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viernes, 13 de junio de 2014

Problemas filosóficos contemporáneos.


La vida humana es extraordinariamente misteriosa en el universo conocido y nuestra vida sería impensable sin el planeta tierra y hoy el mundo en el que vivimos no es, desde muchos aspectos, el que nos gustaría tener.
Somos seres humanos, hijos de la Pachamama que nos cobija y dependemos de ella para poder existir. Y el interrogante que nos deberíamos hacer es: ¿qué estamos haciendo con nuestro planeta tierra? ¿es un mundo seguro el que vivimos?


Habitamos este planeta desde hace mucho tiempo, pero desde hace un par de siglos la relación del hombre con la tierra se ha modificado, produciendo consecuencias que ponen en peligro nuestra supervivencia.
La modernidad se ha caracterizado como aquél momento de la historia de los hombres en la que el mundo padeció un cambio radical, un cambio profundo en la manera en el hombre se relaciona con la naturaleza.
Max Weber dice que “los dioses huyeron de la tierra, para refugiarse en el cielo. Los dioses abandonaron este mundo y con él a los hombres”.
La pieza fundamental que dio origen a un proceso que aún no ha finalizado es: el del progreso científico. El mundo fue convirtiéndose en objeto de estudio de las ciencias.
Pero este conocimiento científico, resultó un quiebre con el mundo natural, porque la esencia de la ciencia consiste en desautorizar la percepción y poner como base exclusivamente los modelos de conocimientos construidos por ella. La ciencia moderna nos ha perdido el mundo y con él al hombre, convirtiéndolo en su objeto de estudio, fatalmente, en objeto.


El costo no era alto si redundaba en beneficios para la humanidad. El proyecto de la modernidad era poner el conocimiento de las ciencias al servicio de la resolución de los problemas de la humanidad. La razón humana era optimista en cuanto a sus capacidades para dar a los hombres una mejor vida. Pero los hombres comenzaron a investigar, observar la naturaleza y a manipularla y transformarla. Se obtuvieron notables e innegables mejoras: se descubrieron nuevas vacunas y remedios para curar muchas enfermedades, se revolucionó el transporte y las posibilidades de comunicación y, sobre todo la forma de producir objetos y mercancías.
Pero la pregunta es: ¿esto es lo que resultó de la aplicación del conocimiento científico y de la racionalidad moderna?
No, lamentablemente no. Hoy estamos hablando de los efectos no deseados de la Modernidad. Hay un contrasentido: la misma ciencia que pretendía salvar al hombre lo ha puesto al borde de su autoaniquilación.
La contaminación del agua y el aire, las guerras, las armas nucleares, las manipulaciones genéticas tanto en humanos, animales y plantas. Las desigualdades sociales se profundizaron gracias a las ciencias y la tecnología que se pusieron al servicio de los poderosos grupos económicos.
El entorno del hombre se vuelve cada vez más hostil: su entorno natural se destruye diariamente por la explotación indiscriminada de los recursos naturales, la entorno artificial, la urbe o ciudad, diseñada más para el consumo que para ser habitada, y los otros hombres, en los que se suele ver más como un enemigo que un igual.
Es decir, que los ideales de la humanidad no se cumplieron, sino que acentuaron las diferencias, en perjuicio de toda la humanidad, atentando contra todas las culturas que fueron consideradas inapropiadas por la racionalidad occidental.


El postmodernismo es la desilusión que produjo la modernidad. Vivimos la época de más descreimiento de los valores modernos porque experimenta el vacío de grandes proyectos a escala mundial y a futuro. Hoy, no se considera central la idea de progreso científico. El lugar del hombre productor fue reemplazado por el del hombre consumidor.
Un rasgo característico de la postmodernidad es la existencia de la soledad. El aislamiento resulta del desprestigio de la familia como núcleo de la convivencia, de la violencia cotidiana que genera el encierro y el exacerbado individualismo, que degenera en egoísmo de la modernidad.
El modelo del hombre postmoderno, es de aquél que rinde culto a su cuerpo, que practica cierto hedonismo, cuyos hábitos giran en torno al consumo que satisface sus necesidades (de consumo), preocupado por el presente inmediato y por su particularidad.


