¿QUIÉN SOY YO?
Esta es una de las preguntas más
importante que nos hacemos en algún momento de nuestra vida y es saber quiénes
somos, ello me ha conducido a recorrer diferentes caminos en la búsqueda de mi
propia identidad. Una de ellas es la búsqueda interminable de mi genealogía,
saber quiénes fueron mis antepasados. Otra interesante experiencia fue hacer una
introyección hacia mi interior para poder reconocerme en mis ideas, mis
conductas, mis hábitos, costumbres y mi entorno social. Además en la lectura de
diferentes textos y cursando el Profesorado de filosofía, encontré una autora
que me aclaró bastante el panorama, ella es Marta Badaro, (Escritora y
Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación) en su libro: ¿qué es la
filosofía antropológica? Y finalmente un texto sobre el problema de la
identidad personal, de Samuel Cabanchik, filósofo, profesor de la UBA, me
despejó todas las dudas para entender esta problemática, y del cual me pareció
interesante hacer un breve extracto de él.
La antropología filosófica como
disciplina se manifiesta en las siguientes preguntas: ¿qué es el hombre? ¿Cuál
es la esencia del ser humano? ¿Cuáles son las propiedades que permiten
distinguir a este ser de las realidades no humanas? Y teniendo en cuenta estas
propiedades, ¿Qué lugar le corresponde al ser humano en el cosmos?
La investigación filosófica sobre
la naturaleza del ser humano se presenta como una pregunta por la identidad personal. Cuando
intentamos responder a esta pregunta, vienen a la mente características
diversas, con las que podemos identificarnos; por ejemplo, "soy alguien
que mide tantos metros, que pesa tantos kilos, que tiene el cabello de tal
color, que usa anteojos; también soy alguien alegre, charlatán, con ciertas
creencias y recuerdos; también soy el hijo de M, el marido de F, ejerzo
determinado oficio, soy socio de un club, afiliado de un partido político,
ciudadano de un Estado"; por último, también puedo decir "soy un ser
humano".
La identidad personal no se
constituye sobre la base de una única característica, sino que está conformada
por varias cualidades y, por el otro, que estas cualidades son heterogéneas.
Algunas de ellas pertenecen al aspecto físico de la persona (talla, peso, color
de cabello, capacidad visual), otras se refieren a su aspecto psicológico
(carácter, idiosincrasia, historia personal), otras aluden a sus relaciones
sociales (familiares, laborales, políticas) y, por último, comparte con sus
congéneres la propiedad de ser humano. Cuantos más aspectos de una persona
conoce, mejor conocerá a esa persona. Por ejemplo, imaginemos que se muda un
nuevo vecino a nuestro barrio. El primer día que lo vemos abriendo la puerta de
su casa podemos ya suponer algo acerca de él. Sin embargo, la idea que nos
podemos formar de él es todavía muy abstracta: sólo conocemos de él algunas de
sus características físicas, por ejemplo, sabemos que es varón, bajo, de cierta
edad y demás. Esta primera percepción de nuestro vecino nos puede también
brindar algunos indicios sobre la trama de relaciones sociales que constituyen
su identidad. Por ejemplo, si lo vimos acompañado de una mujer y de niños,
podríamos pensar que es casado y con hijos; si vestía ropa de trabajo, podríamos
pensar que es un trabajador manual y demás.
Puede utilizarse la expresión "identidad formal" para
referirse al conjunto de propiedades por las que se reconoce a alguien como una
persona en general, es decir, no como esta o aquella persona, no como Juan o María,
sino como una persona cualquiera. En cambio, puede utilizarse la expresión "identidad material" para
referirse al conjunto de aspectos físicos, psíquicos y sociales por los que se
conoce a una persona en particular, esto es, no como un miembro más del género
humano, sino como este individuo singular irrepetible e irremplazable, distinto
de todos los demás.
