol, para
producir las mercancías. No pone en su trabajo ni en la mayor parte
de las horas de su vida, creatividad, imaginación, ni amor. El
hombre para Marx
está alienado, es decir,
despojado y separado de su condición de hombre. Este mundo sin
corazón, tal como lo describía Marx,
fue criticado en el plano estético por los ingleses John
Rustin
y Williams Morris.
Ellos denunciaron la fealdad de las máquinas de las fábricas, que,
creadas por el hombre, convertían a otros hombres en autómatas y
los explotaban. Asimismo, las máquinas les parecían estéticamente
horribles y denunciaron la manera en que la tecnología destruye la
belleza natural.
Según
William Morris, sólo la justicia
social y la igualdad
entre los hombres convierte al arte en lo que debe ser: “la
expresión de la felicidad del hombre en su trabajo...,
hecho por el pueblo y para el pueblo, como algo
causante de felicidad en el realizador y en el usuario”.
La
moral y el arte.
La
teoría estética del escritor Oscar Wilde es la del arte por
el arte. Para él, la obra de arte no puede ser juzgada desde el
punto de vista moral. El ámbito del artista es todo lo existente, es
decir, también los vicios, los pecados, las maldades y las
perversiones, y no puede ser juzgado por escribir, pintarlos o
esculpirlos.
Un
libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien
o mal escritos. Ningún artista es morboso y puede expresarlo todo.
Para
Kant, la experiencia estética era la de un individuo aislado
que contemplaba una obra plasmada de manera individual por otro
artista. Así, el arte no tenía ninguna función moral o social.
Durante
la antigüedad y el medioevo el arte cumplió con la función social
de apoyar los poderes políticos y religiosos. Las vanguardias
pretendían unir el arte, los sueños individuales y los sueños
sociales con el cambio social.
Compromiso
social y político.
La
música puede ser manifestación estética de gran compromiso social
y político.
Otros
artistas, en cambio, hacen música tan sólo para divertir o
entretener. Para algunos, la música que no es comprometida
socialmente sirve para distraer a las personas respecto de las
injusticia que se viven.
Las
canciones pueden provocar en los seres humanos varios sentimientos. A
veces de tristeza o de alegría, porque muchas veces evocan
recuerdos.
La
reproducción o copia técnica.
Para
el filósofo alemán Walter Benjamin, la obra de
arte ha sido motivo de reproducción o copia. Los alumnos hacen
copias de obras de sus maestros como ejercicio artístico y también
están las copias para vender. Las técnicas de xilografía
-impresión gráfica hecha con planchas de madera grabadas con textos
e ilustraciones- o la litografía -procedimiento para imprimir
consistente en pasar con tinta grasa los escritos o el dibujo de la
piedra caliza o en una plancha de cinc o aluminio- permiten
reproducir el dibujo. La imprenta reproduce la escritura.
Pero
si bien toda obra puede ser reproducida, la reproducción es lo
propio del cine y la fotografía. Es decir que la reproducción
técnica deviene en procedimiento artístico.
Aunque
la obra puede ser reproducida por diversos medios, lo que no puede
ser copiado es el momento preciso -correspondiente al lugar, día y
hora- en que producida o creada. Se puede copiar su “aquí y
ahora”, su autenticidad. Pero no se puede copiar su aura. “Del
aura no hay copia”.
El
aura para benjamín es “la manifestación irrepetible de una
lejanía”.
El
cine y la fotografía, al reproducir de manera potencialmente
infinita la obra de arte, hacen que ésta pierda su magia, su aura,
su autenticidad y su originalidad.
La
experiencia del shock en el arte.
Para
Benjamin, el aura se atrofia en la reproducción. Se pierden
ciertos valores como la autenticidad, la singularidad y la
perdurabilidad de una obra, en detrimento de otros como la
multiplicidad, la fugacidad y lo efímero.
Pero
la característica propia del arte en la modernidad es también
reflejo de las nuevas formas de vida. Benjamin cita a una poesía de
Baudelaire que se titula “A una pasante” y augura
los nuevos aires de las ciudades modernas y las nuevas escenas que
pueden sucederse a partir del denominado “progreso”.
En
las grandes ciudades, un hombre, un poeta pueden cruzarse y
enamorarse a primera vista de una mujer que pasa, como en el poema.
Sin embargo, muchas veces, como un relámpago, la bella mujer
desaparece en la multitud dejando al hombre solo y pensando en lo que
pudo haber sido.
Lo
mismo suele suceder con una obra de arte en la actualidad. Todo
transcurre como un flash, como cuando las personas utilizan el
control remoto y hacen zapping con el televisor. El bombardeo
indiscriminado de las imágenes televisivas, y sobre todo de las
publicitarias, se asemeja al momento en que la mujer amada se pierde
para siempre entre la gente.
El
arte pop (pop art).
Ideas
como las de Duchamp y Schwitters, que realizaba colage con
basura, fueron retomadas por el denominado arte pop (arte
popular) que surgió en Gran Bretaña y EE.UU., en la década de los
cincuenta y tuvo su apogeo a partir de la década del sesenta. Este
arte se caracterizó por tomar hitos o símbolo es de la cultura
popular y de la sociedad de consumo, como publicidad, historietas,
música pop, cine, series de TV, usar diversas técnicas con el fin
de reproducirlas: montaje, foto-montaje, serigrafía, colage. El arte
pop incorpora en las pinturas elementos de la vida cotidiana, objetos
de consumo masivo, por ejemplo, Coca Cola, fotografías de revistas,
tapas de noticias de actualidad, carteles, envases de comida y de
cigarrillos.
