La vida humana es
extraordinariamente misteriosa en el universo conocido y nuestra vida sería
impensable sin el planeta tierra y hoy el mundo en el que vivimos no es, desde
muchos aspectos, el que nos gustaría tener.
Somos seres humanos, hijos de la Pachamama que nos cobija y dependemos
de ella para poder existir. Y el interrogante que nos deberíamos hacer es: ¿qué
estamos haciendo con nuestro planeta tierra? ¿es un mundo seguro el que
vivimos?
La modernidad se ha caracterizado como aquél momento de la historia de
los hombres en la que el mundo padeció un cambio radical, un cambio profundo en
la manera en el hombre se relaciona con la naturaleza.
Max Weber dice que “los dioses huyeron de la tierra, para
refugiarse en el cielo. Los dioses abandonaron este mundo y con él a los
hombres”.
La pieza fundamental que dio
origen a un proceso que aún no ha finalizado es: el del progreso científico. El mundo fue convirtiéndose en objeto de
estudio de las ciencias.
Pero este conocimiento
científico, resultó un quiebre con el mundo natural, porque la esencia de la
ciencia consiste en desautorizar la percepción y poner como base exclusivamente
los modelos de conocimientos construidos por ella. La ciencia moderna nos ha
perdido el mundo y con él al hombre, convirtiéndolo en su objeto de estudio,
fatalmente, en objeto.
Pero la pregunta es: ¿esto es lo que resultó de la aplicación
del conocimiento científico y de la racionalidad moderna?
No, lamentablemente no. Hoy
estamos hablando de los efectos no deseados de la Modernidad. Hay un contrasentido: la misma ciencia que pretendía
salvar al hombre lo ha puesto al borde de
su autoaniquilación.
La contaminación del agua y el
aire, las guerras, las armas nucleares, las manipulaciones genéticas tanto en
humanos, animales y plantas. Las desigualdades sociales se profundizaron
gracias a las ciencias y la tecnología que se pusieron al servicio de los
poderosos grupos económicos.
El entorno del hombre se vuelve
cada vez más hostil: su entorno natural se destruye diariamente por la
explotación indiscriminada de los recursos naturales, la entorno artificial, la
urbe o ciudad, diseñada más para el consumo que para ser habitada, y los otros
hombres, en los que se suele ver más como un enemigo que un igual.
Es decir, que los ideales de la
humanidad no se cumplieron, sino que acentuaron las diferencias, en perjuicio
de toda la humanidad, atentando contra todas las culturas que fueron
consideradas inapropiadas por la racionalidad occidental.
El postmodernismo es la
desilusión que produjo la modernidad. Vivimos la época de más descreimiento de
los valores modernos porque experimenta el vacío de grandes proyectos a escala
mundial y a futuro. Hoy, no se considera central la idea de progreso
científico. El lugar del hombre productor fue reemplazado por el del hombre
consumidor.
Un rasgo característico de la
postmodernidad es la existencia de la soledad. El aislamiento resulta del
desprestigio de la familia como núcleo de la convivencia, de la violencia
cotidiana que genera el encierro y el exacerbado individualismo, que degenera
en egoísmo de la modernidad.
El modelo del hombre
postmoderno, es de aquél que rinde culto a su cuerpo, que practica cierto
hedonismo, cuyos hábitos giran en torno al consumo que satisface sus
necesidades (de consumo), preocupado por el presente inmediato y por su
particularidad.
Un mundo
globalizado.
A partir de 1989, con la caída del
Muro de Berlín, la globalización refiere a un fenómeno reciente que determina
la forma de relacionarnos y de percibir la realidad.
Múltiples fueron los factores que
hicieron posible tal fenómeno: el desarrollo de los medios de transporte, la
revolución informática y comunicacional, la caída de los sistemas económicos
opuestos al capitalismo, la necesidad de los países desarrollados de bajar los
costos de su producción. Esto trajo como consecuencia la mundialización de la
economía. Un modelo económico, el capitalismo, se ha impuesto como el único
camino a seguir. Así la economía mundial se volvió interdependiente.
