¿El
poder es o se ejerce? ¿Hay un poder absoluto o fluye
en todas nuestras relaciones? ¿Condiciona el poder nuestras vidas o
las potencia? ¿Qué es el poder? La historia del poder
representa la historia de una realización. Lo humano se fue
desbordando de sus propios límites, siempre buscando cada vez más,
reinventándose, para seguir encontrando un sentido a las cosas. El
poder tiene que ver con esa capacidad de invención, con la
conciencia de nuestros propios límites y con sus transgresiones.
La
mayoría de los relatos mitológicos enfrentan
a los humanos con los dioses en
una lucha por el poder. Toda la esencia del poder radica en
comprender el lugar que ocupamos en el cosmos. Si hay o no hay
límites y siempre lo humano pierde. ¿Tiene que ver el poder con lo
posible o con lo imposible?
Cuando
Aristóteles se
pregunta por el Ser, nos dice que las entidades se dan en acto
o en potencia.
El acto nos remite a
la realización de la esencia en cualquier entidad, o sea, ¿cómo en
la actualidad logró realizarse?
Por
ejemplo: la ventana es en
acto ventana o actualmente es ventana ¿por qué? Porque aunque sea
lo que tiene que ser: una ventana no lo fue siempre ni lo será
eternamente.
¿Qué
es la potencia? Tiene que ver
con la idea de poder como posibilidad, es decir, la capacidad de
cualquier entidad de poder ser otra cosa.
¿Qué
es el poder? ¿Cuál es su límite?
En
los textos bíblicos
las historias se entrecruzan. Por un lado, Dios
crea a lo humano y le da un mundo cerrado para
que lo domine y lo nomine. Las cosas vienen predeterminadas por la
creación. En el Edén, el árbol del conocimiento del bien
y del mal es importante. El
árbol prohibido marca el punto
de lo imposible, si comen del árbol serán mortales y si no comen
permanecerán inmortales. ¿Para qué come el hombre si pierde la
inmortalidad? No es la inmortalidad lo que está en juego, sino el
poder. La historia de poder se desplaza hacia las relaciones
vinculares. Caín mata
a Abel. Esta
dificultosa relación entre lo humano y sus dioses, señala el camino
de toda relación de lo humano con lo humano. Lo
humano nunca es idéntico es
siempre con un otro. El poder se juega una falencia que supone una
otredad y busca someter a esa otredad y subyugarla a su propia
identidad. Para que el poder se ejerza se necesita de zonas no
alcanzadas, se necesita de un otro que siga siendo un otro para poder
ser sometido y que el poder actúe. El
poder se apropia de lo otro
para someterlo a su
identidad, pero al mismo tiempo necesita que siga habiendo algo
extraño para poder seguir apropiándolo.
En
Atenas, el poder se
entrelaza con el saber.En
Atenas la figura de los sofistas se vuelve preponderante. Para
Platón los sofistas se trataban de mercaderes del saber que
educaban a los poderosos en la formalidad de la palabra, en la
oratoria y en el arte del convencimiento, provocando en los
atenienses una ciudadanía vacía, falsa y amoral, preocupada solo en
el éxito de sus argumentos. Para los sofistas como Protágoras:
No hay verdades, sino que “el hombre es la medida de todas
las cosas”. Los sofistas
entienden a la verdad como un artilugio retórico. Si la verdad es la
mentira más eficiente solo se trata de una cuestión de poder. Un
discurso verdadero es aquél que se logra imponer como un discurso
sobre la normalidad.
En
platón supone la figura
del filósofo rey. Si
la justicia en cada comunidad se dirime en que cada uno ejerza el rol
que le corresponde al filósofo le cabe el rol del gobernante, porque
según Platón: “tiene
que gobernar el que más sabe”.
El que accede a la verdad. Sólo el filósofo puede atravesar la
multiplicidad de lo real y alcanzar los fundamentos de todas las
cosas. La convicción de platón reside en la autoridad del poder -al
que más sabe por naturaleza le corresponde el poder-. La
sabiduría es virtud, el mal es ignorancia.
Saber,
poder y ética,
forman la base del pensamiento platónico de una autoridad
incuestionable que solo va a ser modificada en la filosofía política
moderna.
Hobbes
ve el origen del poder político en un contrato. Somos libres por
naturaleza, pero renunciamos a la libertad absoluta a cambio de que
alguien nos proteja. La desproporción entre nuestras necesidades y
los medios para satisfacerlas genera una “guerra
de todos contra todos”.
Una persona quiere ser libre pero el de al lado también, por lo
tanto, quiere matarme, pero si la persona se entrega a un poder
absoluto (Estado) le garantiza su seguridad. El
miedo
es, entonces. uno de los motores principales para fundar un orden. La
libertad solo es posible si primero se fortifica la seguridad. El
poder absoluto
nos garantiza la libertad sólo a cambio de nuestra sujeción a sus
normas. Pero, entonces, ¿existe la libertad? ¿qué es el poder?