La
serigrafía es un procedimiento de impresión que consiste en hacer
pasar la tinta por medio de una espátula -a través de una tela fija
en un bastidor, en el cual se obturan con laca o cola las partes
donde no debe pasar la tinta y se dejan libres las partes que deben
imprimirse.
El
campo artístico.
Pierre
Bourdieu, elaboró un concepto de “campo” para referirse al
conjunto de relaciones en torno de una actividad determinada. Como en
los juegos, cada campo tiene una finalidad -aquello que está en
juego o por lo que se juega- ; hay estrategias o cartas para jugar y
hay constante lucha. Así Bourdieu identifica diversos campos: el
campo político, el campo religioso, el campo filosófico, el campo
económico, entre ellos.
En
el campo artístico, aquellos que quieren “jugar” dentro de él
buscan que su obra -una pintura, una novela, una escultura, una
pelicula o cualquier obra de arte- sea considerada artística y
bella por los criterios y las instituciones académicas que estén
acreditados para esa función.
Los
criterios de belleza, fealdad y de obra artística han cambiado en
función de los acontecimientos históricos, de las relaciones de
poder, de las ideas predominantes en las distintas épocas. Así,
ciertas obras que no son consideradas artísticas o bellas en un
período, sí pueden serlo en otro momento.
Estética
y clase social.
Los
sociólogos Pierre Bourdieu y Claude Passeron plantearon que la
mayoría de los jóvenes que accedían a los estudios universitarios
y terciarios formaban parte de las clases sociales media y alta. Los
jóvenes más pobres o de clase más popular, cuyos padres eran
obreros, no solían ingresar a la universidad. Y, la mayoría de los
pocos que ingresaban, registraban bajas calificaciones.
La
“inteligencia” y la “brillantez” parecen solamente propias de
las clases medias y alta. Esto ocurre, porque la mayoría de las
veces, cuando los profesores califican olvidan que las clases
populares no tienen la misma oportunidad de acceder a los bienes
culturales como libros, obras de arte, viajes, museos, instituciones
y otras fuentes de conocimiento. Además, desprecian los los
conocimientos adquiridos por las clases populares, conocimientos que
forman parte de su universo cultural.
La
universidad y la educación en general, reproducen las diferencias y
las injusticias sociales y la desigualdad de oportunidades. Peor aún:
la inteligencia y el buen gusto de las clases sociales más
favorecidas no aparecen acompañadas por el acceso a los bienes
culturales antes mencionados, y por lo tanto, no se reconocen como
producto de relaciones sociales, sino como dones de la naturaleza. Se
dice que “naturalmente” una persona es más inteligente o tiene
mejor gusto que otra.
Denigrar
los gustos estéticos del otro -lo que implica denigrar su manera de
vivir, pensar, vestirse, peinarse -es una de las formas más brutales
de intolerancia y discriminación. Durante las dictaduras militares
argentinas, muchas personas eran detenidas por la policía por su
aspecto asociado a ciertas ideologías. Durante el gobierno de
Onganía, eran detenidas las mujeres que usaban polleras cortas y se
les cortaba el pelo a bayonetazos a los varones que tuvieran pelo
largo o que se parecieran a los Hippies.
La
cultura popular.
Robert
Darnton, historiador
norteamericano, recrea ciertos cuentos infantiles tal como los
campesinos franceses se los contaban a sus hijos durante una parte de
la Edad Media hasta bien entrado el siglo XVIII. Caperucita
roja era la niña que llevaba
el pan y leche a su abuela y era comida el lobo. También la abuela
había sido asesinada y despedazada por este animal.
En
la versión campesina del cuento de Cenicienta,
la heroína se convierte en sirvienta para impedir que su padre la
obligue a casarse con él. En otro, la Malvada Madrastra
trata de empujarla al horno, pero por error quema a una de sus
propias hijas. Un marido se come a varias esposas en La
Bella y la Bestia y un ogro
desgüella por error a sus hijos Hansel y Gretel.
Todos
estos relatos que los campesinos les contaban a sus hijos en las
noches invernales, revelan la vida que ellos llevaban. Una
vida sórbida, miserable y breve. La escena de Hansel y
Gretel abandonados por sus
padres y teniendo que buscar su sustento en los bosques mostraba la
realidad cotidiana de algunos padres que abandonaban a sus hijos
porque la extrema pobreza en la que vivían les impedía proveerles
alimento. El universo lleno de madrastras de los cuentos infantiles
remite a la muerte prematura de las madres campesinas, cuando daban a
luz en las condiciones de insalubridad de la época.
El
hecho de que no se ocultara a los niños las situaciones de violencia
presentes en los cuentos infantiles estaba relacionado con que los
niños vivían diariamente en un ambiente sumamente violento y en
miserables escenarios. Además, desde muy pequeños, realizaban
trabajos tan arduos y pesados como los de los adultos.
A
través de esos relatos, los campesinos generaban una cultura propia,
relacionada con sus formas de vida y relación con el mundo.
La
cultura burguesa se apropió de estos relatos, les quitó su carga de
horror y violencia, les dio un final feliz y un sentido completamente
diferente de la connotación original. Generalmente, la cultura
popular es silenciada, despreciada o tratada de bárbara por la alta
cultura o cultura dominante. Así, como ocurrió durante el siglo
XVIII, actualmente son acalladas otras tantas formas de cultura
popular.