INTRODUCCIÓN.
Voy a empezar a desarrollar esta monografía utilizando un criterio personal de elaboración, teniendo como base para el desarrollo, el cuestionario otorgado por la cátedra y tratando de ir respondiendo punto por punto, acorde a la actual realidad política económica y social por la que atraviesa nuestro país.
En cuanto a la importancia del derecho en la evolución de las formas estatales podemos decir que si nos remontamos a la historia de la evolución del hombre, éste siempre tuvo un marco normativo a través del cual le ha servido para la convivencia social pacífica.
En toda organización humana de diferentes culturas existe un marco regulatorio de las pautas sociales, así podremos mencionar que en las comunidades primitivas todas tuvieron su derecho, que era el conjunto de reglas homogéneas y perfectamente unificadas, basadas en un principio desarrollado en un cuerpo consistente.
El derecho de los primitivos consistía en un número de sistemas más o menos independientes, sólo parcialmente ajustados unos a otros. Cada uno de estos, matriarcados, derecho paterno, derecho matrimonial, prerrogativas y deberes de los jefes, etc., tiene su campo o esfera que le es propio.
Al hombre primitivo se le atribuyó una obediencia automática a la Ley.
En primer lugar, si el salvaje obedece las leyes de la costumbre por mera incapacidad de conculcarlas, entonces no se puede señalar ninguna distinción entre reglas legales, morales, maneras y otros usos, ya que la única forma de clasificar las reglas de conducta es en relación con los motivos con que son respaldadas. Basándonos en que el hombre primitivo presta una obediencia automática a todas las costumbres.
Se llama “cuerpo de las costumbres” a la suma total de reglas, convenciones y esquemas de comportamiento, no hay duda alguna de que el hombre primitivo siente un gran respeto por ese cuerpo, una fuerte tendencia a hacer lo que todos hacen, lo que todo el mundo aprueba y, si sus apetitos o intereses no le llaman o impulsan en otra dirección, seguirá la fuerza de la costumbre antes que cualquier otro camino. La fuerza del hábito, el temor de los mandatos tradicionales y su apego sentimental a todo ello, así como el deseo que siente de satisfacer la opinión pública.
Las reglas jurídicas se destacan del resto, por el hecho de que están consideradas como obligaciones de una persona y derechos de otra. No están sancionadas por una mera razón psicológica, sino por una definida maquinaria social de poderosa fuerza obligatoria que, como sabemos, está basada en la dependencia mutua y se expresa en un sistema equivalente de servicios recíprocos lo mismo que la combinación de tales derechos con lazos de relación múltiple. La manera ceremonial como se llevan a efecto la mayoría de las transacciones, que comprende apreciación y críticas públicas, contribuye aún más a su fuerza obligatoria.
Ya en el estadio superior de evolución del hombre, denominado “civilización”, y más precisamente dentro del derecho romano nos encontramos con la primera codificación escrita del hombre y ella fue la Ley de las XII Tablas.
La Ley de las XII Tablas, constituyo, valga la redundancia, la primera sistematización esquemática escrita del derecho, exclusivamente consuetudinario, vigente hasta entonces, pues no hay pruebas admisibles acerca de las pretendidas leyes regias, ni de una recopilación de éstas realizada por un pontífice llamado Sexto Papirio, considerándose que aquéllas son meramente legendarias y que ésta es apócrifa.
De todos modos, estas doce tablas de leyes compuestas entre los años 451 y 450 a. J.C., son el primer suceso fijo y cierto en la historia del derecho romano y configuraron para los romanos el fundamento de todo el orden jurídico.
El texto de la Ley no ha llegado hasta nosotros, aunque algunas de sus disposiciones, transmitidas oralmente a través de muchas generaciones, fueron recogidas por historiadores, gramáticos, escritores y jurisconsultos, lo que intentó permitió intentar varias reconstrucciones, siendo realizada la primera por Jacobo Godofredo en el año 1653, y la generalmente estimada como la más correcta.
Las normas contenidas en las XII Tablas, son estructuralmente muy simples y de gran concisión, escritas en un latín primitivo, cuya lectura trasluce “la lucha del legislador con el lenguaje joven y aún indómito de su pueblo para encontrar la expresión adecuada a sus prescripciones.