Un mundo globalizado.

A partir de 1989, con la caída del Muro de Berlín, la globalización refiere a un fenómeno reciente que determina la forma de relacionarnos y de percibir la realidad.
Múltiples fueron los factores que hicieron posible tal fenómeno: el desarrollo de los medios de transporte, la revolución informática y comunicacional, la caída de los sistemas económicos opuestos al capitalismo, la necesidad de los países desarrollados de bajar los costos de su producción. Esto trajo como consecuencia la mundialización de la economía. Un modelo económico, el capitalismo, se ha impuesto como el único camino a seguir. Así la economía mundial se volvió interdependiente.
La globalización unifica a todos los países bajo el mismo paradigma económico, pero también divide. La igualdad de condiciones del mercado mundial es una ficción. Los países mas fuertes imponen su proteccionismo y monopolio, en detrimento de las economías regionales que debe de pagar  muy caro el precio de formar parte de este nuevo orden mundial.
La globalización implica la destrucción cultural y homogeneiza las costumbres, el consumo, los alimentos, pero para bien permite la coexistencia pacífica de grupos étnicos y religiosos, produciendo encuentros y diálogos que permitan romper con la incomprensión y los prejuicios.
La globalización iguala y genera desigualdades.

Nos es difícil escuchar la música que queremos, la ropa que queremos vestir, la comida que queremos degustar, casi siempre la elección de lo que consumimos depende de quienes la producen. Las identidades culturales, la diversidad suele salir perdiendo en este acercamiento.
La globalización tiene un elemento central, los medios de comunicación. Las distancias se han acortado drásticamente en todo sentido. Parece descabellado estar en contra de una comunicación más fluida entre los habitantes del planeta, pero ¿en qué consiste esta comunicación? Los medios de comunicación suelen manipular la información, estableciendo valores y creencias, pautas de justicia, y de equilibrio en el sistema.
Esta homogeneidad borra ciertas perspectivas. Termina con algunas particularidades propias de las pequeñas comunidades. El problema no es que todos podamos vestirnos o comer lo mismo, el problema es que todos tengamos las posibilidades reales de acceder a ello.

La pobreza como flagelo mundial.

La pobreza actual está relacionada con el fenómeno de la globalización mundial, es innegable que la misma existe desde siempre, pero sus características han cambiado considerablemente.
Las políticas neoliberales producen un incremento en la brecha entre ricos y pobres ya que generan falta de trabajo, exclusión social, malas condiciones de vida.
La globalización induce a las empresas a moverse de un país a otro dejando en la calle a millones de empleados (personas con bajo nivel de capacitación, como a aquellas personas que tienen títulos de posgrado) se vean reemplazados por una nueva tecnología o simplemente su trabajo se realiza en otro país de mano de obra más barata.
La exclusión política y cultural generadas por la opresión y la dificultad de acceso a la educación, a la salud y a las decisiones políticas entre otros son los factores fundamentales para entender el problema de la pobreza hoy en día.
Ser pobre no es sólo no poder comer o vestirse. La pobreza se relaciona íntimamente con la exclusión y la marginación, con la diferencia de posibilidades reales de acceso al bienestar.


Inseguridad social.

Joseph Stiglitz, demuestra el vínculo entre mundialización e inseguridad social. Sostiene que esta inseguridad social está vinculada directamente a las políticas neoliberales: liberalización financiera, privatización y reformas de los mercados laborales en el sentido de la flexibilización. Critica el “fundamentalismo de mercado” de los economistas y de los responsables políticos.
La globalización está fundada sobre la idea de mercado total, introduciendo de esta manera la inseguridad social por medio de tres mecanismos:


La consecuencia es una economía edificada sobre la base de la inseguridad humana, generada por el debilitamiento de la capacidad de los gobiernos para contrarrestarla.
Los partidos políticos y las organizaciones sindicales no están en condiciones de promover este cambio, porque corren el riesgo de ser funcionales a los intereses de la economía preponderante. Sólo los movimientos sociales son susceptibles de asumir una posición radical en la lucha contra la inseguridad social.