¿qué es lo que puede el hombre? ¿podremos confiar en este poder? o
¿estamos
en el inicio de un nuevo tipo de poder que
en el capitalismo persigue la normalización del sistema?
La
cuestión del poder siempre estuvo ligada al ser humano que quiso
transgredir sus propias limitaciones y por eso desde el inicio en las
culturas antiguas el
poder estuvo
ligado
siempre al
saber.
Sin embargo, con la modernidad la idea de un poder soberano intenta
representar la voluntad de todos los ciudadanos. ¿Nó
termina el poder siendo un dispositivo de sometimiento?
¿Nó termina el poder siendo la forma en que todo se relaciona con
todo?
En
el siglo XIX,
Carlos Marx,
va a dar un paso cualitativo en la cuestión del poder, la democracia
política
no representa una verdadera democracia popular en la medida que no
cuestiona el principio de desigualdad
estructural del capitalismo.
La
economía capitalista supone una desigualdad social que intenta
justificarse en la igualdad formal de los ciudadanos ante la ley.
Pero la ley no hace más que reproducir un sistema donde unos pocos
ejercen el poder y una mayoría queda sometida a ese dominio. Para
que el poder funcione con eficiencia resulta necesario que la
sociedad lo naturalice, mientras haya personas trabajando a cambio de
un salario, recibiendo sólo una parte del valor de su trabajo, la
democracia no es real. Si se logra convence a todo el mundo que la
desigualdad económica es algo que proviene de la naturaleza humana y
es inmodificable, el que tiene poder triunfa en su cometido. “No
hay mejor poder que el que no se ve”.
El
poder para Marx
es fundamentalmente poder
económico
que se manifiesta en el sometimiento de una clase social a otra a
través de la explotación
laboral.
¿Qué es la
explotación para Marx?
Es la aceptación de una sociedad dividida en clases sociales, donde
los que no son dueños tienen que intercambiar su fuerza de trabajo
por una remuneración que nunca equivale al valor de lo que hacen.
Pero nadie lo ve, todos naturalizan esta expropiación. La
desigualdad es vista como algo natural y el salario como algo justo,
ningún
salario es justo para Marx, la existencia misma del salario es lo
injusto. Pero el poder triunfa cuando una sociedad interioriza estos
valores dominantes como si fuese algo real, cuando la
sociedad se aliena.
Según el pensamiento Marxista, la
alienación
se produce a través de todos los dispositivos que en una sociedad
funcionan para que un orden se establezca, pero sobre todo en el
Estado.
Para Marx el Estado se vuelve un dispositivo de poder que se presenta
como representantes de todos, cuando lo único que hace es legitimar
la desigualdad
representando solo a aquello a los que cuida sus intereses. La
alienación va mostrando como el poder ingresa en las zonas más
elementales de la conciencia para ser efectivo. Va moldeando las
cabezas de las gentes, sus deseos, sus pensamientos, sus
sentimientos. Por eso todo cambio debe de hacerse desde la raíz para
Marx. La única salida posible contra el poder es la revolución.
¿Y
si todo es poder? ¿Y si nuestra existencia está atravesada por el
poder? ¿Y si el poder trasciende lo político para manifestarse en
cualquier acto, en cualquier entidad? ¿Y si todo es político,
porque todo es potencia? ¿Y si el poder no se reduce a los soberano,
sino que estalla por todos lados?
Por
el hecho mismo de ser en potencia, todos nuestros actos se vuelven
políticos, se vuelven voluntad
de poder.
Nietzsche
sostiene que la vida es esencialmente un conjunto de fuerzas en
constante potenciación, no es que el poder opera sobre la vida, sino
que la vida misma es poder en expansión. Poder en la ambigüedad del
doble sentido, de posibilidad y despliegue. Nietzsche pone en
entredicho la cuestión del origen. ¿Qué
hay en el origen del todo?
No hay Nada.
No hay orden, ni
estabilidad, ni identidad,
sino diferencia. Y si hay diferencia hay conflicto. El conflicto es
el origen, el poder inunda todas las cosas, porque todo proviene en
última instancia de un conflicto originario. A diferencia del
contractualismo que entiende al poder como garantía de supervivencia
y del Marxismo que lo asocia con la represión. Nietzsche lo entiende
como exceso, como expansión incesante de la vida. Una vida que se
expande es una vida que se reinventa permanentemente a sí misma. En
el esquema de Nietzsche se parte de la ausencia de origen y por ello
el descentramiento de toda verdad. La expansión solo puede
entenderse como la capacidad que tiene la vida de crecer negándose
constantemente a sí misma. La
voluntad de poder
es la destrucción infinita de lo mismo y el desborde incesante de
una vida que busca siempre superarse a sí misma. Si
para Marx la revolución es la liberación de las fuerzas productivas
al servicio de la humanidad. En Nietzsche es un estado permanente de
reinvención de lo humano. El poder de lo humano destruye y se
destruye ya que se vé a sí mismo como mera contingencia.
