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lunes, 23 de enero de 2023

Un prólogo para un libro

Anoche soñé que íbamos caminando con mi tío Emilio, por una calle del microcentro de Buenos Aires. A mitad de cuadra, un señor calvo nos preguntó. ¿qué van a hacer cuando lleguen a la esquina? Le respondí: seguir caminando. Tal vez crucemos la calle y seguiremos en el mismo sentido al que nos dirigimos; tal vez doblemos en la esquina, tal vez retrocedamos por dónde venimos. No sé, le respondí. Busqué una respuesta al mejor estilo Freudiano, una interpretación al sueño. Lo relacioné con un texto que estoy escribiendo: "El sendero de la vida". Y de eso se trata, de ir haciendo camino, de la autopista por la que vamos atravesando el viaje. A veces vamos rápido, a veces debemos bajar la velocidad por algún percance que ocurre en el camino, a veces debemos ir por la colectora sorteando obstáculos, otras detenernos en el peaje o parar a descansar, hacer una pausa. Y de eso se trata el transcurrir de la vida. Ya casi entrando en la década de los sesenta, uno va haciendo una autoevaluación, un balance de lo positivo y negativo de la vida, de los logros y de las frustraciones, de los golpes, las caídas que dejaron heridas. De las utopías y distopías. El pensamiento es como nuestro cuerpo, va cambiando a medida que va pasando el tiempo. Mis utopías de los veintes, de querer cambiar el mundo, se fueron aburguesando, uno se va conformando con lo mucho o poco que tiene. Van surgiendo recuerdos de la infancia, la adolescencia, la familia, amigos, amores, época de estudiante, de viajes, de libros leídos que uno va recapitulando. Al fin y al cabo, historias de vida. Solo mediante la capacidad de utilizar el pasado para la vida, y de transformar de nuevo lo acontecido en la historia, el ser llega a ser humano. Es posible vivir casi sin recuerdos y vivir siendo feliz, pero es absolutamente imposible vivir sin olvidar. El exceso de olvido histórico perjudica a cada individuo, pueblo o cultura. Es por eso que me tomé el atrevimiento de hacer fluir mis recuerdos que están fijados, sujetados en mi memoria y cada tanto en momentos especiales salen hacia afuera para hacerlos consciente y revivir el pasado, de aquellos tiempos lejanos que formaron mi ser, llenándolos de experiencias, saberes, conocimientos. La Filosofía no tiene por qué ser un pensamiento de académicos, cualquiera de nosotros lo puede hacer, simplemente haciéndose esta pregunta tan simple como el saber quiénes somos, como lo hacemos cuando somos niños. Aludo a un libro que decía que la mejor Filosofía es la que nace en “las voces de la calle ", como dice Joan Manuel Serrat, la que recogemos de la vida cotidiana. Para pensar en profundidad (y eso es en definitiva filosofar) no necesito más que reflexionar sobre lo que me rodea cotidianamente, y eso que me rodea puede ser la gente común con sus problemas, sus opiniones, sus preguntas, sus incertidumbres, sus frustraciones. Aprendemos a vivir viviendo, aprendemos a caminar caminando, aprenderemos a filosofar filosofando. Así es la historia que les quiero contar. Debemos rebelarnos y luchar contra lo que se nos transmitió por herencia, contra lo innato y lo adquirido por la educación, hasta crear un nuevo hábito, un instinto nuevo, una segunda naturaleza, de modo que la primera (que es el resultado de ese acervo hereditario y viene configurada por costumbres y hábitos inveterados, arraigados) sea desplazada y suplantada por ésta. Las propias, la de cada uno de nosotros que se anime a poder contar su propia historia. Y qué mejor que contarla uno mismo, desde su propia cosmovisión, ese mundo de experiencias vividas acumuladas durante el transcurso de la vida. No pienso trascender más allá de lo que soy, simplemente quiero dejarles a mis futuras generaciones venideras una historia escrita contada por un tipo simple, sencillo, que vivió la vida como pudo, de la mejor manera, sin perjudicar a nadie, sincero consigo mismo, leal a sus convicciones; que perteneció a una familia de esfuerzo, de laburo, en donde aprendió a no ser hipócrita. Todos los objetivos que nos proponemos en la vida se logran con esfuerzo, nada viene de arriba. Consciente de que de esta vida no te llevas nada material, que todo lo que construís queda acá, para los que vienen atrás en esta carrera contra el tiempo que nos toca vivir. De eso se trata nada más de eso de contar una historia en primera persona.