El flagelo de la corrupción.

La corrupción es uno de los mayores obstáculos en el cumplimiento de la obligación estatal de promover y proteger a los derechos de los hombres.
Es una falta moral grave, que supone falta de honestidad, egoísmo que genera injusticias.
La corrupción consiste en un acuerdo inmoral entre un corruptor y un corrupto, o entre corruptos aliados en perjuicio de otros, que beneficia a algunos en sus propósitos particulares, por encima de la ley en el plano político. La corrupción consiste en el uso del poder público para el logro de beneficios particulares o sectoriales, que no se identifican ni comulgan con el bien común.
La corrupción política es el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegitima, generalmente secreta y privada. El término opuesto a corrupción política es transparencia. Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o transparencia de un estado.
Sistemas políticos corruptos niegan el derecho fundamental a la participación democrática. La corrupción en el sistema judicial no sólo niega el derecho a la igualdad ante la ley, sino a las mismas garantías judiciales declaradas por los instrumentos internacionales de derechos humanos.
La corrupción en las funciones públicas pone en riesgo al derecho a la vida, por ejemplo, cuando se le niega asistencia médica a los enfermos o se permite la construcción de edificios o productos defectuosos y peligrosos.


La corrupción generalizada a niveles mayores roba a un país sus riquezas y lleva a graves violaciones de los derechos económicos, destruye economías y condena a la población al desempleo, al hambre y el desamparo.
Los políticos y los empleados públicos corruptos no son sólo culpables de crímenes comunes sino también, a veces, culpables de violaciones a los derechos humanos.

La guerra y su carrera armamentista.

La ciencia nos ha revelado su cara contradictoria: el dominio de la energía nuclear conduce ya no sólo al progreso humano, sino también a su aniquilamiento.
Una ciencia ciega dio lugar a estos hechos de barbarie. Auschwitz es la expresión de una racionalidad llevada al límite. Allí nada quedo librado al azar, la razón como instrumento del aniquilamiento.
Las bombas arrojadas en 1945 en Hiroshima y en Nagasaki evidenciaron los progresos científicos, y la amenaza que estos implican, puesto en manos inescrupulosas e irresponsables.
Hoy existen en el mundo arsenales capaces de destruir la vida en la tierra (y a la tierra misma). Si una ínfima parte de ellas fueran denotadas en el hemisferio norte, las cenizas estarían cayendo durante años en el mundo entero, generando la esterilidad de los campos y la contaminación del agua, el aire y los suelos.
Raymond Aaron llegó a sostener que tales intenciones de armarse no era una garantía de que las armas jamás serían usadas. Basaba  su afirmación en el conocimiento que las partes armadas tenían de las consecuencias nefastas que para ambos bandos tendría una guerra de tal magnitud.
Durante la etapa de la guerra fría el eje predominante fue el estratégico-militar, ya que la problemática del orden de acuerdo con la ideología de cada uno de los dos grandes actores polares (EE.UU. y URSS), lo que implicaba la alternativa de la destrucción del otro.

La historia se encargará de juzgarlo.
El valor de la vida.