En la reconstrucción encontramos que las primeras tres tablas tratan del procedimiento, legislando, al lado de uno rígidamente formalista y ceremonioso (legis actio per sacramentum), otro más elástico y simple aplicable a cierta clase de juicios (legis actio per iudicie postulationem).
Las tablas IV y V, legislan sobre la familia y la herencia.
Las tablas VI y VII, tratan del dominio, la posesión y las servidumbres.
La tabla VIII legisla sobre los delitos y penas; la tabla IX sobre cuestiones de derecho público; y la X sobre el derecho sacro.
Las dos últimas tablas hacían referencia a la prohibición del casamiento entre patricios y plebeyos.
Luego, en pleno apogeo del cristianismo, se produce la primera codificación de todo el derecho romano realizado por Justiniano en el año 529 d. J.C., que va a servir de base histórico-jurídica de todo el derecho occidental.
La primera empresa fue la recopilación de las leyes, que Justiniano ordenó en su constitución, promulgada a los diez meses de ascensión al trono.
La misión de recopilar todas las constituciones imperiales contenidas en los códigos Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano, las novelas post-teodosianas y las posteriores a éstas.
Y así sucesivamente vemos como históricamente el derecho a servido y a dado la base jurídica para los distintos sistemas políticos en las sociedades primitivas, como así también en la evolución de las diferentes formas de organización estatal que va desde su inicio “La Polis Griega”, el imperio romano hasta las diversas formas estatales actuales.
Según Marx, el sistema legal o jurídico político -sistema de las instituciones legales impuestas por el Estado- debe ser entendido como una de las superestructuras levantadas sobre fuerzas productivas concretas del sistema económico, de las cuales son al mismo tiempo expresión, en este sentido habla de “superestructuras jurídicas y políticas. No es ésta la única forma en que hacen su aparición la realidad económica y material y las relaciones entre las clases que le corresponden, en el mundo de las ideologías e ideas. Otro ejemplo de estas superestructuras sería, según la concepción de Marx, el sistema moral prevaleciente. Éste, en oposición al sistema jurídico, no se haya impuesto por el poder del Estado, sino sancionado por una ideología creada y controlada por la clase gobernante. La diferencia es, a grandes rasgos, la misma que media entre persuasión y fuerza. El Estado o el sistema político o jurídico, emplea la fuerza, ella consiste según Engels, en una fuerza represiva especial para la coerción de los gobernados por los gobernantes.
El poder político, según Marx es, “simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra”.
MODELOS DE ESTADOS.
Podemos decir que en la evolución de la teoría del Estado, encontramos diferentes tipos de Estado, desde el que imagino Hobbes, con el “Leviatan”, pasando por Rousseau con su “Contrato social”, Locke, Hegel, Marx, etc., podemos ver que hay diferentes formas de Estado.
El “Estado Liberal” que surgió a partir de la Revolución Francesa, o la Constitución Americana, cuya doctrina consistía en el individualismo posesivo, con sus principios de igualdad formal y de posibilitar el crecimiento y la acumulación ilimitada del de riqueza. El premio económico político (que es el poder), corresponde a aquellos que por su ingenio han sabido juntar la mayor cantidad de bienes. Así se formaron grandes corporaciones, monopolios y oligopolios.
Posteriormente a finales del siglo XIX después de décadas de liberalismo político y económico, aparecen diferentes movimientos de luchas callejeras protagonizadas por proletarios y trabajadores que ya no soportaban más la explotación laboral y humana, decidieron conjuntamente reaccionar sublevándose, en donde, en 1848 en París hace abdicar la dinastía de los Orléans y es la primera revolución llevada adelante por los trabajadores.
Esto produce una mutación en la concepción que había del Estado hasta ese momento en donde a partir de ese hecho histórico conjuntamente en los años posteriores, en donde se produce la Revolución Mexicana de 1917 y la Constitución de 1919 de Weimar, se pasa de un Estado liberal en donde no tenía participación alguna en acontecimientos económicos a un Estado social, en donde empieza a tener injerencia en las economías de los diferentes países.
