La posmodernidad es
entendida como aquella etapa de la historia donde mueren los grandes relatos,
que vienen a dar bienestar y felicidad a todos los hombres. Ellos son
considerados como: el relato del cristianismo, el relato del iluminismo, el
relato del capitalismo y el relato del marxismo.
“Todo lo que pueda ser dicho
nada tiene que ver con lo que es”. Decía Pirrón.
En la argentina actual, la
historia nos dice que también ha muerto
el relato Kirchnerista. Este gobierno se ha caracterizado por levantar las
banderas de la década del 70, de una generación de jóvenes militantes que
sueñan con el socialismo nacional desde las filas del peronismo. Década
finalizada con el golpe de Estado del 76 y la masacre de una de las
generaciones más gloriosas que haya tenido esta Argentina.
Si bien durante la primera
etapa del Kirchnerismo, con Néstor Kirchner, se inicio un proceso de recuperación
política, poniéndole límites al avance de la economía, con un fuerte
intervencionismo estatal, a través, de subsidios y leyes que apuntaron a
mejorar la situación de aquellos que sufrieron la década neoliberal, como
jubilados, desocupados, sectores medios
que mejoraron su salario e incrementaron su consumo. Trabajadores
sindicalizados, obteniendo, después de mucho tiempo, discusión de paritarias. Con
reformas en el derecho laboral, respecto al trabajo en negro aumentando al
doble la indemnización en caso de despido.
Una política regional UNASUR, en lo político y Mercosur en lo económico,
con inclusión de Venezuela en este espacio. El alejamiento del FMI y las
recetas del Banco Mundial. Y una situación de bonanza económica con un crecimiento
del 8 o 9 % anual, con record de producción sojera desde 2003 a 2007; más acertadas políticas de derechos
humanos y el acercamiento a organizaciones de DDHH, como Madres y Abuelas, indujeron a muchos intelectuales a pensar a
este gobierno como de izquierda.
Este discurso se incremento
a partir del 2007, con el primer gobierno de Cristina, donde el conflicto del
campo en 2008 y la derecha argentina, representada por la SRA, se unía para
desestabilizar al gobierno democrático,
con el intento de la resolución 125 de aumentar las retenciones al agro.
La Estatización del Anses,
Aerolíneas Argentinas, YPF, más leyes
como la Ley de Medios Audiovisuales y de matrimonio igualitario, Asignación
Básica Universal por hijo, hizo pensar a muchos como Carta Abierta, que el
Kirchnerismo era la nueva izquierda argentina que venía por la distribución de
la riqueza, por la justicia social y las banderas de aquél peronismo setentista,
surgido de la resistencia y argumentando que a la izquierda del Kirchnerismo no
había nada. Sumado a la aparición en escena de la agrupación política “La
Campora”, que venía a desplazar al peronismo tradicional, ocupando espacios de
poder dentro de la estructura de gobierno, con sus banderas rojas y negras y su
estrella federal, conjeturando el retorno al poder de los hijos de aquella
generación inolvidable.
Pero con el triunfo contundente del 54%, del segundo mandato de
Cristina, todo parecía que se venía la profundización del modelo y se iba a
iniciar en serio una transformación del Estado con políticas antimonopólicas,
reformas financieras y tributarias al capital económico y financiero, que se
había iniciado con el Grupo Clarín (Ley de medios), haciendo suponer que todo
apuntaba hacia allí.
Recuerdo que en una de las
largas charlas política que tuve con un amigo Kirchnerista, cuando le daba mi
punto de vista crítico hacia el kirchnerismo, diciéndole que no veía al
gobierno en esa dirección, haciéndole notar que no avanzaba en una ley que
obligue a las empresas a participar a los obreros en sus ganancias. Tampoco
demostró interés en recuperar el ferrocarril, como transporte estratégico de
cargas de mercaderías. Una reforma estatal para desestructurar todas las mafias
corruptas que funcionan en base a negocios espurios con el Estado e incluso
echando a muchos de los funcionarios actuales sospechados de hechos graves de corrupción.
Una reforma judicial que permita la posibilidad de que todas las personas
puedan acceder a reclamos judiciales, abaratando los costos judiciales, que hoy
hacen imposible el acceso a los sectores con menos recursos. La eliminación del
mínimo no imponible al trabajo, y a través de una reforma tributaria obligar a
tributar a aquellos que especulan comprando acciones en la Bolsa o depositando
su dinero en un plazo fijo. Otra de las cosas que le planteaba a mi amigo era
la falta inversión en obras públicas en los servicios como agua, luz, petróleo, cloacas, rutas, canales de
desagües, etc.; que hicieron agua en La plata, Once, y en las rutas con el
índice más alto de muerte por accidente de tránsito. No se invirtió en obras de
infraestructura necesaria para un país en crecimiento a tasas chinas.
