¿Qué es la ética? ¿Cuándo
una persona actúa de forma ética? La ética, la moral, la ley y la religión,
muchas veces se confunden y pareciera que es lo mismo.
Cuando uno sede el asiento a
un anciano en el colectivo, cuando dice la verdad, se ayuda a un amigo, cumple
una promesa, se está comportando moralmente. Es decir, actúa de acuerdo a las
costumbres, valores y normas de la sociedad en la que vivimos, y que son
aprendida desde pequeños.
El conjunto de normas,
valores y costumbres que tiene una sociedad se llama moral y nos dice cómo debemos proceder. Por eso se dice que la
moral se da de hecho.
¿Por qué tenemos que hacer
lo que la moral nos dice? ¿Por qué son válidas estas normas y costumbres? ¿De
dónde surge la obligatoriedad de la moral?
¿Por qué no se puede mentir,
matar? ¿Por qué debemos ser responsables
de nuestro actos o ser solidarios?
Pasar del plano del ser al deber ser, de lo que de hecho sucede o debería suceder es lo que
estudia la ética. El objeto de estudio de la ética.
¿Para
qué saber ética?
- Siempre estamos en una constante búsqueda sobre qué somos y cuestionando y buscando la verdad.
- El saber natural y espontáneo que nos enseñan desde chicos (la moral) es básico y necesario, pero resulta muchas veces confuso, vago y ambiguo. Ejemplo: no siempre es conveniente decir la verdad. Si lo que nos dice la moral fuera un saber claro del que no surgieran dudas. ¿Qué sentido tendría la moral?
- La ética nos enseña a ser responsables frente a los demás y a nosotros mismos. No nos dice como la moral, que hay que hacer directamente, sino que nos hace actuar sobre el por qué de cómo actuar, nos hace tomar conciencia de la responsabilidad de nuestros propios actos.
- La ética no nos da respuesta automáticamente frente a un problema. No nos dice cual es la acción más justa entre varias posibilidades. Lo que hace es suprimir algunas confusiones, aclarar ciertas oscuridades, de modo que las opciones surjan con mayor claridad. Pero la elección será siempre nuestra, en eso consiste precisamente la libertad.
Diferencias
entre la ética y la moral.
La ética es la aplicación de
la razón a ese conjunto de creencias, hábitos, códigos de normas que cada cultura
posee como una de sus características constitutivas.
Resumiendo: la moral dice
que se debe de hacer, la ética pregunta por qué se debe de hacer. La reflexión
ética intenta fundamentar las normas, las costumbres y los valores.
Coincidencias
entre la ética y la moral.
- Ambas se expresan en un lenguaje normativo, es decir, expresan normas que orientan el camino a seguir.
- Etimológicamente son lo mismo. Ética deriva de la palabra griega ethos y moral de la palabra latina mos, pero tanto ethos como mos se traducen del mismo modo: como conjunto de valores, normas, costumbre, principios que tiene una determinada comunidad. También se traducen como “modos de ser de ser o comportarse”, “conjunto de reglas, valores o principios”, incluso, como “morada o lugar en donde se habita”.
- Si una conversación se desarrolla en un ámbito informal o en un lenguaje cotidiano, no es necesario establecer una diferencia entre moral y ética.
La
ley.
No se debe de confundir las
normas morales de las leyes. No todas las leyes son éticas, es decir, no todas
las leyes responden a una fundamentación ética, que las legitime. A su vez, no
todo lo que puede ser ético es legal. Lo ideal es que existiera una
coincidencia plena entre lo ético y lo legal, pero no siempre es así. Por ello
es necesario distinguir entre legitimidad
y legalidad.
Ø Legalidad:
es aquello conforme a la ley.
Por ejemplo: en el siglo
XVIII, en nuestro país existía la esclavitud de los negros, que era legal pero
ilegítima porque la persona es un fin en sí misma y no una cosa al servicio de
otro. Las personas no son cosas para ser usadas como fines de otras personas.
Ø Legitimidad:
es aquello conforme a la ética.
Por ejemplo: Los pacientes que tienen enfermedades graves e interminables, podríamos pensar que lo mejor que les podría pasar es la muerte, si embargo, la eutanasia ((poner fin a la vida de un paciente por su propio bien) es algo ilegal en la mayoría de los países.