Aquí surgen las dos concepciones que tanta vigencia tienen en nuestra sociedad, fundamentalmente en el tema económico, en donde dejamos que el mercado resuelva todos los problemas económicos, sociales, laborales, o permitimos la participación estatal en las decisiones económicas y políticas de un país.
El mercado contiene adentro un principio que ha probado ser fundamental para el progreso económico que es la competencia. Una competencia perfecta, es decir, la competencia perfecta sería, cuando todos los competidores parten de un mismo punto de partida y gana el mejor.
Lo importante, es decir, es que sin competencia no hay excelencia, por eso digo yo que el mercado, que nos aparece primero como el gran motor de la desigualdad, por lo pronto económica, al mismo tiempo encierra un principio fundamental para lograr la excelencia que es la competencia, sin competencia no hay excelencia.
Un sistema económicamente liberal esta basado en dos principios, en la propiedad privada de los medios de producción, como oposición al sistema socialista, de propiedad pública de los medios de producción; y en la competencia. Más esencial que la propiedad privada es que subsista la competencia, es decir, si hay propiedad privada, sin competencia, se forman monopolios. Para el liberalismo, el único principio, absolutamente irrenunciable, es la competencia.
En una sociedad competitiva, está abierta la competencia, en todos los planos, político, económico, intelectual, etc.
El capitalismo es un sistema sometido a la Ley de la competencia, y cuando más se abren las economías, mas estímulo hay para el progreso económico.
Uno tiene la idea de que los mercados no son perfectos, cuando uno habla de mercado, no estoy hablando de mercados perfectos, sino que hay defectos. Entonces, las situaciones de mercado generan ventajas para algunos y desventajas para otros, genera desigualdades. Esa desigualdad a veces es justa, si el que ofrece el mejor producto, a menor precio, es justo que venda más. Otras veces no sé si es justa, por ejemplo, la llamada competencia desleal, el que no pagó impuestos tiene mejor posición del que lo pago. Hay una idea de que el mercado genera injusticias y desigualdades inapropiadas, siempre fue visto así. Cuando Adams Smith escribe “La Riqueza de las Naciones”, analiza la teoría del precio, dice que hay dos precios, lo que el llama el precio natural, que no es más que el precio Escolástico justo, los que los Escolásticos llamaban el precio justo.
Pero está el precio del mercado, el precio del mercado se guía por otras circunstancias, por ejemplo la escasez con abundancia.
Entonces dice Smith, que el precio del mercado es el que realmente rige, por más que no coincida con el precio justo, con lo cual Adams Smith se daba cuenta de que había una injusticia medida adentro del mercado.
Una persona trabaja toda su vida, funda una pequeña empresa familiar le va bien, luego llega Good Marck y le produjo la quiebra de su negocio, esto es injusto desde el punto de vista de esa persona, él no podía prever que iba a pasar y pasó.
La única diferencia entre Adams Smith y Carlos Marx, Marx es discípulo de Adams Smith, hay frases de Adams Smith que son mucho más crueles que la de Marx describiéndolo, por ejemplo, la descripción que hace Smith de la pobreza es mucho más terrible que la de Marx.
El mercado es al mismo tiempo fuente del progreso a través de la competencia y la fuente de la desigualdad muchas veces injusta, el mercado trae progreso y desigualdad.
En una sociedad democrática, no se puede dejar que el mercado regule todas las relaciones económicas y sociales, porque va a generar a la larga lo que Marx profetizaba, que diez ultracompetitivos, finalmente monopólicos se queden con todo y la mayoría de la gente se quede sin nada.
En una sociedad democrática lo que compensa es el Estado, lo que compensa que no se exceda el mercado. El Estado tiene una tarea difícil, porque si exagera su intervencionismo y mata el dinamismo del mercado, tenemos estancamiento y regresión económica, pero si se ausenta y no se hace presente permite que la desigualdad del mercado se haga intolerable.
Evidentemente la democracia capitalista se plantea una relación tensa entre el mercado del capitalismo, que es a la vez estimulante y desigualador, y el Estado democrático en donde cada persona tiene un voto y por lo tanto es más igualitaria. Diría que, hay dos valores solos en la política, la libertad y la Justicia. La libertad es propia del mercado y la Justicia es propia del Estado, el Estado trata de hacer Justicia. Y el mercado deja que pase lo que pase, que compitan, que unos ganen y que otros pierdas.
