Para Karl Marx, el hombre el
sujeto real de carne y hueso, es un ser perfectible, un ser que siempre tratará
de perfeccionarse y progresar. La imaginación y la creatividad del hombre son
potencialmente infinitas. Sin embargo, en el momento en el que Marx escribe, se consolida el
sistema capitalista y el desarrollo industrial. Los obreros que trabajan en las
fábricas durante largas jornadas, pasan la mayoría de su tiempo encerrados y
privados del sol, el aire y el cariño de sus familiares y amigos.
Lo que distingue al hombre de los
animales es el trabajo, dice Marx, el hecho y la capacidad para usar la
razón y la imaginación para tomar un
objeto de la naturaleza y convertirlo en algo nuevo, es decir, crear algo.
Pero, durante el capitalismo, el hombre como
obrero no produce algo nuevo, sino que produce en serie. No produce todo el
objeto, solo una parte. Eso lo obliga a repetir durante horas y horas de la
mayor parte de su vida, el mismo movimiento rutinario. En ese sentido, el
hombre se confunde con la máquina, y por eso, una de las escenas que más
significativamente ejemplifica esta
situación es una película tiempos modernos en la que Charles
Chaplin está acostado sobre la cadena de montaje o sobre un reloj. El ser humano se transforma en un autómata,
un robot doméstico útil y dócil.
El artesano medieval podía verse
reflejado en su obra, satisfecho de lo que había fabricado, el obrero no, es un
desdichado en su trabajo. Crea un mundo de mercancías que no le pertenece a él,
sino al capitalista, y que son el símbolo de las personas que lo explotan. Crea
mercancías que después no podrá disfrutar ya que el salario solo alcanza para
satisfacer sus necesidades vitales. El trabajo era, como en las cárceles,
trabajo forzado. Por eso, en cuanto puede, el obrero huye del trabajo como huye
de las enfermedades.
Dice marx: “En consecuencia, el obrero no se
afirma en su trabajo, sino que se niega; no se siente cómodo sino desventurado;
no despliega una libre actividad física e intelectual, sino que martiriza su
cuerpo y arruina su espíritu… El obrero solo tiene la sensación de estar
consigo mismo cuando está fuera de su trabajo, y cuando trabaja no se siente en
su casa”. Es decir que se siente un animal cuando hace lo que es propio
del humano: trabajar; en cambio se siente un ser humano cuando en su casa
realiza actividades propias del animal: alimentarse, procrear y dormir.
Marx soñaba un mundo donde los
seres humanos pudieran ser felices en lo que hicieran, donde cada uno pudiese
ir y volver feliz a su trabajo y sentirse realizado.