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lunes, 22 de diciembre de 2014
Conclusión
miércoles, 10 de diciembre de 2014
¿Qué es y para qué sirve la filosofía?
La filosofía provoca un estado de
desacomodamiento frente a una realidad cotidiana que se presenta con una serie
de certezas.
No hay certezas absolutas de las
cuestiones existenciales: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué
somos?
En lo cotidiano (diario, común,
corriente, frecuente ,habitual, consuetudinario, periódico) donde se nos va la
vida, las grandes preguntas existenciales quedan congeladas, entre paréntesis,
suspendidas. La cotidianeidad se maneja con certezas funcionales, es el ámbito
donde las cosas funcionan y tienen que funcionar. Lo cotidiano no se detiene a
reflexionar sobre la filosofía. Tiene otros valores y uno de ellos es el valor de la utilidad. Todo lo que
sucede en la cotidianeidad sucede para algo por algo, tiene una finalidad, una
utilidad. Ejemplos: vengo a clase por algo, estudio para recibirme y obtener el diploma, trabajo para
ganar dinero.
La filosofía lo que hace es
observar el panorama de utilidades conducentes por todos lados y comienza a
preguntar ¿por qué? Y esta pregunta siempre tiene la última palabra. La
filosofía interrumpe la lógica de la utilidad. El por qué es improductivo, no
sirve para nada, pero abre.
Un pensamiento técnico científico
explica el funcionamiento de las cosas a través de las ciencias. ¿por qué
funciona un televisor? ¿cómo nace un bebé?. Una vez explicado el funcionamiento
o el nacimiento a través de la ciencia se termina el problema.
Pero la filosofía se va a
preguntar ¿por qué hay vida? La vida puede ser explicada en la trama
científica, pero que el ser de la vida sea así y no de otro modo, no puede dar
respuesta la ciencia.
A diferencia del pensamiento
cotidiano o técnico, la filosofía no pregunta para encontrar respuestas. Las
respuestas existen, la filosofía lo que hace es preguntar para desestructurar
esas repuestas que fueran dadas como algo definitivo, cerrado. Lo que hace es abrir
las respuestas.
La filosofía demuestra que toda respuesta dada como definitiva puede tener otra respuesta. Todo puede ser de otra manera.
Lo cotidiano no puede siempre
estar dando respuestas. En la cotidianeidad todo se presenta de modo
definitivo. Tengo que pagar
los servicios porque si no me lo cortan. Si dejo de
pagarlos me quedo sin teléfono, sin luz, sin gas.
En cambio, en filosofía podemos
cuestionarnos por qué usamos el celular, ¿por qué hablar por celular?
Leibniz alcanza la pregunta fundamental de la filosofía: ¿por qué el ser y no más bien la nada? ¿por
qué hay algo y no más bien nada?.
La pregunta del por qué es abrir
algo que permanece cerrado. ¿Por qué hay cosas?, ¿por qué hay colores?, ¿por
qué hay formas?. Las preguntas están hechas para no ser contestadas sino para
que nos extrañemos, para que interrumpamos la lógica de la utilidad. En
términos existenciales hay un sinsentido originario del que provenimos y todo
el tiempo estamos tapándolo con la cotidianeidad.
La cotidianeidad es un conjunto
de problemas que se presentan durante la vida y hay que resolverlos y los
resuelve el pensamiento técnico cotidiano. Si se rompe un caño de mi casa debo
de llamar al plomero para que me solucione el problema o llamo al mecánico para
que me arregle el auto para ir a trabajar.
En cambio, el pensamiento
filosófico crea problemas, porque hay una zona humana que tiene que ver con los
aspectos existenciales.
Esa es la diferencia, en la vida
cotidiana debemos de ser resolutivos, debemos resolver los problemas que se nos
presentan, pero en los problemas existenciales, filosóficos, problematicemos.
El que viaja, el viajero, el que
anda con una mochila o en bici, se sale de lo cotidiano y hace filosofía,
piensa que va a cambiar al mundo. Viajando se hace filosofía, se rompe con lo
cotidiano, con lo mundano.
A Tales de Mileto, el primer
filósofo, del cual Platón hace referencia en uno de sus diálogos denominado “El
Teeteto”:
“SOCRATES: Cuéntase, Teodoro, que,
ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un pozo y
que una sirvienta de Tracia, de espíritu alegre y burlón, se rió de él diciendo
que quería saber lo que pasaba en el cielo y que se olvidaba de lo que tenía
delante de sí y a sus pies.
Le decían que era un idiota, porque para los griegos idiota era aquella persona que solo le importaba lo privado, estaba metido en sí mismo, no le importaba lo público, lo de todos, que para los griegos en aquella época la polís y la vida comunitaria era muy importante. Tales cuando descubre la filosofía queda maravillado del cielo y empieza a mirar las cosas con otros ojos, queda deslumbrado de lo que ve. Tales miraba tanto para arriba que se caía en todos los pozos y todo el pueblo se reía de él, le decían idiota, porque estaba tan metido para adentro mirando para arriba.("Conócete a ti mismo y conocerás a Dios"... decía Santo Tomás de Aquino).
Entonces: ¿Para qué sirve la
filosofía?
Si Tales no podía resolver lo más elemental y se caía en todos los pozos.
Si Tales no podía resolver lo más elemental y se caía en todos los pozos.
La vida pasa y que hacemos
entonces: ¿miramos para arriba o tapamos los pozos?
Para Heidegger lo que importaba
eran las ideas de las personas y decía que sólo transcienden las biografías de
sus autores y decía que Aristóteles nació, pensó y murió. Es decir que para
Heidegger la vida de Aristóteles no importaba nada, solo importaba las ideas, como en el
arte la obra trasciende al autor.
Como reflexión nos queda que en
la vida nos la pasamos tapando pozos, pero en algún momento levantamos la
cabeza para mirar para arriba. En la vida deberíamos encontrar cierta
pendulación, oscilación. Cuando nos damos cuenta de que estamos tan metido abajo
tapando pozos es bueno levantar la cabeza y viceversa cuando tenemos la cabeza
durante mucho tiempo en las nubes, debemos bajar, poner el cuerpo.
El pensamiento filosófico es abstracto, angustiante, inconducente, interruptivo, lo que propone la filosofía es un cuestionamiento a las totalizaciones. En filosofía siempre se llega a paradojas, inutiliza porque cuestiona, por qué todo tiene que servir para algo, cuestiona lo cotidiano. Cuestiona también a quién le somos serviles, el verbo servir tiene que ver con la utilidad pero también con lo servil. ¿Útil para quién, para qué?
La filosofía interrumpe la idea o
el valor de utilidad.
Video: La filosofía. Mentira la verdad.
lunes, 24 de noviembre de 2014
El conocimiento según Platón.
1)
Uno del que se puede opinar
y del que para los griegos se denominaba doxa,
que todos aquellos conocimientos que no necesitan ser demostrables,
comprobables, son los conocimientos de la vida cotidiana, del sentido
común del que podemos manejar los objetos e instrumentos del mundo
que nos rodea y de las personas.
