Michel foulcault, fue uno de los
filósofos más influyentes del siglo XX,
consideraba al sujeto moderno como una construcción social. A partir de lo que
llamaba saber o criterios de verdad propios de cada época histórica y de los
aparatos de encierro paradigmáticos de la modernidad (escuelas, cárceles y
fábricas), la sociedad burguesa construye sujetos uniformes y obedientes.
El saber está relacionado con los
enunciados que se consideran verdaderos en cada época histórica. Así, por
ejemplo, cuando Galileo Galilei enuncio su teoría de que la tierra giraba
alrededor del sol, tuvo que desdecirse de su afirmación para no ser quemado en la hoguera de la inquisición, como Giordano Bruno. Su verdad no
coincidía con el saber o la verdad religiosa. El saber siempre está relacionado
con el poder o con aquellos sectores beneficiados por las relaciones de poder.
Desde el siglo XVII, a partir del
modelo de la cárcel, comienzan a consolidarse la escuela, el hospital, la
prisión y la fábrica donde transcurre la mayor parte de la vida de las personas
durante la modernidad. Las sociedades se vuelven, según Foucault, vigiladoras y disciplinarias. Desde la
escuela, la primera institución de secuestro, se vigila al niño para sujetar
sus fuerzas y su imaginación, para que no se diferencie de los demás. Se controlan
sus movimientos para que sea útil, dócil y productivo al sistema capitalista. Se
lo prepara para que obedezca al ritmo de las campanadas, como luego tendrá que obedecer al ritmo de las
sirenas. Se modela su cuerpo y se cincela el corazón. En el tiempo histórico
del capitalismo, se trata de vigilar qué hace el sujeto con su tiempo, porque
hay que prepararlo para que produzca. Es decir, que para Foucault, la escuela
constituye la preparación para el mundo del trabajo industrial. Y las
anormalidades serán subsanadas por el hospital, el psiquiátrico, el geriátrico,
la cárcel.
Foucault, propone una estética
como forma de resistir a las sociedades normalizadoras. Como vimos el sujeto
moderno es el resultado de ciertos mecanismos de encierro y de ciertas técnicas
de autogestión como la estética, la dietética o la cosmética que el sujeto
aplica sobre sí mismo, y que Foucault llama “tecnologías del yo”. Las instituciones de secuestro indujeron a la
conformación de ciertos dominios del saber como la criminología, la
psiquiatría, la sociología, la demografía y la economía política; estos a su
vez concibieron nuevos objetos de conocimiento como el loco, el delincuente, el
obrero, el alumno, etc., entre los cuales surgió el sujeto moderno(individuo)
como modelo. Es decir, que el ser humano del mundo moderno y contemporáneo
surgió de estas prácticas del encierro de los cuerpos y del modelamiento de las
mentes necesario para el desarrollo del capitalismo.
Estas prácticas de encierro
generaron las instituciones mencionadas (la cárcel, la escuela, la fábrica, el
manicomio) que basaron su funcionamiento en la vigilancia y el control. Dichas instituciones
utilizaron un modelo arquitectónico denominado panóptico (relativo al ojo), es decir, de un ojo que todo lo ve para
poder vigilar sin ser visto y controlar cuerpos y almas y disciplinarlas. En uno
de los libros más fascinantes que leí, vigilar
y castigar, Foucault lo describe
asi: “Conocido
es su principio: en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el
centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior
del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las
cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una
que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que
da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a la otra. Basta
entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un
loco, enfermo, condenado, obrero o escolar. Por el efecto de contraluz, se
pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las
pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia. Tanto pequeños
teatros como celdas, en los que cada actor está solo, perfectamente
individualizado y constantemente visible. El dispositivo panóptico dispone de
unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer al punto. En suma,
se modifica el principio del calabozo, o más bien de sus tres funciones:
encerrar, privar de luz y ocultar, no se conserva más que la primera y se
suprimen las otras dos. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor
que la sombra, que en último término protege. La visibilidad es una trampa”. la
cárcel constituye el modelo de una sociedad panóptica o disciplinaria que
reproduce en las demás instituciones esa lógica de funcionamiento.
Para Foucault, la existencia del
hombre moderno no depende de una supuesta naturaleza humana intrínseca y
atemporal, sino de las relaciones de poder y de saber de una época determinada.
De esta manera, arremete contra la idea de sujeto que había elaborado tanto la
filosofía antigua como la moderna desde Descartes a Kant y contra la idea de
verdad única y atemporal, haciéndola depender también de los juegos del
poder-saber. En el prefacio del libro: las
palabras y las cosas, dice que el sujeto moderno no es más que una
configuración trazada por la nueva disposición que ha tomado recientemente el
saber. Y que reconforta y tranquiliza pensar que este sujeto no es sólo una
invención reciente, una figura que no tiene ni dos siglos, y que desaparecerá en
cuanto éste encuentre una nueva forma.
El sujeto es también el resultado
de ciertas técnicas o tecnologías de control de sí mismo como la dietética, la
cosmética o la estética. Estas hacen que el sujeto se controle o administre a
sí mismo; es decir, son formas de autogobierno o gobernabilidad. Foucault lo
llama a esta forma de control sobre sí “biopoder”
o poder sobre la vida.
Para concluir: como dice Nietzsche hay que hacer de cada día una
obra de arte. Cada día debe de ser diferente de los demás, pleno de
belleza para no ser rutinarios ni parecidos los unos a los otros.
(Cualquier coincidencia del sistema panóptico, descripto por Foucault, con
las cámaras de seguridad en las ciudades argentinas, es pura coincidencia).