La
religión.
Es algo mucho más complicado
porque no hay una sola religión sino que hay varias. Una religión nos aporta
una lista de obligaciones sin explicarnos por qué debemos cumplir con ellas,
por lo cual la religión es lo que antes llamamos moral. Pero si intenta fundamentar racionalmente esas reglas, o
sea, el por qué debemos de cumplir
esas reglas, entonces es una reflexión ética.
La
ética.
La ética como materia de la
filosofía es una sola, pero existen varias éticas en ella. Así como hay varias
morales, códigos de leyes, varias religiones, también hay varias éticas o
teorías éticas.
Si la ética intenta
justificar o explicar qué debo hacer o qué no hacer, conforme a la teoría ética
desde la que hagamos el análisis, se llega a conclusiones diferentes.
Por ejemplo, desde una
teoría ética, podremos concluir que jamás se debe mentir (como la ética de
Kant). En cambio, en otra teoría ética ( de Stuart Mill), nos dice que se
mentir para evitar malas consecuencias.
Esta es una de las razones
por las cuales las personas discuten sobre los problemas morales. Todo depende
de la perspectiva que se analice una situación. Si lo hacemos desde varias
teorías éticas opuestas, lo más probable es que lleguemos a diferentes
conclusiones.
Las
teorías éticas.
Son bastantes numerosas,
pero veremos las principales. Si partimos de una pregunta clásica: ¿por qué debo hacer X? surgen las
siguientes posiciones:
Escepticismo.
Hay dos formas de
escepticismo moral:
- A. Negación de la vigencia. Una norma está vigente cuando se la respeta, cuando uno actúa según, lo que la misma dicta. Por ejemplo. En nuestra sociedad hay una pauta que nos dice que las personas deben vestirse de determinada manera. De hecho las personas suelen vestirse de forma homogénea. Igualmente no hay que pensar que el hecho de que una norma no sea respetada implica que la misma no tenga vigencia. Por ejemplo, uno puede violar una norma moral que dice que no se debe de mentir. Pero esta violación no tiene porqué estar relacionada con la negación de la misma. Se puede seguir creyendo que debe ser respetada aunque de hecho no se haga. Es decir, una norma tiene vigencia cuando de hecho se la respeta y cuando se cree que se la debe de respetar. Negar la vigencia de una norma moral, equivale a decir que en materia moral todo es engaño, mentira, puro palabrerío, que las normas son vacías y sin sentido.
- B. Negación de la validez. Una norma es válida cuando uno puede justificarla racionalmente. De esta manera, podemos aclarar la diferencia entre vigencia y validez: la vigencia no implica una búsqueda de la verdad, con que se crea que la norma de ser respetada, es suficiente. En cambio, la validez, se intenta buscar lo que en verdad es obligatorio. Negar la validez de una norma es decir que la misma está apoyada en errores, los principios moraleso se apoyan en verdades.
Relativismo
moral.
En este tipo de teorías se
identifica validez y vigencia. Es decir, se sostiene que válidas son las normas
que de hecho están vigentes.
Falibilismo
moral.
Las normas tienen vigencia
provisoria, son válidas por el momento. No hay forma de justificar una norma de
una manera absoluta y para siempre, sino que se puede explicar por qué la misma
debe ser respetada en el momento.
Teorías
deontológicas.
La gnoseología, que es el conocimiento o la facultad de conocer. La
búsqueda del hombre del conocimiento a pesar de que no puede conocer lo
absoluto. Kant encuentra una
solución a este problema en la conciencia
moral, ya que tiene un contacto con lo
absoluto, con el deber. La misma
ordena de forma incondicionada y manda de modo absoluto. Esta conciencia es la
que nos manda hacer algo porque debemos hacer y no porque nos veamos
beneficiados al hacerlo.
Hay que diferenciar las
normas que rigen el comportamiento de la naturaleza y las leyes morales. Las leyes de la naturaleza están
regidas por leyes causales. Por ejemplo: si dejo caer una piedra a cierta
altura, ésta caerá, pero no caerá porque tenga el deber de hacerlo, sino que
cae a causa de la gravedad. Las leyes
morales, se relacionan con la conciencia moral y están regidas por el “imperativo categórico”, el cual manda
de manera incondicionada, no hay causas que se relacionen con este mandar.