2)
El otro conocimiento es el inteligible,
el conocimiento real, verdadero o episteme, y
que abarca el conocimiento de las matemáticas y el saber filosófico.
La inteligencia humana se independiza de lo que percibimos a través
de los sentidos para lograr un saber completo sin supuestos.
Para
Platón el conocimiento va desde la ignorancia hacia un conocimiento
completo, pleno, que nos hace diferente de los animales, las plantas
u objeto a través de la experiencia sensible, que pueda ser visto,
tocado, manipulado por una persona que lo observó, conversó,
convivió. Pero también
incluye en este tipo de conocimiento a la imaginación o eikasía,
en el que se incluyen los sueños, las fantasías, que no son reales
pero simulan serlo. La imaginación se ocupa de imágenes, de copias
que tienen la capacidad de confundirnos con el verdadero
conocimiento.
El
conocimiento de lo sensible es un conocimiento de naturaleza
inferior, y es lo que Platón denomina doxa,
pero que no es episteme,
es decir, el conocimiento
verdadero.
También
toma distancia de la creencia
o pistis, cuya
característica fundamental es que la creencia es la incapacidad de
dar razón de aquello en lo que se cree. Es práctica, es costumbre,
es experiencia personal, pero
no es un saber que pueda ser justificado o probado desde lo racional.
La
creencia es casi siempre falaz porque los objetos del conocimiento
del ámbito sensible son mudables, múltiples, todas las situaciones
son diversas y las condiciones cambiantes.
Dice
Platón: Quien se dedica a la dialéctica está en
condiciones de alcanzar, sin el auxilio de los sentidos y mediante el
uso de la razón, la esencia de cada cosa, y si no desiste hasta
lograr apoderarse, con la sola inteligencia, de la esencia del bien,
llegará al término de lo inteligible....
viernes, 31 de octubre de 2014
La ética de la responsabilidad por el desarrollo científico-tecnológico de la humanidad
El
desarrollo científico-tecnológico, que ha tenido la humanidad en
los ultímos dos siglos, con el inicio de la revolución industrial y
el desarrollo del capitalismo, hace al hombre éticamente responsable de
esta problemática.
Hans
Jonas, en su libro El
principio de responsabilidad,
sostiene que la ética hasta ahora se aplicaba a la evaluación de la
acción con un alcance inmediato. Tenía que ver con el aquí y el
ahora, con situaciones concretas de los hombres tanto en la esfera
pública como privada. La acción u omisión tenía que ver con
aquellas personas que rodeaban al autor de un hecho y que se vieron
afectadas por su acción. Pero que no había responsabilidad por
efectos posteriores no previstos.
En
la actualidad, se ha agrandado la esfera de su acción, lo mucho que
hace hoy el hombre traerá consecuencias para la vida futura de los
seres humanos. El
impacto provocado por la ciencia y la tecnología,
en el plano de la
vida humana y en la naturaleza es de mucha envergadura.
La propuesta consiste en pensar un modelo ético que parta del
impacto que produce la tecnología en la naturaleza, de tal manera
que se pueda regular el costo futuro por sus acciones.
La
tecnología está en un progreso constante y se supera día a día, y
su finalidad es lograr un mayor dominio sobre las cosas. Es un
inmenso poder el que se está desplegando.
Jonas
dice que si la producción invadió el ámbito de la acción, la
moral tendrá que penetrar el ámbito de la producción y concretarse
en políticas públicas. Hoy en día no existen políticas públicas
que legislen con miras al futuro, que tengan como sujeto de derecho a
las generaciones futuras.
Este
modelo ético parte del imperativo categórico kantiano reformulado
de la siguiente manera: “Obra de tal manera que
tú quieras que lo que hagas permita seguir manteniendo la vida en el
planeta”.
La obligatoriedad estará puesta en que la acción que se realizará
debe de garantizar la continuidad de la existencia humana. Es
importante poner el acento en los efectos que se desprenden de las
decisiones que se toman. “No hay derecho a
arriesgar la vida de las generaciones futuras a causa del progreso u
obrar humano de la actualidad”.
La
ética también se interesa por el futuro previsible y el futuro
remoto, del que también somos responsables. Las políticas públicas
deberían estar orientadas también por los intereses de los no
nacidos y de los que aún no tienen poder.
La
responsabilidad por el obrar humano está dada por la ética y hoy
nos exige:
- Responder por un acto del cual se es causa, o por su omisión.
- Responder ante los otros, es decir, por el poder que tenemos sobre los demás.
- Responder por el futuro, por los efectos de nuestras acciones a largo plazo, en las generaciones venideras.
Este
imperativo a diferencia del kantiano, abre un horizonte temporal,
exige pensar en “un futuro real previsible como
dimensión de nuestra responsabilidad”.
La ética en el mundo actual. ¿La posmodernidad: es una época de búsqueda de consensos?
En
una época tan convulsionada por acontecimientos mundiales que
conmovieron a la humanidad, la ética es la especialidad de la
filosofía que más ha reflexionado, cuestionado y fundamentado el
accionar humano. Los planteos acerca de la libertad y la justicia en
un contexto mundial regulado por el mercado y los temas relacionados
con los avances científicos y tecnológicos, abren el debate acerca
de dar una fundamentación universal de las normas conforme a las
diferencias existente en cada comunidad; como así también busca
plantear problemas de bioética o sobre el impacto ecológico que
produce el accionar humano.
La
ética solo puede ser comprendida dentro de un desarrollo histórico,
y actualmente vivimos una época posmoderna,
es decir el paso de la modernidad a la Posmodernidad.
Y ¿como podemos entender este cambio?.
Con
el nombre de posmodernidad, se hace mención a una nueva
época de la humanidad. Las
características principales del mundo moderno están sujetas a una
crisis profunda, de
tal manera que podríamos conceptualizar a la posmodernidad
como la crisis de la modernidad.
La
pregunta fundamental de ésta época esta relacionada con el
interrogante acerca de si creemos que el progreso de la ciencia, de
la economía, el arte, le permitirán a la humanidad vivir un mundo
mejor. No es facil dar una respuesta fehaciente a esta pregunta, pero
nos puede servir para comprender la diferencia entre la modernidad y
la posmodernidad.
El
hombre moderno es definido como aquél que confía en que el curso de
la historia debe de estar orientado por el progreso,
y el progreso debería garantizar un futuro mejor que el presente.
Por el contrario, la posmodernidad surge del descreimiento, de la
desconfianza y hasta del escepticismo. El ser posmoderno no cree que
el progreso constituya un bien para la humanidad. Gianni
Váttimo, en su libro El
fin de la modernidad
dice: “el progreso se ha vuelto
rutina”.
La
posmodernidad desvaloriza todos los ideales y expectativas. La falta
de confianza en el futuro, junto con la desaparición de los grandes
proyectos comunes (ideologías de la emancipación, utopías), dejan
un vacío que a menudo es llenado por el pesimismo o el desinterés,
que inducen al hombre actual hacia un proceso de aislamiento.