La globalización unifica a todos
los países bajo el mismo paradigma económico, pero también divide. La igualdad
de condiciones del mercado mundial es una ficción. Los países mas fuertes
imponen su proteccionismo y monopolio, en detrimento de las economías
regionales que debe de pagar muy caro el
precio de formar parte de este nuevo orden mundial.
La globalización implica la
destrucción cultural y homogeneiza las costumbres, el consumo, los alimentos,
pero para bien permite la coexistencia pacífica de grupos étnicos y religiosos,
produciendo encuentros y diálogos que permitan romper con la incomprensión y
los prejuicios.
La globalización iguala y genera
desigualdades.
Nos es difícil escuchar la música
que queremos, la ropa que queremos vestir, la comida que queremos degustar,
casi siempre la elección de lo que consumimos depende de quienes la producen.
Las identidades culturales, la diversidad suele salir perdiendo en este
acercamiento.
La globalización tiene un
elemento central, los medios de comunicación. Las distancias se han acortado
drásticamente en todo sentido. Parece descabellado estar en contra de una
comunicación más fluida entre los habitantes del planeta, pero ¿en qué consiste
esta comunicación? Los medios de comunicación suelen manipular la información,
estableciendo valores y creencias, pautas de justicia, y de equilibrio en el
sistema.
Esta homogeneidad borra ciertas
perspectivas. Termina con algunas particularidades propias de las pequeñas
comunidades. El problema no es que todos podamos vestirnos o comer lo mismo, el
problema es que todos tengamos las posibilidades reales de acceder a ello.
La pobreza como
flagelo mundial.
La pobreza actual está
relacionada con el fenómeno de la globalización mundial, es innegable que la
misma existe desde siempre, pero sus características han cambiado
considerablemente.
Las políticas neoliberales
producen un incremento en la brecha entre ricos y pobres ya que generan falta
de trabajo, exclusión social, malas condiciones de vida.
La globalización induce a las
empresas a moverse de un país a otro dejando en la calle a millones de
empleados (personas con bajo nivel de capacitación, como a aquellas personas
que tienen títulos de posgrado) se vean reemplazados por una nueva tecnología o
simplemente su trabajo se realiza en otro país de mano de obra más barata.
La exclusión política y cultural
generadas por la opresión y la dificultad de acceso a la educación, a la salud
y a las decisiones políticas entre otros son los factores fundamentales para
entender el problema de la pobreza hoy en día.
Ser pobre no es sólo no poder
comer o vestirse. La pobreza se relaciona íntimamente con la exclusión y la
marginación, con la diferencia de posibilidades reales de acceso al bienestar.
Inseguridad social.
Joseph Stiglitz, demuestra el vínculo entre mundialización e
inseguridad social. Sostiene que esta inseguridad social está vinculada
directamente a las políticas neoliberales: liberalización financiera,
privatización y reformas de los mercados laborales en el sentido de la
flexibilización. Critica el “fundamentalismo de mercado” de los economistas y
de los responsables políticos.
La globalización está
fundada sobre la idea de mercado total, introduciendo de esta manera la
inseguridad social por medio de tres mecanismos:
La consecuencia es una economía
edificada sobre la base de la inseguridad humana, generada por el
debilitamiento de la capacidad de los gobiernos para contrarrestarla.
Los partidos políticos y las
organizaciones sindicales no están en condiciones de promover este cambio,
porque corren el riesgo de ser funcionales a los intereses de la economía
preponderante. Sólo los movimientos sociales son susceptibles de asumir una
posición radical en la lucha contra la inseguridad social.
El flagelo de la
corrupción.
La corrupción es uno de los
mayores obstáculos en el cumplimiento de la obligación estatal de promover y
proteger a los derechos de los hombres.
Es una falta moral grave, que
supone falta de honestidad, egoísmo que genera injusticias.
