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jueves, 13 de junio de 2024

Heridas narcisistas

Durante mucho tiempo el ser humano se consideró el centro del Universo, pero esta concepción se ha ido derrumbando en un proceso filosófico, lento y paulatino. Me gustaría destacar tres instantes fundamentales que pueden ser definidos como las tres grandes humillaciones al egoísmo humano y, cuyos principales representantes son: Nicolás Copérnico, Charles Darwin y Sigmund Freud. La humanidad sufrió tres grandes “heridas narcisistas”, es decir, tres golpes de gracia en su orgullo colectivo como especie. La primera fue la revolución copernicana: no somos el centro del universo, sino los modestos inquilinos de un pequeño planeta que gira alrededor de una estrella periférica de una de las incontables galaxias perdidas en el espacio. La segunda fue la teoría de la evolución (que, por cierto, hace mucho que dejó de ser una teoría para convertirse en una evidencia irrefutable). La raza humana no es algo aparte, el resultado único e inigualable de un acto de creación especial, sino un eslabón de una cadena evolutiva que nos emparenta con todos los demás seres vivos y nos convierte en primos cercanos de los simios. La tercera gran herida narcisista fue, según Freud, el propio psicoanálisis, o, más exactamente, la constatación de que nuestra conducta viene determinada en gran medida por procesos inconscientes que no sólo no controlamos, sino que ni siquiera conocemos. Esta pérdida de la centralidad en el universo nos genera angustia Uno de los autores que mejor tematizó el tema de la angustia existencial fue Jean Paul Sartre. Y ENTONCES ¿Cómo volver a darle sentido a nuestra vida, ahora que dejamos de ser el centro del mundo? Sartre, nos dice que la condición del hombre, el ser arrojado al mundo, nos obliga a actuar, y para actuar necesariamente debemos elegir. Cada elección del hombre va condicionando su vida y la de los demás, ¿qué gran responsabilidad no? tener que elegir es uno de los “obsequios” que nos da la libertad, como lo expresa este filósofo “estamos condenados a ser libres”. El hombre es un proyecto, es decir, no algo ya constituido, terminado, sino una realidad que se va haciendo, que no está nunca completa, algo que está siempre en camino. Un ser inacabado enfrentado continuamente al futuro en la medida que elige lo que va a hacer en el minuto siguiente. Todo hombre filosofa o al menos tiene la posibilidad de hacerlo, porque filosofar en su sentido más amplio es preguntarse, interesarse por el mundo, por las cosas, por la gente, por buscar el sentido y la coherencia de hechos y dichos. Aprendemos a vivir viviendo, aprendemos a caminar caminando, aprenderemos a filosofar filosofando: Porque para el hombre no hay nada hecho. Todo tenemos que ir haciéndolo. El ser humano es uno de los tantos seres que habitan una realidad cuyos límites ni siquiera podemos imaginar.