Otro
de los filósofos que se ha ocupado de pensar la posmodernidad es
Jean Francois
Lyotard,
que sostiene que la posmodernidad es el resultado de la modernidad,
diciendo que: “la posmodernidad es cosa
moderna”,
y describe a la condición posmoderna
como la instancia en la que el hombre se ve cada vez más lejos de
incidir en sus acciones en el curso de la historia. Experimenta de
que los acontecimientos se han vuelto independientes respecto de sus
actos, y que lo que cada hombre puede hacer es demasiado poco.
En
cambio, Jürmen
Habermas
defiende la vigencia del proyecto moderno que debe de ser completado.
Destaca que la modernidad se asienta sobre el proyecto de libertad
fundado en la razón. Defender el proyecto moderno es defender la
necesidad de fundamentar racionalmente nuestras acciones, mantener la
autonomía del arte, la ciencia y la moral. Sigue sosteniendo que la
racionalidad es la condición de posibilidad de un mundo donde todos
y cada uno de los hombres pueden llegar a ser libres.
La
transformación consiste en pasar de la filosofía del sujeto a una
filosofía de la acción intersubjetiva. Habermas se orienta en pasar
del paradigma físico-matemático, que ha dominado la humanidad, al
paradigma de las ciencias sociales, y desarrollar una teoría de la
comunicación entre sujetos diferente
al
del sujeto cartesiano.
La
posmodernidad es una época producida y dominada por los
medios de comunicación
(en especial la TV). Para muchos pensadores los medios de
comunicación permitieron
el acceso a la opinión pública de minorías de todo tipo. Se trata
de un proceso de pluralización que hace imposible un punto de vista
único acerca de la realidad. Muchos intelectuales pensaron que la
simultaneidad de la televisión y la circulación de la información
producirían una sociedad más transparente donde los obstáculos de
la
comunicación
fuesen eliminados. Al multiplicarse los centros desde donde surge la
información se multiplicaron también los sujetos y las narraciones,
lo que dio lugar a una fragmentación de la imagen del mundo.
Otro
pensador que nos hace reflexionar sobre los medios de comunicación
es Jean Baudrillard
que sostiene que con el televisor el mundo se nos mete en nuestras
casas. Ya no existe límite entre lo público y lo privado, como
consecuencia de la invasión de los medios. Su poder simulador
produce una realidad poderosa y más real que
la conformada entre sujetos y objetos.
Vivimos un mundo más complejo a causa del poder de los medios sobre la formación de una conciencia pública. Un mundo plagado de informaciones y donde la realidad es creada diariamente. Es un desafío vivir este mundo interrogado por la tecnología y la comunicación.
Habermas
es quien más se ha dedicado a la tarea de una reconstrucción
crítica de la racionalidad como base de una sociedad democrática y
como cumplimiento del ideal emancipatorio de la modernidad. Ha
desarrollado su propia teoría de la acción comunicativa, la cual
constituye una ética
del discurso. Como
vimos él parte de una racionalidad intersubjetiva que se expresa a
través del hablar o de la comunicación. De este modo sustituye la
problemática moderna que se centra en la conciencia subjetiva, por
una reflexión crítica acerca del lenguaje.
Cuando
hablamos hay estructuras universales que sólo pueden ser puestas de
manifiesto a través de la crítica. Cuando hablamos un idioma no
necesitamos conocer su gramática, tampoco necesitamos conocer los
elementos universales que se encuentran en el mismo acto de hablar.
Para
Habermas también existe una pragmática contenida en el habla
cotidiana como la existencia de estructuras gramaticales y
sintácticas.
Hay
rasgos universales presenten en el lenguaje. Por
ejemplo, cada vez que alguien me dice algo, lo escucho suponiendo que
lo que dice es verdad, más allá de que lo que dice sea cierto o no.
La comunicación solo se hace posible partiendo de la confianza en la
intención. Hay un principio de intencionalidad en toda acción
comunicativa.
Muchas
veces nos vemos en la necesidad de tomar una decisión conjunta, y
ello depende de la legitimidad de nuestra comunicación, es decir de
nuestra capacidad de expresar nuestra posición y la de comprender la
de los otros.
Una
decisión justa es una decisión fundada en el consenso
alcanzado mediante la argumentación racional de las posiciones de
todos los involucrados.
La
validez del juicio ético para Habermas se obtiene a través del
consenso construido mediante la comunicación producida con
argumentos racionales. Descarta de pleno la posibilidad de aceptar
como legítimos aquellos consensos limitados a la opinión de la
mayoría. La cantidad no da certezas. La mayoría puede equivocarse.
Propone lo que el denomina consenso
dialógico-argumentativo
que tiene las siguientes características especiales:
- En la discusión cada uno de los participantes deberá exponer sus argumentos, responder a las críticas, argumentar en función de los intereses propios o del grupo.
- Cada participante, por el solo hecho de entrar en la discusión, reconoce a los otros hablantes componentes como sujetos de derecho.
- Los participantes en la discusión deberán renunciar al uso de la fuerza, la amenaza, la manipulación ideológica, el engaño, etc. para defender racionalmente sus argumentos.
- Un consenso será legítimo y fundamentará una norma moral legítima, cuando se respetan todas las normas de procedimiento.
Habermas
reformula el imperativo
categórico
de Kant. La razón es dialógica, no puede haber excluidos en la
discusión, y todos los argumentos deberán ser atendidos. La ética
del discurso no aspira a delinear el contenido de las normas morales
o los ideales de la buena vida, sino a ejercer una función crítica
y legitimar o no los acuerdos políticos, económicos sociales
alcanzados dentro de una comunidad histórica o entre las naciones.
En este sentido se puede decir que es una ética formal o de
procedimientos.
La
ética del discurso da pautas para que los sujetos y los pueblos en
su variedad cultural puedan determinar lo que es bueno para todos los
ciudadanos mediante un debate
abierto.
El
pensar se desarrolla en el diálogo. Aprender a pensar es aprender a
argumentar y a confrontar con los argumentos de los otros.
Lo
más destacado de esta idea de Habermas es poder fundamentar las
normas básicas de convivencia desde esta racionalidad comunicativa,
entendida como los fundamentos
éticos de una teoría de la comunicación.
jueves, 30 de octubre de 2014
Kant: La ética moderna.
- Centralidad de la razón. El sujeto racional es el eje a partir del cual se organizan el saber,el arte y la moral. Se confía en ella como la fuerza transformadora de la sociedad y la historia.
- La libertad frente a la naturaleza. El mundo del espíritu es el ámbito de la libertad y de las producciones humanas más elevadas (ciencia, arte, moral, religión, filosofía); mientras que el mundo de la naturaleza es el ámbito del determinismo.
- La cultura humana. Se separan los distintos ámbitos de la cultura, ciencia, ética, arte, cada uno con su objeto propio, construyendo esferas que abordan sus cuestiones en forma específica.