La pregunta sobre: ¿dónde empieza y dónde termina la vida?
La respuesta es comienza con el nacimiento de una persona y termina con su muerte. Sin embargo, estas respuestas se complejizan  con el acto reflexivo propio de un ser que no puede evitar las preguntas sobre sí mismo.
Parece absurdo preguntarse el momento exacto en que afirmamos el inicio de la vida de un ser humano. Pero estas cuestiones son centrales cuando nos detenemos a pensar sobre el aborto, de una fecundación in vitro, la clonación, etc.
Una respuesta nos dice que la vida humana comienza desde la concepción en el seno materno. Desde esta expectativa, no se aceptaría todo tipo de investigación con embriones, como así tampoco el aborto: la vida humana merece un respeto especial desde el momento en que empieza.
El pertenecer a la especie humana, tener determinado código genético conlleva el deber de respeto por parte del resto de la especie. Esta teoría pone el acento en algo puramente genético y coloca al ser humano en un lugar privilegiado dentro del reino animal.
Pero esa vida que comienza, ¿es ya la de un ser humano? ¿Qué diferencia existe entre un óvulo y un espermatozoide que todavía no se ha unido y los que lo han hecho?  ¿Qué hace que al encontrarse los gametos el status moral de estos cambie? ¿Por qué a partir de ese momento merecen respecto especial?
Muchos filósofos diferencian entre lo que es un ser humano y una persona. Ser humano está relacionado con algo puramente biológico; el pertenecer a la especie homo sapiens me hace ser humano.
Ser persona implica alto distinto. Algunos autores sostienen que lo importante es tener auto-conocimiento y noción de futuro. Visto de esta manera, podemos deducir que no todo ser humano es persona y no toda persona es ser humano (hay ciertos animales, como los chimpancés que tienen autoconciencia y noción de futuro).
Desde esta concepción, prácticas como el aborto y la utilización de embriones para investigar, serían legítimas y no deberían ser penalizadas por la ley mientras que, por otro lado, muchos animales merecerían un respeto especial.
La dificultad más grande en relación con el final de la vida surge no hace demasiados años, como consecuencia del desarrollo tecnológico y de la influencia que tuvo en la medicina moderna.
Desde que este tipo de tecnología fue implementada, fue necesario redefinir el significado de la palabra muerte. Más allá del misterio que la muerte en sí misma implica, no parece haber dificultad en decir cuándo alguien está muerto o no.
Durante siglos, la forma más clara de asegurarse que una persona había dejado de existir era dejando el cuerpo ala intemperie hasta que el mismo iniciaba su proceso de putrefacción.
Luego se utilizó el método de poner un espejo en la boca de la persona muerta, y si éste se empañaba, era porque todavía respiraba.
En la actualidad. La definición de muerte se fue modificando como consecuencia de la posibilidad real (incorporado por la tecnología) de mantener a alguien conectado a aparatos que lo mantienen respirando y con el corazón latiendo.
Con las Unidades de Cuidados Intensivos se comienza a hablar de muerte cerebral. No es el corazón detenido o los pulmones que no trabajan lo que diferencia al muerto del vivo. El corazón y los pulmones pueden ser ayudados en su tarea de mantener un cuerpo.
La muerte se comienza a definir a partir del estado en que se encuentra un cerebro, y tiene lugar cuando este órgano sufre determinado tipo de daño, que no es menor. El cerebro se encuentra inutilizado, destruido, sin retorno, dañado irreparablemente, como es el caso de Gustavo Ceratti, que desde hace años se encuentra conectado a un respirador artificial, con esperanza de que algún día pueda recuperarse.


La forma en que definamos muerte nos va a llevar a determinadas prácticas con seres humanos que se encuentran en Cuidados Intensivos: la donación de órganos y la eutanasia van a depender de dicha definición.
La eutanasia se refiere a un tipo específico de práctica que lleva a acabar con la vida de un ser humano. Etimológicamente significa “buena muerte” y está relacionada con finalizar con el sufrimiento que un paciente padece en determinadas circunstancias. Esta práctica es tan antigua como la vida misma y ha variado de acuerdo al transcurso de los años.
La eutanasia se puede repudiar desde otras consideraciones distintas. Se puede fundamentar que la vida es valiosa en sí misma y que no existe ningún tipo de justificación para terminar con la vida de alguien.

El medio ambiente. Un problema a resolver.

