De los relatos de los conquistadores
españoles y las numerosas inscripciones en los monumentos aztecas se encuentran
las fuentes de las leyendas y mitos de los pueblos americanos.
Hernán Cortés, partió a
la conquista del reino de los Aztecas, en febrero de 1519. Entró en Tenochtitlán
y tomó como rehén al rey Moctezuma.
Pero la infortunada actuación de Pedro de Alvarado provocó la reacción de los
aztecas. En la “noche triste” los
españoles se vieron obligados a huir. Después de reorganizarse Cortés retomó a
Tenochtitlán; tomó la ciudad y extendió su conquista en territorio mexicano,
mostrándose implacable con un pueblo que no estaba preparado para enfrentar a
los conquistadores españoles.
Las leyendas de los aztecas,
mayas e incas se confunden con episodios históricos que hablan de sus viajes,
de sus conquistas y de las relaciones con otros pueblos.
Los dioses aztecas.
Una de las principales
divinidades de los aztecas se encuentra Quetzalcóatl,
la serpiente emplumada, que dominaba el segundo mundo de los cinco mundos de
los orígenes y que había creado el
pueblo de los aztecas. En el comienzo de los tiempos, se había enfrentado con
el dios Sol, Tezcatiploca, espejo humeante, en una sanguinaria y terrible
batalla que provocó la destrucción de cuatro de los cinco mundos y sus soles.
Al término del enfrentamiento, las dos divinidades se aliaron para crear el
mundo actual y para dar nacimiento al Sol,
Ollin. Después de originar vida a los hombres con gotas de su sangre, Quetzalcóatl
se dio cuenta de que no tenían nada para comer. Por esa razón, se
transformó en una hormiga y penetró en el interior de una montaña para robar un
grano de maíz. De ese grano derivaron todos los cereales, fuente esencial para
todos los seres humanos.
El viaje a la tierra prometida de los dioses.
Al parecer, antes de llegar a
México, los aztecas vivieron durante un tiempo en un expléndido valle situado
al norte del río colorado, en lo que hoy es Estados Unidos. En dicho valle
había siete cuevas, tierra suficiente para las siete tribus aztecas, flores,
peces y toda clase de animales. Los hombres no tenían necesidad de cultivar el
suelo, porque producía espontáneamente todo lo que hacía falta. Un día, el dios
Huitzilopochtli se encarnó en un
pájaro de ese reino paradisíaco, e invitó a su pueblo en ir en busca de la tierra de los dioses que los dioses habían
destinado a los aztecas. Así, se pusieron en marcha guiados por el cacique Tecpaltzin, llevando adelante la imagen
de su dios, elevada sobre una plataforma de cañas. A lo largo del camino, Huitzilopochtli predijo a los
sacerdotes que encontrarían un lugar donde las olas lamían una planta de
cactus; sobre ese cactus había un águila magnífica, que sostendría entre sus
garras una gran serpiente y tendría las alas abiertas con las plumas
resplandecientes expuestas al sol naciente. Pasó el tiempo, y la tierra soñada
seguía sin aparecer. El paisaje que rodeaba al pueblo de los aztecas era áspero
y desolado; el suelo, pedregoso y lleno de ramas secas que dificultaban la
marcha.
Un día Huitzilopochtli le habló nuevamente al cacique Tecpaltzin, diciéndole: “Coloqué dos paquetes frente al campamento
para ponerlos a prueba. En uno hay muchas ramas secas, en el otro piedras
preciosas; a ustedes les toca elegir”.
Cuando los aztecas se vieron ante
los dos paquetes, no se pusieron de acuerdo. La parte de ellos que dominaría
México se decidió por las ramas secas –más útiles aunque menos preciosas-,
mientras que los otros partieron por el mundo. Los primeros llegaron a una
ciudad maravillosa Tollán, en la cual vivieron mucho tiempo en paz y armonía.
Pero Huitzilopochtli, se les presentó nuevamente y les dijo que todavía
no había llegado el momento de detenerse; los aztecas volvieron a ponerse en
marcha y llegaron finalmente al valle de México, a orillas del lago Tezcoco.
Allí vieron cumplir el prodigio, y descubrieron el cactus lamido por las olas
del lago, y el sol del amanecer, resplandeciendo sobre las plumas del águila.
El dios salió entonces al encuentro de su pueblo y dijo a los aztecas que
llegarían a ser amos del mundo.
Los arqueólogos consideran que la
migración azteca duró cerca de trescientos años, a cuyo término fundaron la
ciudad de Tenochtitlán, alrededor de 1320. Dos siglos mas tarde, el 8 de
noviembre de 1519, el conquistador español Hernán Cortés y sus huestes (110
marineros y 570 soldados con 11 naves, 10 cañones y 16 caballos) entraron en la
espléndida ciudad construida sobre el lago y devastaron jardines, huertos,
casas, palacios y el inmenso templo construido por el dios
Huitzilopochtli.