El
esfuerzo que realizó la modernidad
consistió en construir una ética universal, racional,
válida para todos los hombres,
independientemente de
sus creencias religiosas
y de sus circunstancias particulares.
La pregunta fundamental que se hace Kant es ¿qué debo hacer?. Con
lo cuál podemos pensar que la ética tiene relación con el deber.
Para
Kant la ética tiene que ser universal, sus principios deben de ser
válidos para todos los seres racionales
de modo absoluto y necesario. La moral que se basa en la experiencia
particular de un sujeto, sólo tiene un valor aleatorio
y particular. La moralidad debe de partir de un principio universal
con el cual confrontar las acciones. Este principio de la moralidad
reside en la razón y no puede derivarse de las sensaciones,
inclinaciones o deseos sino que debe determinarse a priori a la
voluntad. Esto significa que para Kant la ética debe de ser
racional. La naturaleza le dio, a la voluntad, la razón como
directora. La razón sacrifica los intereses de los impulsos y con
ellos la propia felicidad.
Kant
piensa que: debe de haber un propósito más digno que
la felicidad al cuál está destinada la razón y al que deben de
subordinarse todos los fines particulares del hombre”.
Y con ello la felicidad.
¿Qué es la buena voluntad?
Cuando
la voluntad es determinada por un objeto que se desea, este principio
es material o empírico. La decisión depende del sentimiento de
agrado o desagrado que cause ese objeto, o sea, del placer. Por
ejemplo: una persona que abandona un trabajo importante, por
concurrir a una fiesta o
no devolver un dinero que pidió para irse de vacaciones.
Cuando el principio que determina a la voluntad es la ley de la
razón, este principio es formal, y la voluntad se determina a
priori, significa que el principio por el cual actúa no lo saca de
la experiencia, sino que lo encuentra en sí misma.
La voluntad no depende de ninguna sensación de agrado o desagrado,
de ningún deseo, de ninguna necesidad, sino sólo de sí misma, de
lo que la razón determina.
Una voluntad buena en sí misma es aquella que:
- Actúa por deber y no conforme al deber.
- Es autónoma porque es de suyo legisladora, es decir, es libre para darse a sí misma su propia legalidad.
Kant en la primera afirmación está indicando la diferencia entre
moralidad y legalidad. Una voluntad moralmente buena actúa siempre
por deber. Por ejemplo: en esta época de alta inflación, un
comerciante, pensando en mantener e incrementar su clientela, cobra
lo justo por sus mercaderías que vende sin estafar a sus clientes,
podemos decir que este proceder es honesto. Pero ¿Es éste un
comportamiento moral? Kant dirá que no se lo puede considerar un
acto moral, porque si bien se cumple con el deber, la acción
realizada es un medio para su satisfacción. Este ejemplo sería una
acción conforme al deber pero que no tiene valor moral.
Una acción es hecha por deber cuando el sujeto la realiza sin otro
fin que el deber mismo. Es el ejemplo de aquél comerciante que cobra
lo justo porque es lo que debe de hacer, y no para sacar beneficio de
ello.
Sólo una acción hecha por deber tiene valor moral; y el deber es la
necesidad de acción por respeto a la ley.
El imperativo categórico.
Kant
plantea la diferencia entre máximas y leyes prácticas. Las primeras
son principios subjetivos de la acción, pero que son válidas sólo
para el mismo. Las máximas son principios subjetivos de la acción.
Las leyes prácticas son principios objetivos de la acción, o
imperativos, o sea, “un
deber que expresa la obligación objetiva de la acción”
Los
imperativos ordenan a obrar porque indican lo que toda persona debe
hacer. Si bien el hombre es un ser racional, no es la razón el único
motivo que determina la voluntad. Ésta también puede dejarse
determinar por las inclinaciones, los deseos, las necesidades. De
otra forma, el hombre no quiere siempre lo que se debe, es necesario
que se rija por imperativos que le dicta la razón.
Estos
imperativos pueden ser hipotéticos o categóricos. Los primeros
determinan la voluntad en función de cierto fin deseado, son más
bien preceptos de habilidad. Por ejemplo: “se debe de trabajar y
ahorrar en la juventud para no morir de hambre en la vejez”. Este
precepto práctico de la voluntad surge de la razón pero no se puede
exigir por igual a todos los hombres. Este imperativo está
condicionado al sujeto.
Un
imperativo categórico cuando ordena a obrar de un modo necesario a
todos los hombres por igual, independientemente de las condiciones
subjetivas. Por
eso son leyes prácticas. Dice Kant, que la ley moral es “un
imperativo que ordena categóricamente porque la ley es absoluta; la
relación de la voluntad con esta ley es de dependencia y es
obligatoria, es decir es una imposición para una acción que se
llama deber”.
Esta
ley no indica de que debe de hacerse esto o lo otro, sino que
conserva la forma pura de la legalidad. Esa ley es así: “Obra
de tal manera que quieras que la máxima de tu voluntad se convierta
en ley universal”.
Lo que vale para una persona debe
de valer para todos en la misma situación. Este es el imperativo
categórico, una ley moral, principio absoluto y fundamento de la
moralidad, es porque es principio objetivo universal. La acción
realizada por respeto a la ley es el deber, y cumplir con el deberes
la condición de una voluntad buena en sí misma.
Por ejemplo: Si voy por la calle
y veo que a alguien se le cae una billetera y sigue su camino sin
darse cuenta, y en ese momento nadie me está observando lo que
sucede, ¿qué debo de hacer?. Puedo quedármela porque total nadie
me está viendo y la otra persona no se dio cuenta, o puedo
devolvérsela. ¿quién determina en este caso lo que está bien y lo
que está mal? Kant diría: la ley moral ¿Cómo debo de proceder?
Debo de confrontar el principio subjetivo de mi acción con la ley
moral: si cumple con lo que esta ley indica, la acción es buena y
debe de ser realizada, no no, es mala, por lo cual debe de evitarse.
miércoles, 29 de octubre de 2014
¿Qué es la ética?
La
ética es una disciplina que reflexiona sobre el obrar humano. Es un
saber práctico que tiene como objeto de estudio las acciones de los
hombre fundamentadas en la sensatez.
El
hombre puede actuar de determinadas maneras por tratarse de un Ser
libre. La ética humana se preocupa por la realización del bien.
Adquiere una dimensión social porque este obrar está referido a las
demás personas. Se relaciona con la vida ciudadana o política.
Kant
y Hegel revivirán esta
cuestión en el mundo moderno, y el debate continua hasta nuestros
días con posiciones encontradas entre universalistas y
comunitaristas.
La
ética se pregunta sobre: ¿qué debo hacer?.
El esfuerzo consiste en argumentar racionalmente en cuestiones
morales, que a través del diálogo permite la formulación de
principios universales. Por ejemplo, en la actualidad los derechos
humanos, constituyen principios
de valoraciones comunes a todos los hombres.