Toda esta serie de medidas
políticas, era lo que yo le cuestionaba a mi amigo, allá por el verano de 2011,
cuando la situación económica era otra y con tiempo suficiente de 8 años de
gobierno encima, para haber avanzado en serio hacia un Estado de Bienestar.
Él respondía diciendo que
para enfrentar al poder económico, había que concentrar más poder político,
para hacerle frente a todas esas reformas que yo le iba planteando. Había que
ganar las elecciones de 2011, con un porcentaje muy alto de votos para tomar
ese tipo de decisiones.
Sin embargo, a partir del
segundo mandato cuando se tenía todo el poder para profundizar el modelo y
avanzar hacia el relato que el mismo Kirchnerismo venía pregonando, se comenzó
con una sarta de políticas erróneas e improvisadas que lo indujeron a un
callejón sin salida que terminaron en enero de 2014, en la aplicación de las
más nefastas políticas económicas ortodoxas del neoliberalismo: devaluación,
alta inflación, tarifazo en los servicios públicos, incremento en las tasas de
interés bancaria para frenar el dólar, enfriando la economía. Pérdida salarial
con aumentos de sueldo por debajo de la inflación que desalientan el consumo.
Un retorno al FMI para pedir créditos que frenen la caída de reservas federales.
Búsqueda de acuerdos con el Club de París, Repsol, los fondos buitres. La
concesión del petróleo en manos de Chevrón (Rockeffeller). Fractura en mil
pedazos del movimiento obrero, única herramienta de la que nunca se debe dejar
de lado como aliado para avanzar contra el poder económico concentrado. Una
política agropecuaria de más de una década de sojización, en manos de Monsanto,
que está desertificando la Pampa Húmeda y empobreciendo a pequeños productores
regionales. Podría enumerar más, pero creo que con esto es suficiente. Recuerdo
a Enrique Martínez, quien fuera Presidente del INTI, hablando sobre el
monopolio de la leche en manos de SanCor y La Serenísima, con un plan para
desmonopolizar el mercado, a través del incentivo a Cooperativas lecheras
regionales, que hicieran bajar el costo del producto. Pero sin embargo, se tuvo
que ir 2011 y nada de esto se hizo, a contrario sensu, se fue profundizando la
concentración monopólica alimentaria.
Y el relato Kirchnerista terminó en el
pragmatismo del PJ, que de acuerdo a la coyuntura del momento va poniendo en
práctica medidas políticas y económicas que le permitan superar ese espacio
breve de tiempo en relación con el otro. Porque en definitiva es eso: el
Partido Justicialista, un partido político que se va manteniendo en el poder de
acuerdo a los aires que van soplando en la coyuntura mundial y argentina. Puede
pasar del Estado de Bienestar del 45 al Neoliberalismo de los 90, en un abrir y
cerrar de ojos. No obstante, ya va pensando y creando alguna figura política,
tal vez, Scioli, Massa, De la Sota, Urtubei, Capitanich, Uribarri, todo da lo
mismo para darle continuidad al PJ en el
poder y sus privilegios. Porque es el PJ, un partido del poder, de construcción
del poder que construye y destruye todo, permitiendo a cualquier oportunista
subirse al tren para darle continuidad a todos los que desde hace décadas viven
a costilla del Estado (políticos, empresarios, sindicalistas, clientelistas),
todos aquellos que fueron funcionales al Menemismo, al Duhaldismo, al
Kirchnerismo y mañana a quién detente el poder, garantizando impunidad a los que dejan el
poder.
Es verdad que desde la
oposición tampoco hay nada que merezca la pena. Pero a la derecha están todos.
A la izquierda, en Argentina desde hace largo tiempo, con opción a gobernar, no
hay nada, ni siquiera en el mundo. Podré tener alguna simpatía por algún
gobierno u otro, pero todos son parte de un sistema que desde hace dos siglos y
a partir de 1989, con la caída del muro de Berlín, se profundizó, y ese es el capitalismo,
que sigue depredando el planeta en todos los rincones del mundo, explotando a
la población y haciendo negocios que les permite quedarse con las concesiones
de los recursos naturales o las empresas estatales de todas las naciones, sea
cual sea la ideología existente en cada país.
Mientras no cambien las
condiciones mundiales actuales y aparezca un nuevo orden político y económico,
los gobiernos del mundo tendrán muy poco margen de acción para llevar adelante
políticas que le den bienestar a su población. En Argentina, desde que tengo
uso de razón, solo hay crisis cada diez años que los argentinos debemos
soportar por más relato progre que nos quieran imponer.
Caco.