La intervención del mercado en el siglo 20 ha sido paradójica, había grandes fortunas, millonarios y por el otro lado, gente tirada en la calle, una sociedad plagada de harapientos y miserables.
La crisis del 30 fue fundamental. Hasta que viene Keynes, que es un pensador central y descubre la falla del mercado, no la falla de que produce desigualdades injustas, sino que no funciona, que llega un punto en que el mercado se anula a sí mismo, si el Estado no hace nada.
Esta es la gran ilusión de los fundamentalista del mercado que dicen que puede haber mercado sin Estado, pero el mercado es creación del Estado, porque sin moneda firme, sin leyes, no hay mercado.
Entonces, lo que Keynes vió es que hay una fractura en la racionalidad del mercado y que generó la crisis de los años 30.
Hay situaciones, dice Keynes, en que lo que es racional a escala individual, se multiplica en cada individuo y se convierte en irracional a escala social, por ejemplo el ahorro. Ahorrar, es un acto racional, a mi me entran 10 pesos, gasto 8 pesos y me guardo 2 pesos. Yo progreso con el ahorro, lo invierto, tengo una renta y mejoro mis ingreso.
Ahora si todos hacemos lo mismo generamos una fenomenal recesión, porque baja la demanda, y como decía Galbrait, una observación muy ingeniosa, “El secreto del capitalismo en las sociedades opulentas, por ejemplo, Estados Unidos, es que la gente compre todo lo que no necesiten, entonces trabajan más y siguen produciendo”. Es decir, “El secreto está en que una persona que ya tiene lo básico por ejemplo, una vivienda, un ingreso, un vestido y abrigo suficiente, tiene que comprarse la bicicleta fija, o el grabador, o el televisor”. Es decir, todo el tiempo se inventan necesidades para que la gente trabaje, porque sino esta persona con muy poco ingreso, se va al campo y se dedica a contemplar y escribir poesías.
Entonces Galbrait decía que: “el secreto del capitalismo es generar todo el tiempo bienes nuevos, modas, entonces todos corremos detrás de las modas”.
Keynes descubrió esta especie de falla lógica de que el mercado tiene fallas, porque si se lo deja solo a mayor racionalidad individual, se genera mayor irracionalidad colectiva.
Keynes proponía un intervencionismo de Estado, de gasto público, que el Estado construya rutas, caminos, obras públicas. Es decir, generar demanda del lado del Estado, generar déficit, ganen diez gasten veinte y activen la demanda y así salió el mundo de la crisis de los años 30.
Entonces vino la etapa del Estado, el Keynesianismo fue reformando hasta que el Estado terminó haciéndolo todo; y un Estado que se ocupa de todo ya no es Estado. El Estado de Keynes entraba y salía del mercado, cuando la demanda era baja entraba, cuando la demanda era normal se retiraba. Lo que pasa que al retirar al Estado no es tan fácil. Entonces el Estado termina haciendo todo.
Luego aparecen otros escritores entre ellos Milton Freeman, que descubre las fallas del Estado. Cual es la falla del Estado?. El Estado, teóricamente opera en función del bien común, por lo tanto en teoría es mejor que el mercado, en donde cada uno opera en función del bien particular.
Pero, quien es el Estado? El Estado está formado por todos los habitantes de un país y es administrado por funcionarios burócratas, políticos y funcionarios que muchas veces persiguen su fin particular a través del Estado. Entonces, lo que viene es una fenomenal corrupción, y otra vez se desencantó el segundo mito del siglo XXI.
Keynes desencantó el mito del mercado, la fé absoluta del mercado y Milton Freeman desencantó la fe absoluta en el Estado, porque también son hombres los que están en el Estado, no hay superhombres que piensen nada más que en los demás.
En la década del 80, reapareció el renacimiento liberal, Reegan, Tacher, Nosik, etc. Y en la República Argentina la privatización de todo, y otra vez el mercado. Roque Fernández, sin darse cuenta está en el fundamentalismo de mercado, por que dice: “yo arreglo el déficit, nivelo el déficit y los capitales creen otra vez”, es decir, el mercado es un milagro que soluciona todos los problemas. Al Ministro le puede pasar que arregle el déficit, nos deje a todos en una situación económica individual caótica, y suba la tasa de interés en Wall Street y no venga ningún capital extranjero. O puede pasar al revés, que no baje el déficit, baja la tasa internacional y vengan igual. El mercado de los años 30 o el de ahora que genera pobreza, injusticia, desempleo, etc.