La
ética, no es ajena a ninguna persona en tanto poseedores de
capacidad de hacernos responsables de nuestras acciones. La ética es
una formulación de carácter moral que nos permite obrar bien y ser
buenas personas. Los escépticos, relativizan el alcance de esta
tarea y los fundamentalistas que creen resolver la moral acorde a sus
convicciones. La ética nos enseña a hacernos cargo del sentido de
nuestras acciones, sus motivaciones y consecuencias.
Podemos
abordar el término ética, simplemente si entendemos que el mundo es
nuestra casa. La palabra ética, proviene del griego y
significa habitar, morar, lugar donde se habita. Podemos definir a
la ética como el aprender a habitar, a ser habitantes de
esta casa, de la ciudad, de este mundo. Además significa:
hábito, costumbre.
La
ética es el ejercicio de nuestras libertades que nos hace capaces de
gobernarnos a nosotros mismos. La ética nos enseña a ser libres, a
tener el gobierno de nuestras propias acciones que van conformando
nuestro Ser. Aprender a habitar significa aprender a practicar los
hábitos que nos permiten realizar el bien y ser buenos. Es la
formación de un carácter moral que, desde su opción por el bien,
pueda hacer frente a los cambios y conflictos que se van presentando
a lo largo de la vida.
Habitar
el mundo aprendiendo a elegir es aprender a ser sabios. La
sabiduría y la prudencia son las que nos permiten determinar qué
es lo que debe ser hecho, y cuándo y cómo hacerlo.
El
hombre es un Ser moral en tanto es libre. En tanto nos hacemos cargo
de la libertad comenzamos a reflexionar sobre el bien. Existe la
ética en tanto existan hombres que quieran ser felices.
Tampoco
era para los griegos una moral individual del deber. Esto surgirá
con el cristianismo y se afianzará en la modernidad. La
ética griega es inseparable de la polis, es decir, de su
comunidad política.
La
polis es el espacio conquistado
por el hombre, donde es posible la vida humana. Fuera de la ciudad
amenaza lo bárbaro, lo irracional. Por eso era para los griegos muy
importante el cuidado de la ciudad, la armonía de sus leyes y de las
instituciones que la componen: la familia y el Estado.
Lo
bárbaro habita también en el interior de cada uno, de ahí, la
necesidad de formarse a uno mismo, trazando la buena frontera del
buen límite, sabiendo elegir entre lo que contribuye a la armonía y
lo que introduce la discordia o la división. En esto consiste la
vida virtuosa, en saber elegir el bien, que produce la armonía en
cada uno y en la comunidad, frente al mal que produce la separación
y la discordia.
Eudomonista
es la denominada ética de Aristóteles,
que considera la felicidad como el bien supremo, el fin último de
los actos humanos. Todos los hombres desean ser felices, aunque para
cada uno de ellos la felicidad represente cosas distintas.
La
ética aristotélica se pregunta: ¿en qué consiste la
felicidad?.
En
su obra “Ética a Nicómaco”,
dice: “todo arte, toda investigación y toda elección
parecen tender a algún bien. El bien es aquello a lo que
todas las cosas tienden”.
El
bien es la meta deseada por nuestras acciones, pero al haber
múltiples acciones, hay múltiples cosas a las que consideramos
bienes. Por ejemplo: el fin de la medicina es la salud, y la salud es
considerada un bien a diferencia de la enfermedad.
Lo
mismo podríamos decir de las riquezas y de todas las otras cosas a
las que llamamos bienes. Aristóteles nos
dice que estas cosas son un bien en la medida en que nos permiten ser
felices, por eso no llamaría bien a la riqueza si produjera la
muerte por causa de ella.
Entonces,
según Aristóteles, desear el bien es desear ser felices. Pero, la
ética es una especialidad práctica de la filosofía, por lo tanto,
el problema no está sólo en el desear, sino en el hacer. La
pregunta es cómo ser felices. La respuesta es aprender lo que nos
dice Aristóteles acerca de la virtud.
Si
la felicidad es el fin último al que aspira el hombre y que lo
hace más pleno, entonces,
debe de consistir en la disposición permanente de la voluntad hacia
el bien. Esto es la virtud para Aristóteles.
La
virtud es
un hábito que nos permite hacer las cosas bien. Por ejemplo, aquél
que sabe tocar bien el piano, es un buen pianista porque tiene la
virtud de tocarlo bien.
Las
virtudes se forman mediante un forzado ejercicio. La virtud exige una
elección voluntaria, pone en juego el intelecto y la voluntad del
hombre. Al ser la virtud una elección voluntaria es objeto de
reflexión y de elección deliberada; por eso, el conocimiento es un
momento importante en la formación de la virtud, sin ser la virtud
sólo un producto del conocimiento.
Hacer
el bien implica, según Aristóteles, hacerlo.
Entonces,
podemos definir a la virtud como la disposición permanente del
carácter (ethos)
para obrar bien.
Consecuencias:
- Nadie puede considerarse virtuoso porque realizó un acto bueno.
- Nadie nace virtuoso, sino que más bien llega a serlo.
Conclusión:
se llega a ser virtuoso a través de acciones reiteradas conformes a
la virtud. La virtud es un hábito que se adquiere con el ejercicio:
realizando actos de justicia es como el ser humano se va haciendo
justo.
Aristóteles
define a la virtud como el justo medio entre dos extremos viciosos,
uno por la carencia y el otro por el exceso. Por ejemplo: el
coraje es el justo medio entre
la cobardía y la audacia desmedida. La generosidad
es el justo medio entre la avaricia y el despilfarro. Para determinar
el justo medio exige discernimiento, y para ello es necesaria la
prudencia. “La
virtud es por lo tanto un hábito selectivo, consistente en una
posición intermedia entre nosotros, determinada por la razón, y tal
como lo determinaría el hombre prudente”.
El
aprendizaje de las virtudes morales se logra a través de la
educación.
En
la actualidad solemos identificar la felicidad con formas de vida
placenteras. En este sentido felicidad
y placer
parecen ser sinónimos.
Aristóteles
reconoce una tendencia natural del ser humano al placer, porque el
placer está
en una íntima relación con la naturaleza humana ya que los hombres
prefieren las cosas que son placenteras y huyen de las penosas. Y
esta relación relación ha sido objeto de muchas discusiones. Están
quienes identifican el placer con el bien y otras que lo consideran
un mal absoluto porque sostienen que el hombre tiende a depender de
los placeres.
Aunque
Aristóteles aclara que no se puede identificar el placer con el
bien, porque hay placeres que son reprochables y hay acciones que
deben de ser realizadas porque son buenas aunque no proporcionen
placer. Es decir que no se rechaza el placer, sino que se lo
incorpora a la reflexión ética.
Si
hablamos de actos buenos o actos malos, podemos decir que el placer
que acompaña a un acto bueno o virtuoso será un placer
honesto,
y el que acompaña un acto malo será un placer
perverso.