Los cuatros aspectos de como
percibo mi identidad material:
1) El
conjunto de mis capacidades y de mis discapacidades está determinada por lo que
se denomina "el cuerpo
propio". Gracias a mi cuerpo, percibo los objetos como cercanos o
lejanos a mí, como estando a mi derecha o a mi izquierda, arriba o debajo de
mí, como atractivos o repugnantes, benéficos o peligrosos y demás. El cuerpo
propio condiciona mi perspectiva tanto en el espacio como en el tiempo. Con los
años, mi cuerpo se modifica, tal como lo evidencia, por ejemplo, la observación
de las fotos que me sacaron hace algunos años,
2) El
carácter temporal de la subjetividad exige pasar a examinar el segundo aspecto
que se encuentra en la identidad material: la
autoconciencia psicológica o conciencia empírica de mí mismo. Cuando trato
de identificar quién soy yo, puedo recurrir al conjunto de mis experiencias
pasadas y de mis expectativas futuras. Respecto de las primeras, puedo realizar
el siguiente experimento mental: fijar mi atención sobre algunos
acontecimientos de mi propio pasado que creo especialmente significativos e
incluso ordenarlos sucesivamente. El resultado de este experimento sería algo
así como una película autobiográfica imaginaria, gracias a la cual tomo
conciencia de quién soy, sobre la base de lo que me pasó y de lo que hice. Cada
vez que alguien recapitula reflexivamente el curso de su vida, no se limita a
proyectar la misma película ante un espectador imparcial. Entre el momento en
que ensaya una recapitulación y el momento en que ensaya la siguiente, ha
transcurrido un período en el que ha tenido ciertas experiencias y ha realizado
ciertas acciones. Estas experiencias y acciones no se limitan a prolongar un
poco más la película, sino que también modifican la perspectiva del espectador
puesto que, de una "proyección" a otra, han ocurrido acontecimientos
que han modificado su identidad material. Mi identidad material denominado "autoconciencia
psicológica" y la proyección de una película imaginaria sobre mi propio
pasado consiste, entonces, en que cada presente, en el que imagino cierta sucesión
de acontecimientos autobiográficos, se encuentra atravesado por distintos "ayeres"
asumidos y distintos "mañanas" esperados. La modificación de los
distintos aspectos de mi identidad material, provocada por nuevas experiencias,
acciones, sentimientos, creencias y relaciones sociales, entre otras cosas,
modifica la conciencia que tengo de mí mismo. Sin embargo, a través y a pesar
de todas estas modificaciones, conservo mi identidad personal, puesto que puedo
reconocerme como el mismo que hace algún tiempo tenía otra idea de sí mismo. En
distintos momentos de mi vida, reflexiono sobre mi identidad personal e imagino
diversos relatos de mi historia personal que dan un sentido a mi vida. Estos relatos
se van modificando con los años, pero siempre los reconozco como relatos sobre
una vida única: la mía. La diversidad de narraciones, por tanto, no disuelve la
identidad personal en una pluralidad de identidades, porque la autoconciencia
psicológica reconstruye distintos relatos sobre una única identidad personal.
3) En
estos relatos en los que intento reconstruir imaginariamente mi propia
historia, yo soy el protagonista o personaje principal. Sin embargo, cabe
advertir que no soy el único personaje, solitario y aislado. Relatarme el
pasado que me constituye como lo que soy implica necesariamente pensarme en el
conjunto de relaciones sociales que he establecido a lo largo de mi vida. Eso
exige considerar el tercer aspecto de la identidad material: la intersección de relaciones sociales.
No soy sólo un cuerpo propio y una autoconciencia psicológica, sino que también
soy una intersección o nudo de relaciones sociales. Yo (sólo yo) soy hijo de M,
esposo de S, empleado de U, alumno de A, vecino de X, amigo de C y demás.
Seguramente, si no hubiese establecido estas relaciones con ellos, un aspecto
de mi identidad material sería distinta. Las relaciones sociales que establecí
a lo largo de mi vida me constituyen como el individuo singular, irrepetible e
irremplazable que soy, en alguien distinto de otros individuos (con quienes me
relaciono directa o indirectamente). Un elemento interesante de este tercer
aspecto de la identidad material consiste en que su conformación depende del
reconocimiento. Por ejemplo, el caso de un rey. Esta persona tiene ciertas
funciones y responsabilidades que se corresponden con su cargo, mediante las
que se relaciona con sus súbditos y con los gobernantes de otros Estados.5i,
por el motivo que fuera, unos y otros dejasen de reconocerlo como rey, él
dejaría de serlo. 5u realeza está subordinada al hecho de que los demás lo
consideren un rey. Del mismo modo, lo que somos depende siempre de las
relaciones sociales que establecemos y este establecimiento depende del
reconocimiento recíproco. Los criterios que utilizamos para reconocernos los
establecemos, conservamos y modificamos nosotros mismos. Estos criterios se
encuentran organizados en las instituciones sociales. La familia, la escuela,
la universidad, las organizaciones barriales, sindicales o políticas y el
Estado, entre otras, son instituciones que fijan criterios para determinar si
alguien es padre o hijo, docente o estudiante, miembro o externo, ciudadano o
extranjero y demás. Estas instituciones permiten fijar cierto conjunto de reconocimientos
y están sujetas a las modificaciones históricas que sus autores creen
convenientes. En el ejemplo citado, la realeza del rey depende del
reconocimiento de los súbditos. De la misma manera, todos los elementos que
conforman el aspecto social de la identidad de cualquier persona dependen del
reconocimiento de otras personas.
Por último, además de ser un cuerpo propio, una
autoconciencia psicológica y una intersección de relaciones sociales, soy un ser humano como cualquier otro. Además
de los aspectos materiales, que me constituyen como un individuo singular
distinto de otros, encuentro en mí algo común a todos los miembros del género
humano: la identidad formal. Esta
identidad formal es el soporte de los deberes y derechos éticos, válidos para
todo ser humano, con independencia de sus rasgos físicos, su origen, sus
creencias, su carácter, su lugar de nacimiento, su pertenencia a una familia o
a un Estado y demás. Estos derechos y deberes, llamados "derechos humanos", han sido objeto de diversas declaraciones
e incorporados a las constituciones de los Estados modernos. Estos derechos de
tercera generación fueron incorporados en nuestro país con la reforma
constitucional de 1994.