Según Kant, nada puede ser
considerado como bueno, salvo una “buena
voluntad”. Es decir, que la voluntad es buena de manera absoluta y no
relativa, es buena en sí misma y no por los fines que puedo alcanzar valiéndome
de ella. En cambio, otras facultades, como la inteligencia son buenas de forma
relativa porque la misma puede ser utilizada para resolver un problema
matemático o para planear un robo.
Tres ejemplos:
- Una persona se está ahogando en un río y otra trata de salvarla y se ahoga.
- Una persona se está ahogando en un río y otra trata de salvarla y lo logra.
- Una persona se está ahogando en un río, y la otra la salvo de casualidad con red que estaba pescando.
El tercer ejemplo no tiene
ningún tipo de validez moral porque el salvamento se realizo de casualidad. Los
otros dos ejemplos son acciones relevantes desde el punto de vista moral, en
ambos casos estuvo presente la voluntad y ambas acciones son buenas, más allá
del resultado de final de la acción. Lo bueno no es el resultado de la acción,
lo importante no es haber logrado salvar la vida de la persona, sino la
voluntad que es buena en sí misma.
Para Kant, las acciones
humanas no están dirigidas sólo por la razón: el hombre tiene otras
inclinaciones y pasiones como el odio, el amor, el miedo, la ira, etc. El hombre
está escindido, dividido entre las entre las pasiones y la
razón. La razón y la pasión están en constante tensión. Debido a esta tensión,
la buena voluntad se llama deber. El deber es la buena voluntad que encuentra
ciertas restricciones que no le permiten manifestarse por sí sola. Si no
existieran las pasiones, la voluntad respetaría la ley moral de manera
automática y no necesitaría de una obligación que la limitara.
Tipos
de acciones.
Para Kant hay tres tipos de
acciones:
1. 1. Contrarias
al deber.
Ø Son claramente reprochables
2. Conformes al deber.
Ø Si bien concuerdan con el deber, no son realizadas a partir de laque pueden ser producto de una inclinación o de la casualidad.
3. Y por deber.
Ø Para que una acción sea moral, debe de estar determinada por la ley moral, que ser realizada por deber, aunque esto conlleve ir en contra de todas las inclinaciones.
Ø Son claramente reprochables
2. Conformes al deber.
Ø Si bien concuerdan con el deber, no son realizadas a partir de laque pueden ser producto de una inclinación o de la casualidad.
3. Y por deber.
Ø Para que una acción sea moral, debe de estar determinada por la ley moral, que ser realizada por deber, aunque esto conlleve ir en contra de todas las inclinaciones.
Por ejemplo, cuando
preferimos ir a una fiesta antes de asistir a un amigo al que prometimos ayudar
en un examen. Si se cumple con la promesa, se va en contra de los intereses de
ir a la fiesta, entonces nos encontramos ante una acción realizada por deber y
valiosa desde el punto de vista moral. Pero puede ocurrir que la fiesta se
suspenda y sea esa la razón por la cual se cumple con la promesa. Si esto
ocurre, entonces, la acción será conforme al deber y no por el deber, no siendo
moralmente relevante.
No es necesario el conflicto
entre la moral y las inclinaciones para que nuestra acción tenga relevancia
moral. Pueden ser que las inclinaciones y el deber coincidan. Así, el valor
moral de una acción depende del principio que nos mueva a realizarla.
Kant llama a este principio máxima de acción y es aquello que me
lleva a efectuar un acto, la norma que me guía al actuar.
Imperativo
categórico.
La ley moral es una ley
universal. Esto quiere decir que es válida en todo tiempo y lugar, todos los
seres racionales la poseen de la misma manera. La ley que determina la voluntad
es lo que Kant llama imperativo
categórico. El mismo consiste en preguntarse, cada vez que se realice una
acción, si uno quisiera que la acción fuera elevada a ley universal. Se debe de
pensar que la máxima de la acción tiene que ser querida como la máxima de las
acciones de todos.
La manera en que se formula
dicha ley es la siguiente:
“Obra sólo según una máxima
tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.