Los
placeres buenos serán los que resulten tales al hombre virtuoso, ya
que éste se complace en el bien y encuentra desagrado en el mal.
Aristóteles
señala que es mucha la corrupción
que hay en los hombres; por es necesario no perder el gusto por el
bien. El hombre corrupto,
ha perdido esta sabiduría, y pone el placer en actos que son
reconocidamente vergonzosos.
No
ignora Aristóteles que la felicidad requiere de otros bienes como
tener salud, reconocimiento social o dinero, pero él no se
identifica con ellos, porque el hombre virtuoso no depende de las
cosas ni de los placeres que éstas pueden brindarle.
Si
la felicidad se identificara con el placer, cualquier adversidad la
haría fracasar, pero como
la felicidad radica en la vida virtuosa, esto es en la fidelidad al
bien, la adversidad será ocasión para ejercer la grandeza del alma.
Aquél que elige una vida orientada a producir el bien podrá ser
feliz aunque en momentos pase por situaciones adversas.
La
práctica del bien no queda circunscripta a la realización
individual sino que implica el bien para todos, de la comunidad. “Es
cosa buena hacer el bien, pero es más bello y divino
hacer el bien común”...
Dijo Aristóteles.
La
ética alcanza su plena realización en la política. La vida
política tiene como fin la realización del bien común, a través
de la práctica de la justicia. Esta tarea le corresponde al Estado,
ya que debe de procurar la felicidad de todos los hombres. La
justicia es la base de la vida del Estado. Sólo en la comunidad
política puede el hombre satisfacer sus necesidades intelectuales y
biológicas.
lunes, 6 de octubre de 2014
¿Qué es la metafísica?.
Edad
Antigua.
La
metafísica es la
ciencia mediante la cual la inteligencia desea conocer su propio
objeto.
¿Tiene
la inteligencia un objeto o conoce los objetos que le proporcionan
los sentidos?
La
metafísica trata de determinar la existencia de un objeto
suprasensible, es decir que está “más allá” de nuestros
sentidos y que pertenece a la inteligencia.
Los
problemas de la metafísica están relacionados con la
existencia del mundo de las ideas, la existencia de Dios, la
inmortalidad del alma, son ejemplos de ello y hacen que la
metafísica recorra toda la historia de la filosofía.
Podemos
decir que la metafísica tiene su origen en Platón,
pero los antecedentes más importantes de la metafísica los
encontramos en Heráclito y Parménides.
Heráclito
llamó Logos a la
unidad de todo lo existente.
El
logos es el principio de unidad de todas las cosas. El
devenir de todo lo que es se halla gobernado por el logos
Parménides
se dedico a pensar la unidad de
todas las cosas, de lo cual llamó Ser. Dice:
“El ser es, y el no ser no es”.
Esta afirmación se ha convertido en uno de los principios
fundamentales de la racionalidad occidental.
Platón
tenía el convencimiento de que el conocimiento percibido a través
de los sentidos era relativo, porque muestran una realidad múltiple
y cambiante. Decía que hay muchas cosas bellas y muchas cosas buenas
y que a cada conjunto le corresponde una idea única: la
idea de belleza, la idea de bien.
De este modo, muchas cosas bellas son vistas pero no pensadas, en
cambio la idea de belleza es pensada pero no vista, es sólo vista
por la luz de la inteligencia.
Entonces:
¿Cuál es el fundamento último de esta realidad que se presenta a
nuestros sentidos como inconstante, perecedera y mutable?
La
filosofía es quién se ocupa de dar respuestas a estas preguntas.
Platón
responde que el fundamento del ámbito visible debe de buscarse en lo
inteligible, que es el fundamento de las ideas.
Las ideas no están en las cosas visibles, son de naturaleza
inteligible.
Platón
diferencia lo sensible de lo inteligible, la idea de la cosa. Para
Platón hay dos mundos uno inteligible (de las ideas) y otro mundo
sensible (de los sentidos). La
verdad de todas las cosas se encuentra en el mundo inteligible donde
la inteligencia humana conoce las ideas.
Las
ideas, o lo que las cosas son en sí, constituyen la máxima
perfección con que algo puede ser pensado, y por ende es todo
aquello que las cosas cambiantes e imperfectas del mundo aspiran. La
bondad, la belleza, la justicia,
son ideas (arquetipos) que vamos conociendo en la medida en que
buscamos la verdad. Las ideas son verdaderas en sí mismas, en tanto
que las cosas sólo lo son en la medida en que nos remiten a ellas.
Una
persona puede realizar un acto de justicia y ser un hombre justo,
pero nunca podrá ser él la justicia. La justicia
es una idea que modela intelectualmente nuestro ser y nuestras
acciones.
Las
ideas, no son simples conceptos, meras representaciones mentales que
dependen del sujeto que conoce y que pueden ser comprendidas como
relativas a este sujeto, su época o su historia.
Las
Ideas son el verdadero ser, el ser por excelencia, lo que hace que
las cosas sean lo que son. Esto es lo que le da su permanencia, su
inmutabilidad.
Aristóteles
sostiene que la verdad de las
cosas (de los entes) nos remite a las cosas mismas, que el objeto de
la inteligencia está en ellas (en el ente mismo). De lo
que se trata es de conocer aquello que hace que algo sea lo que es.
Aristóteles habla de un
principio de permanencia que se encuentra en cada ente, al que le da
el nombre de ousía (sustancia),
la sustancia se distingue de
los accidentes porque permanece idéntica a sí misma e indica lo que
cada ente es en sí.
Para
Aristóteles. La filosofía (metafísica)
tiende al conocimiento de los primeros y últimos principios, y es la
ciencia a la que los hombres
pueden aspirar. La metafísica
es para Aristóteles lo que “contempla al ente en cuanto ente”.
A
su vez dice que cada ente está compuesto por dos principios
irreductibles el uno y el otro: materia y forma.
Todo
ente, sea del material que sea -madera, piedra, etc- posee materia; y
a su vez esa materia no se encuentra en un estado amorfo, sino que
está determinada por la forma. La forma es la que hace que ese ente
sea la cosa que es y no otra.
Además
agrega otras para pensar el ente en movimiento, éstas son: la
potencia (dymanis) y el
acto (energeia). La potencia
señala el poder ser de cada ente, el acto indica lo que el ente es.
Así, la potencia está comprendida en el acto, como la planta lo
está en la semilla o el hervor en el agua.
Materia
y forma, potencia y acto, se completan incluyendo la causa eficiente
y la causa final. La causa eficiente
es aquella que efectúa el cambio, es decir, el pasaje de la potencia
al acto. Por ejemplo, la humedad del medio es causa eficiente de que
la planta contenida potencialmente en la semilla brote, se convierte
en acto.
En
este acto efectuado se ha desarrollado un ente que antes sólo
existía en potencia. Algo que podía ser, ahora es, ha alcanzado en
este sentido el fin de su desarrollo, ha alcanzado su causa final,
donde cada ente encuentra su perfección.