Toda
la filosofía, toda la religión, todo el saber han surgido como un
antídoto contra una voluntad de poder que se desborda a sí misma.
Esta es tal vez nuestra tragedia. El vértigo del exceso nos asusta y
nos encadena a nosotros mismos.
Para Foucault, en nuestros tiempos piensa a ambos conceptos poder y saber, el poder se plasma en el discurso. La palabra crea verdad y la verdad crea un orden. Por eso quién maneja el saber maneja el poder.
Michel
Foucault,
fue uno de los filósofos que mejor ha pensado al poder. Su mayor
contribución es haber desesencializado el poder. El poder no es, no
se tiene, sino que se ejerce. El poder no es una propiedad, ni una
sustancia. El poder es siempre una relación. Las relaciones de poder
atraviesan todas las cosas, pero no se estructuran de manera vertical
y estable entre clases sociales, sino que van desplazándose entre
los hombres de manera fluctuante. El poder siempre está presente en
toda relación en que uno trata de dirigir la conducta del otro,
desde la política hasta el amor. Pero el poder no solo reprime, sino
que para Foucault produce sentido. El poder mantiene una relación
esencial con el poder y por ello con la verdad. Y nosotros los
sujetos, estamos sujetados a los dispositivos del saber que nos
constituyen como sujetos. El
padre normaliza, el maestro normaliza, el jefe normaliza, los
oficiales de policía normalizan. En cada acto de normalización hay
una forma que se instala como correcta y se instituye. El hombre
domesticado a través de las instituciones. Las instituciones como la
familia, la escuela o el lenguaje son las que producen realidad
cotidiana. Una de las figuras que Foucault resignifica es la figura
del Panóptico,
que es una estructura carcelaria en la cual un vigilador se encuentra
en un lugar privilegiado, ya que puede ver el interior de las celdas
de los presos sin ser visto. El dispositivo carcelario funciona a la
perfección. Cada preso que no ve a los otros presos solo se siente
controlado por el vigilador central y, por lo tanto, obedece.
El poder es total. Para
foucault esta estructura es aplicable a gran parte de los modos en
que se encuentra organizada las instituciones. Así la estructura se
repite en la
fábrica, la familia, la escuela, el hospital
y siempre es la misma
la auto-obediencia.
No
pueden existir relaciones de poder sino en la medida en que los
sujetos seamos libres. Pero ¿no será al revés, no es que si el
poder está presente entonces no existe libertad?. Hay relaciones de
poder porque hay posibilidades de libertad en todas partes. Como el
poder es potencia y el poder se desborda siempre se necesita algo que
quede afuera. Todo
poder genera una resistencia, dice
Foucault. ¿Pero
es la resistencia una manera de pelear contra el poder? ¿O es algo
que el poder construye para seguir ejerciendo?
Deleuze
dice
que en el mundo de la
globalización y el capitalismo avanzado,
la empresa ha reemplazado a la fábrica, la marca al producto y el
consumidor al ciudadano. La sociedad de hiperconsumo de la cultura
global no ejerce el poder desde el encierro, sino desde la libertad.
El panóptico se ha desmaterializado. Este poder es tan potente que
no necesita de barrotes, ni pedestales, ni armas; es un poder que se
ejerce desde la libertad del individuo. El cielo parece vacío, pero
se encuentra cruzado de redes virtuales que nos constituyen y nos
vigilan. Hoy existir es estar conectado y la conexión supone un
orden y un interés. Tal vez las nuevas resistencias tengan que ver
con la posibilidad
de desconectarse.
Posibilidad,
potencialidad,
de nuevo el poder.
El poder de no hacer. Permanecer en la potencia. Lo humano es siempre
posibilidad. Lo humano es siempre proyecto abierto.
Se
dice de Dios que es omnipotente. ¿Esto significa que todo lo es, o
que lo puede todo? ¿Y si todo lo puede, no tendría que seguir
pudiendo indefinidamente? Si así fuese, el verdadero poder
resultaría ser el que se sigue atreviendo a negarse a sí mismo. O
retomando una idea bíblica, el poder está en la debilidad. Sin
embargo, nuestros poderosos abandonan la potencia, la posibilidad
para convertirse en los grandes cristalizadores de la realidad
vigente.
Ser
establisment,
significa solo eso. Sostener el actual estado de cosas como
inmodificable.
Pero
otro poder es posible, un poder que se ofrece como una invitación a
la transformación permanente y a la apertura ilimitada. Un poder que
es una apuesta a no permanecer nunca en lo que somos, a desbordarnos
y a salirnos incluso de nosotros mismo.