La realidad es comparar dos instituciones o entidades imperfectas, porque los seres humanos somos imperfectos. Por eso, nunca podemos estar bajo un principio.
Aristóteles, cuando hablaba de las formas de gobierno explicaba muy claramente que la monarquía se convierte tiranía, la aristocracia en oligarquía, la democracia en demagogia, porque el Estado es administrado por seres humanos y termina desnaturalizándose.
Entonces, desde mi punto de vista, podemos ver que en la historia, cada vez que hubo una fe mística en el mercado o en el Estado, se terminó en una catástrofe. Y la idea es, entonces, que el mercado es necesario porque encierra el principio de la competencia, pero si no se lo controla degenera en monopolios, produciendo una gran desigualdad social, como la que padecemos actualmente. Y el Estado que encierra el principio de bien común, pero que muchas veces, cuando es administrado por funcionarios que priorizan el bien particular por sobre el bien común degenera en corrupción, en autoritarismo, en democracia imperfecta. Lo más correcto es que existan a la vez mercado y Estado y que se controlen unos a otros.
Entonces, esta es la manera, me parece a mí, institucional de resolver el dilema mercado. Estado, en dirección de una sociedad bien ordenada o razonablemente equitativa en donde los más competitivos tengan un premio y en donde los menos competitivos un piso más abajo del cual nadie baje, esta es la idea de una sociedad bien ordenada.
Uno de los inconvenientes básicos del mercado, es que se necesita una sociedad bien ordenada.
El problema que tenemos hoy es doble, el Estado que era omnipresente paso a ser ausente, entonces estamos bajo la Ley del mercado, únicamente del mercado, con el agravante que el mercado es insensible.
Y el otro, es que después de 40 años de cultura estatista nos encontramos con un sistema capitalista y una cultura estatista.
Para culminar con este tema desarrollado viene a colación el debate que hoy se plantea en la sociedad actual sobre que modelo de Estado que queremos para los próximos años para nuestro país, inserto en la realidad económica internacional en que vivimos.
Es decir desde mi punto de vista, es menester que haya un Estado dinámico que permita el libre juego del mercado, pero cuando éste no resuelva los problemas económicos actuales, debe de aparecer el Estado que controle a los privados a través de reglas de juego claras para que no siga incrementándose las injusticias sociales, permita una justa distribución de las riquezas, genere empleo cuando el mercado no lo va a hacer, controle a los dirigentes políticos y empresariales para que se baje el altísimo costo o déficit que padece nuestra económica a causa de la alta tasa de corrupción existente.
LEGITIMIDAD Y GOBERNABILIDAD.
A partir de 1983, la República Argentina, después de una década de gobierno militar, denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, en donde se puede decir que fue una época nefasta porque la violencia estaba al orden del día, por supuesto, la peor violencia institucional o “Terrorismo de Estado” padecido, el fracaso de un intento fallido de recuperar las “Islas Malvinas”, y la situación económica caótica por la cual estaba atravesando nuestro país, con una enorme deuda externa, provocó la apertura democrática. El 10 de diciembre de 1983, asume la Presidencia de la Nación un Presidente civil elegido democráticamente.
A partir de este hecho histórico y a consecuencia de lo anteriormente mencionado y la grave crisis económica se empezó a hablar de la gobernabilidad del sistema, ya que por el lado político había que manejar muy bien el proceso de transición hacia la democracia, que hasta ese momento estaba intacto el poder militar y su aparato represivo. No obstante, desde el punto de vista económico había una fuerte demanda popular, fundamentalmente en la exigencia de controlar la inflación alta que había en ese momento, como asimismo demandas sociales insatisfechas.