Edad
media.
Las
obras de Aristóteles sumadas a la tradición judía y los pensadores
cristianos fueron la clave para entender la metafísica como
sabiduría de occidente.
La
primera etapa de la filosofía en la era cristiana se la llamó
patrística, que se
fue configurando con escritos teológicos y apologéticos en donde se
desarrollan problemas filosóficos. En la patrística griega podemos
nombrar a filósofos como Clemente y Orígenes de
Alejandría, y de la patrística
romana es San Agustín.
La iglesia se preocupó por conformar una doctrina cristiana y
protegerla de las deformaciones de la fe, las herejías y
desviaciones doctrinales del paganismo.
La
cultura cristiana incluyó considerablemente en la cultura cristiana.
Los textos bíblicos no fueron filosóficos, pero introdujeron ideas
y problemas que cuestionaban la visión del mundo y del hombre
construida en la Grecia antigua.
La
revelación divina, generó la necesidad de delimitar el ámbito de
la razón y de la fe, de la filosofía y la teología.
Los
mensajes bíblicos fueron objeto de consideración durante la Edad
Media y sus ideas principales fueron
- La concepción de un Dios único, trascendental, todopoderoso y personal.
- Dios como creador del mundo.
- El hombre como amo y señor de la naturaleza.
San
Anselmo inicia la etapa de la
filosofía medieval llamada escolástica,
surgida de las escuelas de las catedrales, los conventos y las
universidades. La enseñanza se realizaba a través de la Lectio,
en la que el maestro comentaba textos de autores reconocidos, y a
partir del siglo XIII se agregó la Disputio
en la que se producía un diálogo entre el maestro y sus discípulos
a favor o en contra de una determinada tesis.
La
idea de San Anselmo era la de pensar mediante categorías racionales
los datos revelados, es decir, aclarar con la razón lo que ya se
conocía con la fe. Este método racional no resuelve los misterios
de la fe pero muestra los problemas planteados por la revelación que
no son tan absurdos e impensables.
La
razón sirve para para desentrañar las verdades de la fe. Anselmo
plantea probar la existencia de Dios. No solo hablan de Dios los
creyentes sino también los que no que no conocen la revelación de
la palabra de Dios y los que no creen en Él. Hablar de Dios
significa referirse a ese ser infinitamente perfecto. Por lo tanto,
la inexistencia de Dios no puede ser afirmada.
La
idea de Dios como ser infinitamente perfecto exige que este ser no
sólo exista en la mente del hombre sino también en la realidad.
Luego en el siglo XIII, a este argumento se le dio el nombre de
ontológico porque
del análisis de la idea de Dios se deduce su existencia. Hay
correspondencia entre ser y pensar. Dios
es Dios y no puede haber nada más grande ni más perfecto.
Santo
Tomás de Aquino, fue quien más
influyó en el pensamiento cristiano, fue considerado el genio
metafísico de la Escolástica. Su pensamiento Aristotélico se
caracteriza por su claridad argumentativa y fundamentación lógica.
Conoció los textos de Aristóteles traducidos del griego al latín,
ya que hasta ese momento sólo se conocían sus teorías a través de
los filósofos musulmanes.
Hizo
un esfuerzo por reconciliar la fe y la razón, creó una síntesis
filosófica de las obras y enseñanzas de Aristóteles y de San
Agustín, de filósofos árabes como Averroes y Avicena, de
pensadores judíos como Maimónides y de sus predecesores en la
tradición escolástica.
Dice
Santo Tomás: “Existen algunas verdades que superan
todos los poderes de la razón humana, por ejemplo que Dios es uno y
trino. Hay otras verdades a las que se puede llegar a través de la
razón natural, por ejemplo que Dios existe, que Dios es uno, y otras
semejantes”.
Desarrolló
cinco vías posibles para probar la existencia de Dios:
- la vía del cambio,
- la de la causalidad eficiente,
- la de la contingencia,
- la de los grados de perfección,
- la de la finalidad.
Durante
el siglo XIV el nominalismo surge como resultado de la
decadencia de la escolástica. Guillermo de Ockham, será un
exponente de este período.
Surge
un nuevo método de investigación centrado en la experiencia,
las reacciones en contra de la teocracia y en favor del pluralismo,
la primacía del individuo, etc, se convertirán luego en los temas
principales de la filosofía moderna.
El
mundo moderno va a concebir al pensamiento como fundamento de todo lo
real. La metafísica pasa de estar centrada en la sustancia
(medioevo) a una metafísica del sujeto (edad moderna).
Edad
moderna.
Rene
Descartes el padre de la
metafísica moderna. Posibilitó el nuevo punto de partida de la
filosofía.
La
construcción de un sistema de pensamiento que parta de principios
claros. Axiomas de los cuáles se puede deducir toda una serie de
afirmaciones fundamentales para el sistema, guiados por un método,
para que las deducciones efectuadas tengan la garantía de evidencia.
Para
Descartes, el pensamiento debe de partir del propio pensamiento,
lejos de todo criterio de autoridad (la iglesia, la
tradición, la naturaleza), y
esto lo expresa a través de la duda,
desde donde a partir de ella busca eliminar todo prejuicio para
llegar a un punto firme del que no se puede dudar más y que sirva
como piedra fundamental donde asentar el sistema.
Duda
de todo aquello que no se presente con evidencia y aceptar sólo lo
que se conozca de un modo claro y distinto. Puedo
dudar de todos los contenidos de mi pensamiento, del dato de los
sentidos, de lo que he aprendido hasta el momento, pero no voy a
poder dudar de que yo, que dudo, estoy pensando. Y este saberme
pensante me revela mi ser, es decir: “yo pienso, luego
existo”. “Pienso,
luego soy”.
Esto
inaugura una nueva época. El sujeto moderno es el acto fundacional
de la modernidad.
“Pienso,
luego soy”
afirma la identidad de ser y pensar. ¿Quién es este yo? Ese sujeto
que sabe que piensa, y sabe que todo pensamiento es posible porque se
sabe a sí mismo pensante, que piensa.
Este
saber que el sujeto tiene de sí mismo se llama conciencia.
El yo, el sujeto, es la conciencia. La conciencia es conciencia de un
objeto. Por ejemplo: soy consciente de que estoy leyendo esto, la
conciencia es consciente de sí misma, soy consciente de que soy yo
el que lee, el que piensa lo que lee, el que imagina, el que siente,
el que se cansa de escribir o de leer.
Soy
consciente de mí como sujeto de todas esas operaciones. Este sentido
reflexivo, de volver el pensamiento sobre mí mismo, se llama
autoconciencia.
La conciencia es conciencia de sí misma, autoconciencia.
Kant
va a expresar su amor por la
metafísica y su admiración por la ciencia. Con la metafísica
quiere obtener el mismo logro que Newton tuvo con la ciencia.
Considera a las doctrinas metafísicas como sueños racionales
Tuvieron
influencia en Kant los pensamientos de Leibniz y Hume.