Si uno realiza una promesa y
luego piensa en violarla, no estaría actuando por deber, sino guiado por sus
inclinaciones. En otro sentido, al pensar si uno quisiera que la violación de
una promesa fuere una actitud tomada como propia por todas las personas, pues
nuestra razón nos llevaría a pensar que no. Si todo el mundo mintiera, si todo
el mundo rompiera con las promesas, no se podría confiar en nadie y las
promesas perderían el sentido. La persona que se piensa a sí misma violando una
promesa, debe tener presente que, al actuar así, avala que dicho curso de
acción sea tomado por otros. En otras palabras, si miento, debo esperar que los
demás mientan. En este ejemplo, vemos, otra vez, la diferencia entre acciones
guiadas por la ley universal, el imperativo categórico. Nuestras
inclinaciones nos pueden llevar a romper con la promesa, pero, el imperativo categórico nos lleva a
actuar por deber respetando la palabra dada.
Autonomía
versus heteronomía.
Como vimos, que el imperativo
categórico es una ley universal que nos dice cómo debemos actuar. Para
Kant, solo los hombres que actúan respetando la ley son realmente libres. Es el
propio sujeto el que se auto impone este imperativo. Por eso se dice que esta
ley está dictada de manera autónoma. La palabra autonomía viene del griego autos, propio y nomos, normas.
Cuando obedecemos el mandato
paterno de no mentir, nos encontramos ante una norma externa. El sujeto que
respeta estas reglas, es un sujeto que actúa guiado por una ley heterónoma.
Mientras, la norma de no mentir se puede internalizar y convertirse en una
convicción. El sujeto que actúa teniendo en cuentas reglas que pueden ser reconocidas
por él como autoimpuestas, es un sujeto autónomo, un sujeto que respeta y
construye sus propias reglas. Esta autonomía del sujeto está ligada a la
libertad, ya que una persona que puede ser el autor de sus propias reglas de
acción, es una persona libre.
Interpretación
del imperativo categórico.
La tercera de las
formulaciones dice:
“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca como un medio”.
En la formulación del imperativo categórico, toda acción se realiza con miras a un cierto fin. Ordena de forma absoluta y se refiere a fines objetivos. Las personas no pueden ser pensadas como medios para lograr un fin, sino como fines absolutos, suponen la idea de la libertad. Los hombres autónomos son autores de su propia ley. Si no se tiene en cuenta la autonomía de las personas y se las utiliza como medios para lograr un fin, entonces se actuará en forma inmoral.
Kant también diferencia
claramente a la persona de una cosa o mercancía. La mercancía
tiene valor porque sirve como medio para satisfacer algún deseo o necesidad y este
valor será relativo a ese deseo o necesidad. Una persona, tiene valor absoluto, un valor en sí mismo. Este valor
absoluto deriva de que las personas son los únicos seres autónomos, o sea, los
únicos seres capaces de ser autores de sus propias leyes. Por otro lado, el
tener autonomía moral es lo que da dignidad a las personas. Esto implica que cada
persona es insustituible, no puede ser cambiada.
Teorías
teleológicas.
A diferencia de las teorías deontológicas, donde la
respuesta al por qué debo hacer x estará relacionada con la norma; en las
teorías teleológicas, la respuesta tendrá en cuenta las consecuencias
distintas: el utilitarismo y la teoría aristotélica.
El
utilitarismo.
John Stuart Mill, es el
representante de esta corriente utilitarista. Para este autor, el fin último de
toda acción está relacionado con la búsqueda de felicidad o placer y la
exención del dolor. De esta manera, la justicia o corrección de una acción
estará relacionada con la capacidad que tenga la misma de promover felicidad y
la injusticia o incorrección estará relacionada con la capacidad que tenga de
producir lo contrario a la felicidad o placer. Para esta teoría, la promoción
de la felicidad y la exención del dolor son las únicas cosas deseables como
fines y todas las cosas deseables lo son o por el placer inherente a ellas o
como medios para producir placer o prevenir el dolor.
Mill cuando habla de placer,
no se refiere al placer que sienten los animales, sino a placeres superiores
relacionados con las facultades humanas más elevadas.
La máxima utilitarista dice
que lo que se ha de buscar es la máxima felicidad o placer para que el mayor
número y el menor dolor para el mayor número de personas. Por ejemplo, a la
mayoría de los estudiantes les produce felicidad viajar a Bariloche en
septiembre, que en julio. Por lo tanto, el viaje debería hacerse en septiembre,
maximizando el placer. Según esta teoría, se puede renunciar al propio goce o
felicidad, si es este sacrificio el resultado de mayor felicidad o goce para la
mayor cantidad de personas.