Las antiguas civilizaciones.
Ya en la antigüedad, el valle de México era sumamente fértil. Albergó a evolucionadas civilizaciones desde el 2000 a.C. Entre las culturas que ejercieron influencia sobre los aztecas, sobresale la de los olmecas, si bien tuvo mayor importancia la cultura que se conoce con el nombre de “edad clásica” y que se desarrolló 300 a 600 d.C. en la ciudad de Teotihuacán. A esta gran civilización pertenecen los restos de enormes templos y de pirámides, edificios construidos en honor a los dioses de los fenómenos atmosféricos, que en parte también fueron adorados por los mismos aztecas. Posteriormente, pero no menos importante para el mundo azteca, fue la civilización de los toltecas, que tenían su capital en la ciudad de Tollán. Pueblo guerrero y sanguinario, extendió su dominio también fuera del valle de México.
Cultura Maya.
Los hombres de madera y los hombres de maíz.
Después de este primer fracaso,
Pepeu y Gucumaz comprendieron que debían crear al hombre con un material más
resistente que el barro. Esculpieron nuevas criaturas, que estaban hechas de la
dura materia de la madera. Como estos nuevos seres humanos eran fuertes y
resistentes, pudieron reproducirse, llenando la Tierra de descendientes. Si bien
eran indiscutiblemente superiores a los anteriores, no tenían juicio y no
sabían adorar a los dioses. Pepeu y Gucumaz decidieron entonces eliminar a los
hombres de madera de la Tierra y enviaron un gran aluvión para inundarlos,
ordenando a cuatro grandes pájaros que devoraran a los sobrevivientes. Los seres
humanos de madera se dieron cuenta de que el mundo se volvía en su contra:
fueron atacados en sus propias casas por los animales con los cuales habían
vivido y no lograron encontrar refugio alguno en la Tierra.
Solo algunos hombres de madera
pudieron ponerse a salvo en las selvas, transformándose poco a poco en monos.
Los dioses crearon entonces a los
hombres perfectos, hechos de pulpa de maíz, cuyos nombres eran Balam-Quisé,
Balam-Acab, Manucutah e Iqui.Balam. no solo eran capaces de adorar a los dioses
y darles las gracias por la belleza del mundo, sino que conocían el secreto de
la sabiduría y los misterios de lo creado. Temiendo que pudieran llegar a ser
demasiado poderosos, Pepeu y Gucuzman los privaron de ese saber y los
adormecieron. Cuando los cuatro hombres se despertaron, encontraron a su lado a
otras tantas esposas, con las cuales engendraron los hijos necesarios para
llenar el reino de los mayas.
Los templos mayas.
Se habla del Imperio Maya porque
fue una civilización que contribuyó una unidad lingüística, cultural y
geográfica, que se destacó tanto por su arquitectura como las artes en general.
Un significado particular tuvieron los templos de forma piramidal. Las paredes
externas, con altas gradas y escalinatas estrechas y empinadas, permitían el
acceso al santuario, restringido a unos pocos. En realidad, solo los sacerdotes
podían establece el diálogo con las divinidades. Los templos estaban situados
en el centro de la ciudad y a su lado se encontraba el espacio destinado al
juego de la pelota, que tenía connotación religiosa: la pelota era el símbolo
del sol en su recorrido y el campo representaba el mundo, tanto de los vivos
como de los muertos.
Los incas.
La región de Cuzco fue dominada a
partir del siglo XIII por los Incas, quienes fundaron un vasto imperio, desde
Colombia, pasando por Ecuador, hasta Bolivia, Argentina y Chile. El término
inca, que inicialmente designaba solo a la figura del soberano, más tarde se
utilizó para indicar también a los miembros de su familia y a los seguidores
que participaron en los operativos de conquista. La civilización inca, que fue
sojuzgada por los españoles desde el siglo XVI, identificaba en el inca a la
máxima autoridad del Estado, y lo consideraba soberano absoluto, además del
dios más importante de todos: el sol. En su honor se construían espléndidos
templos y se ofrendaban sacrificios de animales.
Pero los Incas, también creían en
la existencia de otro espacio que no era físico sino mágico. Este espacio
estaba dividido en tres territorios:
Hanan Pacha : El mundo
superior o también llamado mundo de arriba. En este mundo de arriba estaba el
mundo de los antepasados llamado Ñaupa Pacha.
A este mundo solo pueden
llegar las almas de los justos, que deben cruzar antes un puente tejido con
pelos.
Kay Pacha : Era el mundo
visible o mundo de aquí. De este mundo formaban parte los plantas, los
animales, los hombres y también los espíritus.
Uku Pacha : Era el mundo
de abajo o mundo subterráneo. Estaba reservado para los muertos.