Las
cuestiones que la razón humana no puede evitar ni tampoco resolver
son por ejemplo: cuando decimos que “Dios existe” o “El Ama
es Inmortal”. No se dan por la experiencia, nuestra razón se
ve arrastrada por los juicios más allá de sus límites y la pueden
inducir al engaño o al error. Los temas inevitables de la razón
humana son Dios, Libertad, Inmortalidad. La ciencia que trata
de resolver estas cuestiones es lo que llamamos metafísica.
La
metafísica es un saber que está en constante avance y retroceso,
cuando alguien la aborda cuestiona los dichos anteriores y comienza
un camino nuevo, que la convierte en constantes discusiones y aleja a
la metafísica por el camino seguro de la ciencia.
Kant
cuestiona la metafísica de su época y cuestiona la posibilidad de
tal conocimiento. Es necesario que la razón se conozca a sí misma,
determine sus límites y sus posibilidades, como así también todos
los principios que le son propios para lograr el saber dentro de sus
límites que pueden ser transgredidos y tornarse ilegítimos. A este
proceso es lo que Kant llama Crítica a la Razón Pura.
El
uso dogmático de la razón se opone a la crítica, por tratarse de
una confianza que no cuestiona el fundamento, ni la legitimidad de
sus afirmaciones, produciendo descreimiento e indiferencia.
Kant
no duda de la matemática o de la física, como de las ciencias. La
prueba la tiene en la física matemática de Newton, que domina el
horizonte científico.
¿Es
posible la metafísica como ciencia? La metafísica es una realidad
como disposición natural de la razón, pero no es suficiente y Kant
se pregunta sobre la posibilidad como ciencia, porque la metafísica
no puede continuar por el camino que viene transitando porque genera
más confusión, oscuridad y desprestigio. Por eso es necesario
cambiar el método y esta es la finalidad de la Crítica a la
Razón Pura.
La
ciencia tiene como límite el fenómeno y la razón no puede ir más
allá de éste. La metafísica, por el contrario, aspira a alcanzar
lo intangible (el noúmeno), que como tal es incognoscible,
que la induce a contradicciones. Kant las llama antinomias, porque
quiere abordar por la vía del conocimiento teórico aquello que no
puede ser conocido de de esta manera.
Plantea
la diferencia entre conocer y pensar. Hay objetos que no pueden ser
conocidos pero que pueden ser pensados. Puedo pensar lo que quiero
siempre y cuando no me contradiga. Por ejemplo, puede pensar en la
inmortalidad, pero no implica conocimiento alguno.
Las
cuestiones de la metafísica tradicional -Dios, Alma, Mundo-
son ideas que sirven para unificar y regular los conocimientos. Por
ejemplo, debemos unir todos los fenómenos y las operaciones de
nuestra experiencia interna (vivencias) a la idea de alma, como
sustancia única a pesar de que cambien sus estados.
Si
la ciencia no nos permite conocer las cosas tal como son en sí o lo
inteligible (el nóumeno), entonces ¿cuál es el camino para
llegar a él?.
Kant
sostiene que el camino es el de la Ética. Va a diferenciar el
uso teórico de la razón al uso práctico. En el uso teórico, la
razón se aplica al conocimiento de los fenómenos y por ende debe
atenerse a los límites de la experiencia; es el camino de la
ciencia. En el uso práctico, se reflexiona sobre los principios de
la acción; es la aplicación de la moral.
La
metafísica no puede ser concebida como ciencia, pero el horizonte
metafísico se encuentra en la moral. Por ejemplo, para explicar la
existencia de una ley moral en nosotros debemos admitir la libertad,
pero no como concepto teórico sino como un hecho de la razón
práctica. Descubrimos la libertad cuando juzgamos que algo debe ser
o ser realizado.
Con
Hegel, la filosofía moderna logra su máxima expresión y da
inicio a un pensamiento contemporáneo.
Hegel
dedicó su vida a dar lecciones sobre temas como: el derecho, la
física, las matemáticas, la química, el arte, la teología,
considerándolos desde el punto de vista filosófico.
Hegel
dice que la filosofía había perdido su modo propio de pensar por
haber adoptado otros métodos que provenían de otras ciencias como
la matemáticas (Descartes y Spinozza) y la física mecánica (Kant).
Hegel
pensó que la filosofía debía recuperar su método propio y
desarrollo su Método Dialéctico o especulativo. Nuevamente
la filosofía encuentra su objeto y no se queda pensando en los
conocimientos que las ciencias producen.
La
filosofía era para Hegel una idea absoluta. Esta idea es
desarrollada en tres obras que componen sus sistema:
- La fenomenología del espíritu.
- La enciclopedia.
- La lógica.
Hegel
posee un profundo conocimiento de la historia y de la historia de la
filosofía, a la que le asigna mucha importancia. Sobre el
pensamiento de Hegel han influido Kant y Spinozza, pero también los
filósofos de la Antigua Grecia como Heráclito, Parménides,
Anaxágoras y Platón – Aristóteles.
Hegel
es el filósofo del devenir. El ser es
contiene la contradicción en sí mismo y pone en marcha el proceso
conceptual. El concepto es la unidad en la contradicción producida
por el pensamiento. Por ejemplo, en el concepto frío-calor. La
verdadera contradicción se encuentra en el concepto que los
relaciona y unifica.
Para
Hegel el curso de la historia es racional, es decir, responde a este
proceso de contradicción y de unificación de la idea.
Hegel
sostiene que: “Todo lo racional es real, y todo lo que es
real es racional”.
La
filosofía consiste en concebir la racionalidad de lo real.
Para
Rudolf Carnap, los
problemas que plantea la metafísica son sólo cuestiones ilusorias
de nuestros razonamientos cotidianos.
La
metafísica expresa una actitud frente a la vida, pero no tiene valor
como teoría. Para que una proposición tenga sentido tiene que ser
verificable, si se afirma algo tiene que afirma un hecho de
experiencia, porque lo que no es empírico no puede ser ni pensado ni
preguntado. No hay preguntas ni problemas metafísicos. Por lo tanto
el neopositivismo que propugna Carnap y la filosofía se contrapone a
la metafísica.
Martín
Heidegger es el filósofo que
más se ha ocupado de la metafísica. En su libro Ser y
Tiempo en la que se reformula
la pregunta por el ser.
También en otras obras como ¿Qué es la metafísica?
Introducción a la metafísica o Kant y el problema de la metafísica.
Sostiene
que la metafísica desde hace mucho tiempo ha dejado de cuestionarse
por el sentido del ser. Vivimos en un mundo rodeado de cosas (entes),
sabemos como nombrar a cada una de ellas, sabemos que estas hojas que
tenemos frente a nosotros se llaman libro, usamos estos entes, los
clasificamos, damos por hecho que estos entes son, pero que no
sabemos que cada uno de ellos es. El ser se ha convertido en lo más
obvio, por ello hemos perdido el camino que lleva al pensamiento a
preguntarse por el ser.
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