Las diferentes historias cuentan que el Ave Fénix era de una extraordinaria belleza. Sus formas, sus colores, su gracia, su rareza lo convertían en un ser único al que todos soñaban con ver alguna vez.
La leyenda más popular nos cuenta que era un extraño pájaro que posee la increíble propiedad de renacer de sus propias cenizas.
Cuenta que el Ave Fénix, va a los árboles del Líbano y se anuncia a los sacerdotes del lugar, que cubren el altar con vid.
El pájaro se sube al altar y se acomoda entre las ramas. El fuego se enciende solo y el pájaro aletea sobre el fuego y se convierte en cenizas. Al día siguiente surge entre las cenizas como una especie de oruga que, al segundo día se vuelve a convertir en pájaro adulto.
Herodoto, la fuente más antigua de la leyenda, la vincula con Egipto. Cuenta Herodoto: "allá hay un pájaro sagrado, el Fénix. Yo no lo he visto con mis ojos, pero he visto la imagen de este pájaro que llega cada 500 años para morir y renacer entre las cenizas".
Según cuenta Tácito en sus Anales, el Ave Fénix vive 1461 años, tiempo que marca una división de ciclos cósmicos.
Algunas historias cuentan que su tamaño era de más de dos metros, con cierto parentesco en sus formas con un águila, pero con colores refulgentes, rojos, azules, oros, verdes, más brillantes y llamativos que los de un pavo real.
Para el mundo pagano, el ave fénix fue un modelo de la castidad y la templanza. Siempre sola, poco sabía del amor.
Para los cristianos simbolizó la posibilidad de la resurrección, uno de los misterios que más necesitaron demostrar como posible. Si la inmortalidad era posible para un pájaro, también lo era para los cristianos.
Difícil y casi incomprensible idea ésta de la incineración voluntaria, de la conversión en cenizas, de la resurrección desde la nada y de esa solitaria vida de tantos años.
A pesar de todas estas dificultades, pocos mitos fueron aceptados y repetidos a lo largo de la historia.
Muchos escritos y pensadores también se hicieron eco de esta maravillosa historia que muere en el fuego y renace en el fuego.
Entre ellos nuestro Sarmiento, que decía que: "el Ave Fénix vendría a ser un espejo o una imagen del mundo".