En el utilitarismo, no hay
normas que sean obligatorias siempre.
Una crítica que se le ha
hecho a esta teoría es que al tratar de explicar por qué la maximización del
placer y la minimización del dolor son las únicas cosas deseables como fines en
sí mismos, deriva en una falacia
naturalista. Mil sostiene que la única prueba de que un objeto es visible,
es el hecho de que la gente lo ve. Una cosa es deseable porque la gente lo
desea.
Otra objeción es la
posibilidad de que la mayoría subyugue a una minoría. Si lo que se busca es la
mayor felicidad de personas, puede conseguir que se esclavice a una minoría
étnica.
La
ética de la virtud de Aristóteles.
Aristóteles abarca conocimientos
que van desde la Lógica y la Botánica, pasando por la Ética, la Retórica, el
estudio sobre animales y del Alma. Para comprender su teoría, hay que conocer
el lugar del conocimiento práctico (el
saber que me dice cómo debo de actuar) ocupa dentro de la clasificación que
dicho filósofo hace de los distintos saberes.
Clasifica los saberes en
teóricos, poiéticos y prácticos. Los saberes teóricos (del griego theorein:
ver, contemplar) se ocupan de describir las cosas del mundo, por ejemplo, como
se alimentan los animales o cómo crecen las plantas. Estas cosas son de una
manera determinada y no pueden ser otra. No se puede modificar la manera en que
los planetas se mueven.
Los saberes poiéticos (del
griego poiein: hacer, producir, fabricar) y los saberes prácticos que se ocupan
de lo que puede cambiar, por ejemplo, la manera en que fabrico algo. Estos saberes
son normativos, se expresan a modo de normas que nos dice la forma en que nos
debemos conducir para alcanzar el fin el fin que buscamos. Por ejemplo, si mi
finalidad es decir para cocinar una torta, debo seguir una receta, que es el
conjunto de normas que nos dice paso a paso lo que tenemos que hacer para
lograr el objetivo.
La
felicidad. Relación entre la Ética y Política.
Para Aristóteles todas las
cosas de la naturaleza tienden hacia un fin que es el bien de cada una de
ellas, su máxima perfección. La medicina tiene como finalidad la salud, el
derecho la justicia, la arquitectura la construcción de una casa. Lo mismo
sucede con las acciones humanas: cuando un hombre actúa, lo hace buscando un
fin que lo considera un bien.
Hay dos tipos de bienes: los
que son buenos e sí mismos, por ejemplo: contemplar un cuadro (este hecho es un
fin en sí mismo y solo satisface el deseo sin necesidad de nada más) y los que
sirven de medio para conseguir otro fin, por ejemplo, tomar un colectivo para
ir a un lugar determinado (tomar el colectivo no es un fin en sí mismo, sino un
medio para llegar a destino). Hay que tener presente que, si bien hay bienes
que son medios para obtener algún fin, siempre existe ese fin que se persigue. No
existen acciones que no tengan un objetivo último, hay cadenas que son puros
medios y no tendrían ningún sentido, faltaría la razón última por la que se
actúa. Por ejemplo, al organizar una fiesta puede haber toda una cadena de
acciones: llamar a los amigos para repartirse las tareas, ir de compras al
supermercado, limpiar la casa, etc., el objetivo final es la fiesta.
Para Aristóteles, el fin
último tiene dos características claras: es valioso en sí mismo y se basta a sí
mismo, esto significa que no depende de ninguna otra cosa. La felicidad es el
bien supremo y reúne los dos requisitos anteriores. No hay discusión posible a
que todos los hombres buscan la felicidad. No hay acuerdo en cuanto a dónde
debe de ser encontrada la felicidad, algunos creen que mediante el poder, otros
en el honor, otros por la riqueza.
Es la política la actividad que tiene como fin último la felicidad. Cualquier
otra actividad debe de ser subordinada a ella. Así, la ética queda subordinada
a la política. Mientras la ética busca la felicidad individual, la política
busca la felicidad común. De esta manera, queda justificada una mentira si es
que esta redunda en un beneficio para el conjunto de la sociedad. Se diferencia
de la teoría de Kant, porque esta teoría no admite la mentira bajo ningún punto
de vista.