La corrupción consiste en un
acuerdo inmoral entre un corruptor y un corrupto, o entre corruptos aliados en
perjuicio de otros, que beneficia a algunos en sus propósitos particulares, por
encima de la ley en el plano político. La corrupción consiste en el uso del
poder público para el logro de beneficios particulares o sectoriales, que no se
identifican ni comulgan con el bien común.
La corrupción política es el mal
uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegitima,
generalmente secreta y privada. El término opuesto a corrupción política es
transparencia. Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o
transparencia de un estado.
Sistemas políticos corruptos
niegan el derecho fundamental a la participación democrática. La corrupción en
el sistema judicial no sólo niega el derecho a la igualdad ante la ley, sino a
las mismas garantías judiciales declaradas por los instrumentos internacionales
de derechos humanos.
La corrupción en las funciones
públicas pone en riesgo al derecho a la vida, por ejemplo, cuando se le niega
asistencia médica a los enfermos o se permite la construcción de edificios o
productos defectuosos y peligrosos.
La corrupción generalizada a
niveles mayores roba a un país sus riquezas y lleva a graves violaciones de los
derechos económicos, destruye economías y condena a la población al desempleo,
al hambre y el desamparo.
Los políticos y los empleados
públicos corruptos no son sólo culpables de crímenes comunes sino también, a
veces, culpables de violaciones a los derechos humanos.
La guerra y su
carrera armamentista.
La ciencia nos ha revelado su
cara contradictoria: el dominio de la energía nuclear conduce ya no sólo al
progreso humano, sino también a su aniquilamiento.
Una ciencia ciega dio lugar a
estos hechos de barbarie. Auschwitz es
la expresión de una racionalidad llevada al límite. Allí nada quedo librado al
azar, la razón como instrumento del aniquilamiento.
Las bombas arrojadas en 1945 en
Hiroshima y en Nagasaki evidenciaron los progresos científicos, y la amenaza
que estos implican, puesto en manos inescrupulosas e irresponsables.
Hoy existen en el mundo arsenales
capaces de destruir la vida en la tierra (y a la tierra misma). Si una ínfima
parte de ellas fueran denotadas en el hemisferio norte, las cenizas estarían
cayendo durante años en el mundo entero, generando la esterilidad de los campos
y la contaminación del agua, el aire y los suelos.
Durante la etapa de la guerra
fría el eje predominante fue el estratégico-militar, ya que la problemática del
orden de acuerdo con la ideología de cada uno de los dos grandes actores
polares (EE.UU. y URSS), lo que implicaba la alternativa de la destrucción del
otro.
La respuesta es comienza con el
nacimiento de una persona y termina con su muerte. Sin embargo, estas
respuestas se complejizan con el acto
reflexivo propio de un ser que no puede evitar las preguntas sobre sí mismo.
Parece absurdo preguntarse el
momento exacto en que afirmamos el inicio de la vida de un ser humano. Pero
estas cuestiones son centrales cuando nos detenemos a pensar sobre el aborto,
de una fecundación in vitro, la clonación, etc.
Una respuesta nos dice que la
vida humana comienza desde la concepción en el seno materno. Desde esta
expectativa, no se aceptaría todo tipo de investigación con embriones, como así
tampoco el aborto: la vida humana merece un respeto especial desde el momento
en que empieza.
El pertenecer a la especie
humana, tener determinado código genético conlleva el deber de respeto por
parte del resto de la especie. Esta teoría pone el acento en algo puramente
genético y coloca al ser humano en un lugar privilegiado dentro del reino
animal.
Pero esa vida que comienza, ¿es
ya la de un ser humano? ¿Qué diferencia existe entre un óvulo y un
espermatozoide que todavía no se ha unido y los que lo han hecho? ¿Qué hace que al encontrarse los gametos el
status moral de estos cambie? ¿Por qué a partir de ese momento merecen respecto
especial?
Muchos filósofos diferencian
entre lo que es un ser humano y una persona. Ser humano está relacionado con
algo puramente biológico; el pertenecer a la especie homo sapiens me hace ser
humano.
