Anoche tuve un
sueño. Habíamos concurrido con mi familia a un circo, estaba lleno de gente
había malabaristas, magos, payasos, etc.
De pronto la función se detuvo y no sé por qué salimos todos corriendo. De
pronto, fuimos a orilla del mar, de allí
salió una pequeña capsula submarina con tres personas desvanecidas, estaban los
medios de comunicación informando que esas personas eran los dueños del circo,
que se habían quedado sin oxígeno, y a causa de ello habían fallecido. De
regreso al circo para continuar con el espectáculo, vemos que sólo habían
quedado las dos columnas centrales y que la gente se llevaba todo lo que había quedado
en ese lugar. Todos estábamos en una
situación de pánico total. Desperté de ese sueño y mi corazón latía
fuertemente. Adormecido, asustado me pregunté: ¿por qué había soñado esta
situación? ¿Es la realidad o es sólo un sueño?
Desde hace un
tiempo largo tengo pesadillas. Mis profundos sueños se ven interrumpidos por
imágenes tétricas, en ellas me encuentro con personas que ya no están, mis
padres, familiares y personas ficticias con las que nunca estuve. Muchos de
ellos ocurren en la ciudad de Buenos Aires, lugar donde viví un tiempo
prolongado. Camino por senderos estrechos, con casas antiquísimas similares a
pueblos o ciudades españolas o italianas, en donde en algún momento la calle se
termina, y me despiertan situaciones en las tengo que salir corriendo. Mi
corazón y respiración se aceleran, mis músculos se tensan y mi cerebro se
activa, comienza el intento de interpretar cada sueño en la oscuridad de la
noche al mejor estilo Sigmund Freud. El inconsciente se manifiesta a través de
los sueños, en esa permanente actividad neuronal que realiza mi cerebro al
pensar.
¿Qué significan
mis sueños? ¿Por qué ocurren en este momento y tan seguidos? ¿Serán los miedos
interiores de enfrentar la realidad del mundo en qué vivimos? ¿Miedo a la
muerte? ¿A contagiarme de la peste actual? ¿De la perdida de seres queridos?
¿De perder la estabilidad laboral?
El mundo está
convulsionado, inestable, inseguro a pesar de que permanentemente buscamos
certezas para poder vivir. El desarrollo de la ciencia y su expresión
tecnológica nos puso en la centralidad del universo. Creíamos poder dominar la
naturaleza a través de la cultura para apropiarnos de cosas materiales. Ser
dueños de un pedazo de tierra y tener derechos a hacer de ella lo que nos
plazca. Volar los cielos y en pocas horas llegar a otro continente. Conquistar la
inmensidad del mar depredando todos los seres vivos que hay debajo de ella.
Construir populosas ciudades con edificios que casi tocan el cielo, llenamos de
automóviles sus calles y sus autopistas de acceso a la gran urbe. Cambiamos el
cauce de un río para construir un country o barrio privado. Entubamos un arroyo
para pasar sin mojarnos los pies. Contaminamos sus aguas con tóxicos que
desparraman las fabricas que nos abastecen de bienes para consumir. En la
tierra desparramamos tóxicos herbicidas e insecticidas para garantizar la
producción de cereales. Y todo esto ha servido para que unos pocos se apropien
de las riquezas y concentren sus ganancias depositadas en Bancos para la
especulación financiera y la inmensa población viva al borde de la inanición,
hacinados en lugares inhabitables. Los medios de comunicación se encargan todos
los días a través de imágenes tétricas la realidad circundante. Nos llenan de
noticias tóxicas, de odio, de miedo, de bronca y todas las noches cuando me voy
a dormir mi cerebro sigue maquinando cómo salir de esta situación caótica en la
que nos encontramos frente a un pequeño bichito microscópico que nos
desestabilizo nuestras vidas. Tal vez pienso sea la vacuna que se inyectó
nuestro planeta para curarse de la pandemia llamada “humanidad”. Pero hay otro
tema que me preocupa, además de la guerra contra el virus, hay otra guerra
económica o comercial que llevan adelante las potencias mundiales, que dicho
sea de paso están lideradas por los presidentes que todos conocemos,
potenciales psicópatas y genocidas, que tienen en sus manos toda la tecnología
bélica para destruirnos.