Para Aristóteles, las acciones
morales son aquellas que benefician al conjunto, por ejemplo, la valentía en el
combate. Esta puede perjudicar al individuo, pero resulta beneficiosa para el
conjunto de la sociedad.
La
virtud para Aristóteles.
Para Aristóteles la
felicidad se encuentra en la virtud, entendida esta como excelencia que debe de
buscarse en la actividad propia del hombre, que lo diferencia de los demás
animales y lo hace ser lo que es, o sea, en la vida racional. Por ejemplo, si
lo propio de un gaucho es montar a caballo, el bien del hombre es la actividad
racional conforme a la virtud.
La virtud es un hábito por
el cual el hombre se hace bueno y ejecuta bien la función que le es propia. Para
Aristóteles, existen dos tipos de virtudes: las éticas y las dianoéticas.
Las segundas están relacionadas con la razón aplicada a la facultad de desear. Son
las virtudes del carácter y están relacionadas con los modos de ser.
La virtud es el hábito de
elegir el justo medio por las mismas razones por las que lo elegiría el
prudente. El hábito, está relacionada con la forma constante de actuar. Las acciones
deben de ser sistemáticamente buenas para que la persona sea efectivamente buena.
No alcanza con decir la verdad en la ocasión, sino que siempre se debe decir la
verdad.
El acto moral está relacionado
con la capacidad de elegir. Si no hay voluntad, no podemos hablar de acto
moral. Sin deliberación y elección no puede haber voluntad en el actuar. En otras
palabras, si se comete un acto malo sin elegirlo, la persona no puede ser
juzgada por dicha acción. No se puede calificar de bueno o malo aquello que no
es voluntario. Por ejemplo, cuando se golpea a un amigo por casualidad, sin
premeditación ni voluntad. Esta acción no puede ser juzgada como moral porque
no hubo intención de golpear y lastimar.
Al actuar debo hacer un
balance entre los posibles cursos de acción a seguir y elegir el que se
encuentra en medio de lo que Aristóteles llama vicios. Por ejemplo, la valentía
es una virtud, el término medio entre los dos vicios: la cobardía, que es un
vicio por defecto (por falta de valentía) y la temeridad que es un vicio por
exceso (por ir más allá de la valentía prudente). El hombre prudente siempre
elegirá, luego de una deliberación, la valentía, justamente porque el hombre se
caracteriza por tener la razón entrenada para poder reconocer y elegir el
término medio.
Libertad
y responsabilidad.
Ser libre significa ser responsable
de las propias elecciones, de las consecuencias de los propios actos. Cuando actuamos
de determinado modo porque otro es quien nos lo ordena, no somos responsables. Pero
cuando lo hacemos lo hemos elegido libremente, sí somos responsables.
Como observamos, la libertad
y la responsabilidad siempre van juntas: son dos caras de una misma moneda. la
libertad es sólo una cara de la moneda: la otra cara es la responsabilidad. Soy
responsable en la medida que puedo justificar el camino elegido entre varios
cursos de acción posibles y puedo responder por las consecuencias de dicha
acción.
Hombre libre es el no
sometido, quien es capaz de hacer algo por sí mismo. La noción de libertad no sólo incluye esta posibilidad
de decidir, sino también la idea de responsabilidad
para con uno mismo y para la comunidad. Es decir, que ser libre implica algunas
obligaciones. Significa, por un lado la capacidad de hacer algo y, por el otro,
una forma de limitación.
La
libertad a lo largo de la historia de la filosofía.
Hay tres formas básicas de
entender la libertad:
Para
los estoicos, la libertad consiste en “disponer de sí mismo”. Pero esto no es
posible, a menos que nos hayamos liberado de lo exterior. Esto a su vez, sólo
es posible cuando reducimos a un mínimo nuestras necesidades. Lo que querrían
decir estos filósofos es que cuántas más cosas tenemos o deseamos menos libres
somos. El hombre libre es el que se atiene solamente “a las cosas que están en
nosotros”.
Para
Aristóteles, lo característico del
hombre es ser libre, de actuar voluntariamente. Las acciones involuntarias son
producidas por la coacción o por la ignorancia.