Ser persona implica alto
distinto. Algunos autores sostienen que lo importante es tener
auto-conocimiento y noción de futuro. Visto de esta manera, podemos deducir que
no todo ser humano es persona y no toda persona es ser humano (hay ciertos
animales, como los chimpancés que tienen autoconciencia y noción de futuro).
Desde esta concepción, prácticas
como el aborto y la utilización de embriones para investigar, serían legítimas
y no deberían ser penalizadas por la ley mientras que, por otro lado, muchos
animales merecerían un respeto especial.
La dificultad más grande en
relación con el final de la vida surge no hace demasiados años, como
consecuencia del desarrollo tecnológico y de la influencia que tuvo en la
medicina moderna.
Desde que este tipo de tecnología
fue implementada, fue necesario redefinir el significado de la palabra muerte. Más
allá del misterio que la muerte en sí misma implica, no parece haber dificultad
en decir cuándo alguien está muerto o no.
Durante siglos, la forma más
clara de asegurarse que una persona había dejado de existir era dejando el
cuerpo ala intemperie hasta que el mismo iniciaba su proceso de putrefacción.
Luego se utilizó el método de
poner un espejo en la boca de la persona muerta, y si éste se empañaba, era
porque todavía respiraba.
En la actualidad. La definición
de muerte se fue modificando como consecuencia de la posibilidad real
(incorporado por la tecnología) de mantener a alguien conectado a aparatos que
lo mantienen respirando y con el corazón latiendo.
Con las Unidades de Cuidados Intensivos se comienza a hablar de muerte
cerebral. No es el corazón detenido o los pulmones que no trabajan lo que
diferencia al muerto del vivo. El corazón y los pulmones pueden ser ayudados en
su tarea de mantener un cuerpo.
La muerte se comienza a definir a
partir del estado en que se encuentra un cerebro, y tiene lugar cuando este
órgano sufre determinado tipo de daño, que no es menor. El cerebro se encuentra
inutilizado, destruido, sin retorno, dañado irreparablemente, como es el caso
de Gustavo Ceratti, que desde hace años se encuentra conectado a un respirador
artificial, con esperanza de que algún día pueda recuperarse.
La forma en que definamos muerte
nos va a llevar a determinadas prácticas con seres humanos que se encuentran en
Cuidados Intensivos: la donación de órganos
y la eutanasia van a depender de dicha definición.
La eutanasia se refiere a un tipo específico de práctica que lleva a
acabar con la vida de un ser humano. Etimológicamente significa “buena muerte” y está relacionada con
finalizar con el sufrimiento que un paciente padece en determinadas
circunstancias. Esta práctica es tan antigua como la vida misma y ha variado de
acuerdo al transcurso de los años.
La eutanasia se puede repudiar
desde otras consideraciones distintas. Se puede fundamentar que la vida es
valiosa en sí misma y que no existe ningún tipo de justificación para terminar
con la vida de alguien.
El medio ambiente.
Un problema a resolver.
Este problema está ligado al
desarrollo tecnológico y tiene relación con la contaminación ambiental, que
trae aparejado graves problemas como el del cambio climático, la desaparición de especies animales y vegetales, el
crecimiento del agujero de la capa de ozono y el agotamiento de los recursos no
renovable, son de vital importancia para nuestro futuro humano y
planetario.
Nuestro planeta ha tenido cambios
climáticos y la vida que hay en él ha variado desde su propia existencia, pero
no se puede dejar de lado, el nivel de violencia que el ser humano ejerce sobre
su entorno y la aceleración de los procesos naturales de cambio que dicha
violencia implica.
La actitud que los seres humanos
solemos mostrar ante el mundo está ligada a una tradición ardua de erradicar: el hombre está en el mundo para servirse de
él: animales, plantas e incluso paisajes, están ahí a su servicio, para
satisfacer cualquier capricho que se le cruce por su mente.