Durante este periodo de gobierno del doctor Alfonsín, se puede decir que su gobierno estaba fuertemente legitimado con el 52% de los votos obtenidos el 30 de Octubre de 1993, pero a medida que iba transcurriendo su gobierno las demandas sectoriales, en el orden interno, llámese: CGT, Sociedad Rural Argentina, Unión industrial, Fuerzas Armadas que estaban siendo puestas en el banquillo de los acusados, por primera vez en la historia Argentina se condenó a las Juntas Militares en pleno, y las demandas de una población que carecía de medios propios para salir de la crisis económica.
Además, desde el orden internacional había una fuerte presión de los organismos internacionales, llámese Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc., que reclamaban el pago de los intereses y capital de la deuda externa, los cumplimientos de los créditos Stand By, etc.
Toda esta situación descripta anteriormente nos induce a empezar a pensar en la gobernabilidad del sistema. Había un poder gobierno elegido por la mayoría de la población, pero a su vez una fuerte demanda social y presiones de todo tipo de parte de los diferentes organismos internos e internacionales, como así también una oposición política importante que no le permitía al gobierno, acertadamente o nó, cubrir esas expectativas sociales y sectoriales. Frente a esta situación, muchas veces indujo al gobierno a tener que gobernar la situación de emergencia política y económica a través de decretos de necesidad y urgencia, que tal vez fijó la habitualidad del uso de esta herramienta constitucional, fundamentalmente durante el gobierno actual que se hizo una excesiva utilización de la misma.
Durante este periodo de gobierno podemos decir que tuvo legitimidad e hizo lo posible para gobernar ese Estado de transición democrática. Creo que desde el punto de vista político, hoy en día se le reconoce a éste gobierno la estabilidad política que se logro, es decir, que hoy sigamos dentro del sistema democrático con casi catorce años de democracia, pero que nada pudo hacer con los temas económicos, atravesábamos una hiperinflación sin control.
Esta situación motivo que en las elecciones de 1989, sucediera el poder otro Presidente democrático, el Presidente actual Dr. Menem, también elegido democráticamente y legitimado en el poder por la sociedad, dos veces consecutivas. A éste período de gobierno se le reconoce haber puesto en “caja” a la economía Argentina a través de el “Plan de convertibilidad” llevado adelante por el Ex-Ministro de Economía Dr. Domingo Cavallo, a partir del año 1991 en adelante.
Durante este gobierno se puede decir que se hizo un excesivo uso de los decretos de necesidad y urgencia, quitándole de esta forma la autenticidad a estos decretos, porque hoy por hoy, un país que se dice ser serio, como regla minina de convivencia democrática es respetar las instituciones y los poderes del Estado fundamentalmente, el Poder Legislativo para la discusión y creación de leyes, esto es de suma importancia para la seguridad jurídica institucional, como asimismo, un Poder Judicial independiente.
Lamentablemente hoy padecemos una crisis en nuestras instituciones que cada vez más son poco creíbles y tan desprestigiadas por todos los motivos que están en boga en nuestra sociedad como és: la corrupción en todos los niveles estamentales, un Poder Judicial dependiente del poder político, los partidos políticos desprestigiados sin participación social, los grupos intermedios como la Confederación General del Trabajo desprestigiados por sus dirigentes burócratas, dirigentes empresariales que corrompen a los funcionarios públicos, que incrementa la concentración económica provocando una desigualdad social y una brecha cada vez más grande, entre pocos ricos, cada vez más ricos y muchos pobres cada vez más pobres que cada vez tienen menos posibilidad de estar dentro del sistema, con desocupación producto de la economía actual, el quebrantamiento del mercado interno, la destrucción de la industria nacional. Etc. Todo esto hace a la credibilidad del sistema y a la gobernabilidad del mismo, cada vez se nota un distanciamiento en la clase dominante y la gente común.
Para que en las sociedades democráticas exista gobernabilidad, tiene que haber una sincronía entre las necesidades de la población y una clase dirigente a la altura de las circunstancias actuales, acorde a la situación actual.
Cuando a la sociedad se le exige sacrificios, los primeros que deben de hacer ese esfuerzo son los dirigentes políticos, dando ejemplos morales, éticos, siendo más humildes, consustanciados con las demandas sociales y las necesidades de la gente, sin pedantería, sin farandulización, sin suntuosidad, etc.
Se necesita de modelos culturales éticos, morales y buenos ejemplos para poder mejorar progresivamente nuestra sociedad actual.