Este problema está ligado al desarrollo tecnológico y tiene relación con la contaminación ambiental, que trae aparejado graves problemas como el del cambio climático, la desaparición de especies animales y vegetales, el crecimiento del agujero de la capa de ozono y el agotamiento de los recursos no renovable, son de vital importancia para nuestro futuro humano y planetario.
Nuestro planeta ha tenido cambios climáticos y la vida que hay en él ha variado desde su propia existencia, pero no se puede dejar de lado, el nivel de violencia que el ser humano ejerce sobre su entorno y la aceleración de los procesos naturales de cambio que dicha violencia implica.
La actitud que los seres humanos solemos mostrar ante el mundo está ligada a una tradición ardua de erradicar: el hombre está en el mundo para servirse de él: animales, plantas e incluso paisajes, están ahí a su servicio, para satisfacer cualquier capricho que se le cruce por su mente.
Debemos reconocer que es imposible controlar todo lo que sucede en la naturaleza como los huracanes, terremotos o tormentas. Pero, esto no impidió a los humanos comportarse de manera indiferente ante la devastación que él produce en el planeta.
Hay que replantearse nuevamente qué lugar ocupa y ocupará el hombre  en la tierra. Los humanos no estamos por encima de la naturaleza, sino somos parte inseparable de la misma y nos obliga a cambiar la relación que tenemos con nuestro entorno.
Debemos tomar urgente conciencia de que el planeta que habitamos es único, irrepetible, irrecuperable si lo herimos de muerte. Seguimos tirando residuos al mar, ríos y lagos, el uso indiscriminado de aparatos que contaminan el aire que respiramos y la tala indiscriminada de los bosques.
Frente a esta dos problemática que nos acoge, nos encontramos ante dos argumentos que relativizan:
Hans Jonas sostiene que el hombre tiene un lugar privilegiado en la naturaleza ya que posee racionalidad. El ser humano al poder razonar y pensar se diferencia del resto de los seres vivos. Pero esta característica que tiene el ser humano que lo diferencia del resto, lo debería obligar a comportarse cuidadosamente frente al mundo circundante. No cualquier acción le está permitida. Existe un principio primordial e ineludible que es la responsabilidad.
Si bien el hombre tiene un lugar privilegiado, este lugar se mueve desde un vale todo hacia un es necesario actuar responsablemente. No podemos tratar a la naturaleza como si fuéramos su propietario y no implica que el hombre quede afuera de la naturaleza misma.  
Jonas sostiene que hay una escala entre los distintos seres vivos que va desde lo simple a lo complejo. En el último eslabón está el hombre. Por lo tanto, desde su visión, la especie humana es parte de la naturaleza, estando en la escala más alta de la evolución, por lo tanto, conforme a su capacidad debe de ser resposable.
Jonas agrega una variable nueva y problemática a la cuestión del medioambiente: las generaciones futuras. Este autor sostiene que, nuestra responsabilidad es pensar que nos encontramos de paso en esta vida y que vendrán nuevas generaciones que nos sucederán y es nuestro deber y nuestra responsabilidad dejarles un mundo habitable y libre de contaminación y que cuente con los recursos necesarios para hacer posible la subsistencia.
Las generaciones futuras dependerán de lo que hagamos nosotros ahora, porque todo lo que hagamos repercutirá para los que vendrán después.
Si contaminamos las fuentes de agua potable, destruimos los bosques y selvas, terminamos con las reservas de petróleo, esas generaciones no contarán con las comodidades o con lo mínimo indispensable para poder sobrevivir.
El otro argumento es el de Arne Naess, creador de la ecosofía o ecología profunda, en la que la naturaleza no hay escalas. El hombre es simplemente una parte más del mundo que nos rodea y no tiene ninguna clase de privilegios ni ocupa un lugar por encima de las otras especies sean ellas vegetales o animales. La naturaleza es una sola y nosotros estamos inmersos en ella, somos parte de ese todo que nos circunda.
Desde esta visión, una de las cosas que más se destaca es lo inadecuado de nuestro lenguaje que nos obliga a percibir al medioambiente como algo externo a nosotros mismos, cuando en realidad, polucionar el agua o el aire, es polucionar nuestra sangre y cuerpo.
No estamos ajenos a aquello que hacemos con nuestro medio porque somos parte integrante e inseparable de este. Por eso este autor destaca que el ser humano no es un organismo indiferente, separable, ajeno al resto, sino que existe una interacción entretodo lo que conforma la naturaleza.
Arne Naess lidera un movimiento que está en contra de cierto tipo de desarrollo que implica tratar a la naturaleza como una fuente de recursos al servicio del hombre y, en cambio, aboga por una integración de éste con el medio. Este autor cree que la naturaleza se las arregla muy bien sin el ser humano y que éste es el responsable y culpable de todos sus males.