En la mitología griega los centauros se conocieron en las leyendas contadas por Plutarco y Ovidio de la lucha con Los Lapitas (era un pueblo que forma parte de la mitología y no de la historia), tras el intento de raptar a la novia del rey en el día de su boda. Teseo que estaba presente inclinó la balanza a favor del pueblo lapita que escaparon de los centauros.
La leyenda nos relata que los centauros, primos del rey de los lapitas, fueron invitados a la boda. Conocieron el vino y se emborracharon completamente y embriagados intentaron raptar a la reina y a todas las mujeres presentes, lo que provocó una guerra.
De allí se desprende la imagen de seres salvajes, esclavos de las pasiones más violentas. Sus contiendas fueron interpretadas como la lucha entre la civilización y la barbarie, en el que se divide el mundo.
Por el contrario, el centauro Quirón es un ejemplo de la sabiduría y de los conocimientos artísticos y musicales y maestro de la medicina. Fue maestro educador de Aquiles, Jasón, Ajas, y Hércules. Una justificación de la forma dual y de la parte humana.
Esta leyenda tampoco escapa al pensamiento de nuestro Sarmiento, y los centauros pertenecen a uno de esos seres imaginarios que describió en su libro.
También fue la primera imagen que recibieron nuestro "Indios Americanos", cuando los conquistadores llegaron a nuestras tierras americanas, atropellando con una violencia imparable.
Cortés o Pizarro, pueden dar fe del terror que sintieron los pueblos originarios cuando se enfrentaron a los españoles montados en sus caballos.
Los hombres retrocedieron aterrorizados mientras ese monstruo de metal y cuero los atropellaba. Un monstruo de dos cabezas, cuatro patas, torso y brazos de hombre. Una figura que se dividía en dos partes. Y otras dos piernas y los brazos largaban asesinos truenos con fuego.
Acostumbrados a convivir con múltiples fieras como parte de un mundo cotidiano, ésta los desconcertaba. Nada era comparable a la violencia de la que hacían gala. Y el miedo los venció.