Debemos reconocer que es
imposible controlar todo lo que sucede en la naturaleza como los huracanes,
terremotos o tormentas. Pero, esto no impidió a los humanos comportarse de
manera indiferente ante la devastación que él produce en el planeta.
Hay que replantearse nuevamente
qué lugar ocupa y ocupará el hombre en
la tierra. Los humanos no estamos por encima de la naturaleza, sino somos parte
inseparable de la misma y nos obliga a cambiar la relación que tenemos con
nuestro entorno.
Debemos tomar urgente conciencia
de que el planeta que habitamos es único, irrepetible, irrecuperable si lo
herimos de muerte. Seguimos tirando residuos al mar, ríos y lagos, el uso
indiscriminado de aparatos que contaminan el aire que respiramos y la tala
indiscriminada de los bosques.
Frente a esta dos problemática
que nos acoge, nos encontramos ante dos argumentos que relativizan:
Hans Jonas sostiene que el hombre tiene un lugar privilegiado en la
naturaleza ya que posee racionalidad. El ser humano al poder razonar y pensar
se diferencia del resto de los seres vivos. Pero esta característica que tiene
el ser humano que lo diferencia del resto, lo debería obligar a comportarse
cuidadosamente frente al mundo circundante. No cualquier acción le está
permitida. Existe un principio primordial e ineludible que es la
responsabilidad.
Si bien el hombre tiene un lugar
privilegiado, este lugar se mueve desde un vale
todo hacia un es necesario actuar
responsablemente. No podemos tratar a la naturaleza como si fuéramos su
propietario y no implica que el hombre quede afuera de la naturaleza misma.
Jonas sostiene que hay una escala
entre los distintos seres vivos que va desde lo simple a lo complejo. En el
último eslabón está el hombre. Por lo tanto, desde su visión, la especie humana
es parte de la naturaleza, estando en la escala más alta de la evolución, por
lo tanto, conforme a su capacidad debe de ser resposable.
Jonas agrega una variable nueva y
problemática a la cuestión del medioambiente: las generaciones futuras. Este autor sostiene que, nuestra
responsabilidad es pensar que nos encontramos de paso en esta vida y que
vendrán nuevas generaciones que nos sucederán y es nuestro deber y nuestra
responsabilidad dejarles un mundo habitable y libre de contaminación y que
cuente con los recursos necesarios para hacer posible la subsistencia.
Las generaciones futuras
dependerán de lo que hagamos nosotros ahora, porque todo lo que hagamos
repercutirá para los que vendrán después.
Si contaminamos las fuentes de
agua potable, destruimos los bosques y selvas, terminamos con las reservas de
petróleo, esas generaciones no contarán con las comodidades o con lo mínimo
indispensable para poder sobrevivir.
El otro argumento es el de Arne Naess, creador de la ecosofía o ecología profunda, en la que
la naturaleza no hay escalas. El hombre es simplemente una parte más del mundo
que nos rodea y no tiene ninguna clase de privilegios ni ocupa un lugar por
encima de las otras especies sean ellas vegetales o animales. La naturaleza es
una sola y nosotros estamos inmersos en ella, somos parte de ese todo que nos
circunda.
Desde esta visión, una de las
cosas que más se destaca es lo inadecuado de nuestro lenguaje que nos obliga a
percibir al medioambiente como algo externo a nosotros mismos, cuando en
realidad, polucionar el agua o el aire, es polucionar nuestra sangre y cuerpo.
No estamos ajenos a aquello que
hacemos con nuestro medio porque somos parte integrante e inseparable de este. Por
eso este autor destaca que el ser humano no es un organismo indiferente,
separable, ajeno al resto, sino que existe una interacción entretodo lo que
conforma la naturaleza.
Arne Naess lidera un movimiento
que está en contra de cierto tipo de desarrollo que implica tratar a la
naturaleza como una fuente de recursos al servicio del hombre y, en cambio,
aboga por una integración de éste con el medio. Este autor cree que la
naturaleza se las arregla muy bien sin el ser humano y que éste es el
responsable y culpable de todos sus males.