Kant establece que en el
reino de la naturaleza hay un completo determinismo. El hombre, en tanto ser
natural, no puede sustraerse a las leyes de la naturaleza. No sólo es un ser
natural, también un ser racional y, es a través de la razón que se puede ser
libre.
Ortega y Gasset,
decía que la vida humana es algo que hay que hacer (un quehacer). No hay más
remedio que inventarse de continuo a uno mismo decidiendo a cada instante qué
se hace. La libertad no es algo que tenemos, es lo que somos, o lo que vamos
siendo: estamos obligados a ser libres.
Sartre,
también nos decía que estamos obligados a ser libres. En realidad, lo expresaba
de un modo más fuerte: estamos condenados a ser libres. No podemos rehuir esta
condena. Esto nos genera angustia (la angustia existencial) y por eso es que
algunos inventan artificios y artilugios (horóscopos y relatos de videntes, etc.)
con los que tratar de evadir la necesidad de tomar decisiones por sí mismos.
Las condiciones necesarias
para ser libres.
La información y la falta de
coacción son esenciales para que nuestra elección sea libre. Si cuando elegimos
estamos sometidos a algún tipo de presión tampoco somos libres. Las presiones o
coacciones pueden ser explícitas o sutiles. Las explicitas se realizan a través
de amenazas y las sutiles a través de manipulaciones. Ni las amenazas ni las
manipulaciones son formas legítimas de influir sobre las demás. La única forma
legítima en la que podemos tratar de convencer a otro para que actúe como
queremos, es la persuasión. Es decir, intentar convencerlo, a través, de la persuasión
de los argumentos, pero jamás amenazarlo o manipularlo.
Cuando elegimos un curso de
acción bajo coacción o sin estar lo suficientemente informados de todas las
alternativas posibles, no somos libres y, por lo tanto, no somos tampoco
responsables de las consecuencias.
Éticas
de la intención y de la responsabilidad.
Max
Weber, fue quien distinguió entre éticas de la intención y
éticas de la responsabilidad. En las primeras, lo importante es la intención. Es
decir, la acción es buena si la intención con la que se lleva a cabo es buena,
independientemente que las consecuencias o los resultados sean malos. Por el
contrario, en las éticas de la responsabilidad se tienen en cuenta las
consecuencias de la acción muy especialmente. En las éticas de la intención lo
importante es la pureza de la intención. En las éticas de la responsabilidad se
privilegian los efectos de las acciones y se asume la responsabilidad de ellos.
El principal defecto de las
éticas de la intención es el mal no deseado como consecuencia del obrar bien
intencionado. El principal defecto de la ética de la responsabilidad es que
puede aceptarse un mal como medio si con él se consigue un fin bueno. Como ocurre
habitualmente, los extremos no son buenos. Una posición más aceptable es la que
propone Max Weber y es la intermedia.
El
paradigma comunicacional.
Los autores de las teorías
de la comunicación son Hábermas y Apel.
Apel sostiene que el derecho de todo interlocutor posible a participar de la
discusión en la que se decidirá cuáles son las normas válidas. La única
característica que se requiere para participar de dicha discusión es la de
poseer competencia comunicativa, o sea, la capacidad para comunicarse, porque
con esas personas existe la posibilidad de entendimiento a través del lenguaje.
Dos personas capaces de comunicarse, capaces de de comunicarse, capaces de dialogar,
puede llegar a un acuerdo justamente porque son capaces de entenderse
mutuamente. Los interlocutores deben de reconocerse mutuamente. Somos seres
capaces de comunicarnos y dialogar para llegar a un acuerdo, nacemos de una
comunidad en la que hay otros en nosotros.
Conclusión.
Frente a un problema moral,
cualquiera sea éste, no existe una única solución. Por el contrario, lo que hay
es un espectro de soluciones posibles. Esto no significa que optemos por
cualquiera al azar. Lo importante es que las soluciones ofrecidas puedan ser
defendidas argumentativamente (con razonamientos). Así es como el espectro de
alternativas puede reducirse pero difícilmente lleguemos a una sola posibilidad.
Lo habitual es que sean varias las soluciones defendibles y esto es lo que permite la diversidad de
pensamiento.
Si queremos ser
verdaderamente pluralistas y democráticos tenemos que respetar la diferencia de
opiniones, porque el respeto es una condición ineludible de la vida
democrática.