Hoy más que nunca, no sólo tiene sentido la
filosofía, sino que además debemos agregar, es necesaria. En un mundo donde
parece perderse el deseo de saber, de escudriñar las cosas y cuando cada vez es
más evidente que el amor por la lectura no resulta ser como en el pasado, entonces,
qué bien haría a todos ejercitar el saber filosófico como quien se ejercita
físicamente para sí, mantenerse en forma; qué mejor manera de mantener adecuadamente
los signos vitales del intelecto que, leyendo con juicio crítico un buen libro
que no sea bueno sólo porque tiene un costo económico o porque tiene un título
seductor, sino porque resulta ser edificante para el espíritu y para el
desarrollo de todas las capacidades mentales. La lectura acrecienta, a no
dudarlo, el cuestionamiento, favorece la capacidad de análisis y posibilita la
autocrítica.
Si se lograra al menos de manera general,
comprender y ejercitar uno de los propósitos de la filosofía, se estará en
camino al conocimiento, y esto, cualquiera que tenga voluntad para lograrlo, bien
lo puede alcanzar. No tiene capacidad de saber y conocer solamente quien estudia
formal y académicamente. Con frecuencia mezclamos conceptos y realidades; con
facilidad asombrosa caemos en la trampa ingenua de qué si alguien ostenta mucha
formación académica, es que “sabe”, cuando en realidad, ninguna universidad
certifica conocimientos; los centros de estudio tan solo certifican estudios.
A la realidad descrita anteriormente, se añade
el hecho de que la graduación universitaria no debe considerarse nunca el final
feliz de una carrera, la cual, pasó más por la angustia y el estrés del estudio
que por el disfrute de haber aprendido algo nuevo cada día; constituye más bien
el comienzo de una vivencia plena de lo que se estudió y un compromiso por
continuar hurgando en las fuentes de conocimiento más cercanas que son los
libros, y en este sentido la filosofía es un apoyo ineludible para cualquier
persona que “padece” de esa dichosa sed de saber, por cuanto ella posibilita la obtención de un juicio crítico de la realidad,
enriquece el vocabulario y permite reivindicar el conocimiento en detrimento de
la ignorancia. No es que la filosofía tenga la solución a todos los problemas
existenciales, al contrario, ella misma es una pregunta de carácter
existencial, pero en esa incesante actividad del cuestionamiento se pueden
hallar posibles respuestas a las inquietudes intelectuales. La filosofía es una
de las innumerables posibilidades que tiene el ser humano para entender su entorno físico y su realidad metafísica;
de ser esto así, es casi una imperiosa obligación la que tiene el hombre de
cuestionarse todo cuanto sea posible; por tal motivo, no se encuentra mejor forma de concluir que, afirmando: ¡Hoy, más que nunca se debe filosofar!